Cambio de mando
Ricardo Sande | Sección: Educación, Política, Sociedad
Estimados miembros de la comunidad y amigos presentes:
Hoy comenzamos una nueva etapa en nuestra política universitaria. En este día en el cual asumimos la conducción de la federación de estudiantes traemos junto a nosotros responsabilidades y exigencias ineludibles que nos interpelan como comunidad universitaria. La realidad histórica de la cual somos parte hoy nos pide con urgencia definiciones; definiciones que se sientan como pilares fundamentales para la construcción de nuestro país.
Pareciera que la realidad de nuestro Chile abre una serie de preguntas, debajo de las cuales se revela una carencia de sentido sobre quiénes queremos ser, hacia dónde queremos ir y, especialmente, cuál es el rol que jugamos como estudiantes, como profesores, como funcionarios o como trabajadores en un escenario de tantas dudas. Esta carencia de sentido se evidencia en tantos quienes viven una vida aislada –y en esto no nos referimos solamente a la falta de acceso a oportunidades– sino también a tantos que teniéndolas han hecho caso omiso a la capacidad de moverse por otros ¡de hacerse cargo de tantas cosas que nos molestan! Si quienes conformamos esta universidad no reconocemos este vacío existencial que se aferra a la vida de muchos, difícilmente podremos poner los cimientos básicos para el nuevo Chile que nos responsabiliza y llama a su construcción.
Escuchamos frecuentemente la palabra construir como un eje motor de la acción política y social, pero para hacerlo es necesario adherir a principios que orienten el actuar y que nos hagan mirar un nuevo horizonte de verdadera paz. La sed de justicia, el valor de todo ser humano, la añoranza por una libertad responsable, nos mueven hoy como federación a asumir un compromiso radical con lo que verdaderamente puede reorientar la acción de nuestra UC con nuestro país.
La misión de nuestra universidad hoy reconoce este compromiso, pero lamentablemente muchas veces no fallamos por falta de principios, sino que por falta de obras. Hoy sentimos con urgencia la necesidad de remover palabras que parecen muertas, para que atraviesen la historia como acciones vivas.
La tranquilidad de conciencia que generan los rankings internacionales ha inmovilizado el compromiso de nuestra UC con quienes más la necesitan. Y es que una comunidad comprometida con el conocimiento desde una mirada cristiana no puede descansar hasta no ver plasmada en acciones los valores que motivaron su fundación. Una universidad como la nuestra, no tiene un papel testimonial sino que tiene la misión radical de mover la frontera de lo que conocemos, de refundar una cultura que hasta ahora se reduce a un profesionalismo individual a una formación integral al servicio de los demás.
Nuestra Universidad ha nacido para contribuir al bien y grandeza de nuestro país, pero sabemos que dicha misión se ha malentendido cayendo en reduccionismos absurdos que, sin darnos cuenta, nos ofrece en muchas ocasiones la ideología.
Hoy con humildad es necesario tomar conciencia del paso del tiempo, del temor que ha imperado en la discusión de algunas diferencias y de la necesidad de remover las piedras que se han instalado en el camino que ha recorrido nuestra universidad. Como dijo el Cardenal Newman, “Vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Hoy como federación estamos dispuestos a representar dicho cambio, entendiendo de forma distinta el rol que tiene cada uno de los aquí presentes, cada una de las personas que hoy es parte de nuestra universidad y revalorizando por sobre todo su capacidad transformadora.
La historia define los momentos siempre en razón del pasado, de lo que ocurrió, más sin duda alguna hoy nosotros notamos una excepción. Este momento que vivimos es trascendente. Es histórico. Y lo vemos con claridad.
¿Estaremos a la altura de las circunstancias? Nunca lo sabremos. Pero lo que sí sabemos, es que trabajaremos incansablemente, movidos por un profundo amor a la Patria y a la Universidad y por la obligación que hoy tenemos con cada uno de nuestros compañeros y miembros de la comunidad universitaria.
Hoy damos el primer paso de un sueño que permaneció muchos años escondido, aunque no olvidado. Hoy damos el primer paso por el camino que hemos trazado hacia un Chile que vuelve a entender la importancia de las personas, que reconoce la dignidad de cada uno de sus habitantes, dignidad que es trascendente y que nos hacen a cada uno de nosotros seres únicos e inigualables. Un Chile que entiende que la libertad y la responsabilidad son elementos fundamentales para lograr ese objetivo de todos, un país más justo.
Nuestra tarea y deber es no claudicar en trabajar como estudiantes y ciudadanos por terminar con las pobrezas que existen en Chile. Y sí, hablo en plural porque reducir la pobreza solo a la carencia material es no entender que nuestra realización como personas va mucho más allá de cuánto tenemos.
Esas pobrezas que viven ocultas en el día a día y que abarcan todas las dimensiones del ser humano. Se nos exige combatir la memoria de una nación que olvida la dignidad del necesitado. Se nos exige perder el miedo a decir la verdad, aun cuando esta no concuerde con la opinión pública. Se nos exige incomodar a los poderosos, en todos lados. No tenemos miedo ni pediremos permiso para luchar por una libertad encaminada a los bienes y valores más altos del espíritu… Porque tenemos conciencia que la dignidad humana se juega en todos los espacios y especialmente en aquellos de mayor pobreza.
¡Cuán acostumbrados estamos a ver carencias materiales –que son injustas y urgentes— pero no ver las peores pobrezas, las que radican en el alma! Esta pobreza, la de los bienes espirituales es la que demanda la mayor y más dura respuesta nuestra. Porque no sólo queremos estructuras justas, sino sobre todo personas que libremente escojan hacer la justicia y practicarla en la vida social, en los diversos ámbitos: profesional, político, económico, gremial… Y la universidad debe formarnos para poder cumplir ese cometido.
