El cainismo político que nos destruye

Josep Miró i Ardèvol | Sección: Política, Sociedad

#04-foto-1La amistad civil, la philia politiké aristotélica, una “amistad sin intimidad ni proximidad”, es la característica necesaria de la sociedad política, de la polis, para que exista cohesión y paz social. Se refiere a la amistad entre ciudadanos, que no existe sólo entre personas sino que se extiende entre comunidades: familias, grupos y entidades, pueblos, en definitiva, y todas aquellas congregaciones de personas que tengan algún tipo de vida comunal. La amistad es la forma más excelente de la condición social y es necesaria para la felicidad. Está ligada a la concordia y al respeto. Genera obligaciones, compromisos y renuncias en beneficio del bien común. La concordia es un estado de armonía entre aquellos que proponen y desean unos mismos objetivos. La persona necesita de una cierta armonía y estabilidad interior para alcanzar la concordia. Todo nos conduce a la razón de la política. El diálogo con los otros a fin de compartir las mejores soluciones posibles. Las mejores opciones no para uno mismo o para un grupo determinado sino por el bien común.

La política que se practica en España está en las antípodas de todo esto, y esta realidad nos está destruyendo. Verdaderamente, lo que está funcionando, lo que llamamos cainismo, no es otra cosa que una versión degradada a peor del famoso criterio amigo-enemigo de Carl Schmitt. El criterio amigo-enemigo, planteado por él como una expresión de la necesidad de diferenciación, conlleva un sentido de afirmación del sí mismo (nosotros), frente al otro (ellos). La diferencia nosotros-ellos establece un principio de oposición y complementariedad. La percepción de que un grupo desarrolla el sí mismo en relación con los otros es un elemento que, al mismo tiempo que lo cohesiona, lo distingue. La posibilidad de reconocer al enemigo implica la identificación de un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia; lo malo es que a diferencia de aquel criterio se le niega todo valor y reconocimiento al otro, y eso es cainismo, una interpretación bélica post moderna de la política entendida como la continuación de la guerra por otros medios. En su formulación extrema es la expresión supremacista de las propias ideas, que consideran intrínsecamente perverso todo lo que viene del otro previamente criminalizado o ridiculizado, y reducido a una caricatura (los burgueses, los “progres”, los “rojos”, la “casta”, los judíos, los obispos). Pero con mayor facilidad en nuestro caso, también es utilizado para ocultar la incapacidad de las propias propuestas y proyectos, la impotencia para dar respuesta sólida a los retos políticos. Entonces la crítica destructiva sirve para ocultarlo todo, cuando en realidad la crítica política debería servir en primer término para desvelar aquello que del otro es válido, asumible, integrable.

Todo esto es una insensatez que convierte la política en una parte determinante de todos los problemas en lugar de ser la solución. Es el gran mal de los partidos existentes, que no solo no remedia sino que azuza, al fomentar la criminalización política del otro, en un remiendo de la lucha de clases. De ahí que una de sus fuentes sea el populista argentino Laclau, cuyos planteamientos parten de la división de la sociedad. La teoría básica de Laclau –la exacerbación de la antinomia amigo-enemigo, en lugar de la lucha de clases marxista–, “Todo consenso se basa en actos de exclusión” es una de las ideas fuerza de este planteamiento, y por tanto deben ser evitados.

Pero así no superaremos los graves problemas de fondo, solo posibles de abordar desde la amistad civil, desde la creación de las condiciones que la hagan posible como mejor método: (1) para resolver los complejos problemas por la vía de la construcción del acuerdo y lo mejor que cada uno aporta; (2) porque nos hace mejores como personas, políticos y sociedad porque nos permite reconocer lo que de bueno pueda haber en el otro; (3) porque nos permite mejorar nuestro propio proyecto con lo que asumimos de él.

Y esta opción es precisamente la que todavía no está presente en el panorama político, la que proclame que el fin de toda política es el bien común, que necesita de la amistad civil para realizarse. Que lo proclame y practique.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas, www.forumlibertas.com.