¿La reforma educacional pretende emular a Finlandia?
Germán Gómez Veas | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad
Junto con comunicar a la opinión pública que visitaría Finlandia para conocer en terreno las razones del éxito en su sistema educativo, el ministro de educación expresó su interés por avanzar en los consensos que permitan dar un profundo cambio en nuestro sistema educacional. En ese objetivo, lo acompañaron a conocer la experiencia finlandesa sus asesores en el Ministerio, parlamentarios y representantes de diversas organizaciones. Ya de vuelta en Chile, el secretario de Estado ha sido bastante preciso al subrayar lo que a su juicio es valioso aprender de Finlandia para encarar el desafío en Chile, a saber, la firme valoración que ellos han hecho de la inclusión como eje de la reforma educacional que hoy tiene encumbrado a ese país.
En efecto, la autoridad advierte que la inclusión junto a la mezcla social debiesen conformar el principio que debería estar en la base de la reforma que el mismo está encabezando, pues ello nos permitiría como Nación, articular una sociedad justa que brinde las mismas oportunidades a todos a través, precisamente, del sistema educativo. Ahora bien, ¿es ecuánime y preciso establecer en la inclusión y en la no segregación social la base de los logros del sistema educacional finlandés?
Si bien la integración y cohesión social parecen ser en sí mismos componentes de una buena sociedad, ello es solo una condición resultado de lo que culturalmente sus habitantes han sembrado por mucho tiempo. Por esta razón resulta necesario examinar las raíces o fundamentos que parecen explicar esa condición. En este contexto, Finlandia comparte con Dinamarca, Islandia, Noruega y Suecia, la denominación de países nórdicos, los que destacan por compartir una cultura moral que ejercita valores sociales que fomentan la mutualidad; son pueblos que se distinguen por practicar una ética de la responsabilidad apreciada desde los ángulos conductuales que se la quiera analizar; y al mismo tiempo, se caracterizan por amparar una alta estimación respecto del esfuerzo personal y la meritocracia. Finlandia además, ha figurado mucho tiempo como el país número uno en el ranking que realiza Transaparency International, indicando que en él la corrupción es prácticamente inexistente. Estos componentes culturales que a todas luces son deseables para una nación que aspira a un mejor desarrollo humano de sus habitantes, definitivamente no son distintivos de nosotros. Por otra parte, ¿acaso los cambios en la estructura de nuestro sistema educativo traerían como efecto la práctica de estos componentes culturales? En mi parecer, el camino es al revés. Finlandia ha dado con un sistema educativo coherente con su cultura, o dicho en otros términos, su actual sistema educativo es el resultado de esa experiencia cultural específica.
En consecuencia, parece adecuado revisar la experiencia nórdica con mayor profundidad y con una perspectiva de largo plazo, pues de continuar con la idea de emular su resultado sin antes examinar y aprender de las raíces culturales que están en la base de su calidad educacional, únicamente se producirán ilusorios cambios de forma.