Esto es trabajar por esa sociedad en movimiento de la que tanto hemos hablado. Una sociedad que es movida por hombres y mujeres, una que se mueve en comunidad, una que se mueve con todos hacia ese Chile diferente.
Y no nos cansamos de defender ese concepto porque resume gran parte de nuestras aspiraciones. Es reivindicar que los verdaderos cambios sociales no vienen desde el Estado ni desde el mercado, sino que desde las personas movilizadas. Y con movilización no nos referimos solo a la legítima protesta, sino a la construcción de soluciones. Es un llamado que interpela e incómoda, es el camino largo, es decir que preocuparse sirve mucho, pero ocuparse sirve aún más.
Queremos hacer una FEUC que sea un espacio para los estudiantes y sus vocaciones personales para cambiar el mundo. Una FEUC en movimiento es la que trabaja de forma incansable por la erradicación todas las pobrezas.
Una FEUC que fiel a la misión fundacional que nuestra universidad se propuso hace 126 años, re-signifique su misión en el siglo XXI, escuchando los signos de los tiempos de hoy, para influir en lo que será el mañana.
Es un deber de justicia de los estudiantes de la Universidad Católica salir a responder a Chile por los problemas de nuestra sociedad, las miles y miles de pobrezas: la apatía política, la pérdida de sentido de la vida… la drogadicción, la violencia, el aborto, la mentira comunicacional, la falta de empatía y el populismo, entre muchas otras. Este deber requiere de nuevos esfuerzos por una actividad académica que se comprometa con la defensa y promoción de los valores que inspiran nuestra universidad.
Por ello no podemos sino confiar en quienes día a día trabajan desde la cátedra universitaria por erradicar estas pobrezas en el silencio de la oficina, en el foro académico, en la discusión pública y en la formación paciente y dedicada de nuestros estudiantes. Para ellos un aplauso y sólo podemos pedirles que no claudiquen en su misión. Los estudiantes de la UC esperan de ustedes lo mejor.
La FEUC gremialista, la FEUC de todos los estudiantes, no puede taparse los ojos antes los variados desafíos que se enfrentarán este año que está por comenzar: presupuestos discriminatorios en contra de la excelencia de nuestra universidad; amenazas crecientes a su identidad católica; un gobierno que hace oídos sordos frente al sentir de miles de familias; una reforma educacional cosmética y una ciudadanía que pide a gritos verdaderas transformaciones, transformaciones que deben empezar por asegurar que cada niño de nuestro país pueda desarrollar al máximo sus talentos. Es tiempo de que terminemos de una vez por todas con las condenas de origen.
Porque sabemos que son los primeros pasos para avanzar, necesitamos hablar con fuerza y carácter sobre lo que nos convoca.
Queremos ser un referente para quienes han sido olvidados de las reformas. Porque tenemos conciencia del papel que nos toca representar en el escenario de lo público, porque dijimos desde el primer día que queríamos poner la sociedad en movimiento y eso significa confiar en la capacidad creadora de los estudiantes, en sus ideas para derribar la apatía a lo público y la pasividad temerosa, y avanzar con novedosas ideas hacia una sociedad más participativa y de la cual todos, sin exclusiones, nos hagamos responsables. Sin imposiciones, pero con convicción.
Porque trabajaremos por hacer respetar el derecho preferente de los padres para escoger la educación de sus hijos y el deber que tiene el Estado de escuchar a las familias en su demanda por una educación libre, equitativa y de excelencia.
Nuestra actuación pública estará guiada por defender desde lo universitario no sólo una sociedad libre, sino también responsable. Porque la libertad cobra sentido cuando está orientada al bien.
Porque queremos construir una alternativa verdaderamente universitaria, pero también formadora de líderes en todos los campos del mundo académico, social, cultural y político. Porque nos queremos tomar en serio la misión y visión de la Universidad Católica en un mundo donde resulta difícil decir las cosas por su nombre y las verdades en toda su complejidad.
Por todas estas razones es que es imposible claudicar en nuestra tarea. Con el mismo entusiasmo con el que hace dos meses iniciamos este camino, queremos iniciar este nuevo proceso al interior de la universidad. Con la misma ilusión de la primera hora, aún con los mismos miedos, pero al igual que ayer, con la fe puesta en el trabajo de los miles de estudiantes que confiaron en nosotros para liderar este cambio.
Agradezco al equipo del Movimiento Gremial y quienes de formas distintas han aportado con su trabajo por este sueño. Nombrarlos me podría llevar todo el discurso. Al equipo de la Gran Familia de Derecho, a la que con mucho orgullo pertenezco. Agradezco también a quienes han sido fieles en la defensa de las ideas, aún en los momentos más adversos. A las miles de voluntades movilizadas que permitieron que hoy les dirija estas palabras. A las muchas audiencias que nos han escuchado en la Universidad y en Chile.
La Federación del próximo año no será sólo la federación del movimiento gremial, no será sólo la federación de la Lista 1A, ni mucho menos la federación de los que hoy asumimos. Nuestro mayor desafío es de hacer esta FEUC la de todos y cada uno de los estudiantes, y para eso les decimos a todos, sin importar sus ideas políticas, que las puertas están abiertas.
Finalmente les doy las gracias por darnos la oportunidad de trabajar por ustedes. Sabemos que no podemos fallarles… y no les fallaremos. Ha sido un camino largo y difícil. Pero hoy, al igual que ayer, les voy a decir que tenemos un compromiso con la historia, y ese compromiso es cambiarla. La invitación es a que desde hoy, la cambiemos juntos.
Muchas gracias a todos.




