El derecho a ser arquero

Alejandro Clocchiatti | Sección: Educación, Política, Sociedad

#05-foto-1 El arquero de la Roja ha batido récords en España y me motiva a preguntar: ¿Quién tiene derecho a ser arquero de la selección? ¿Podemos garantizar ese derecho? Las respuestas son triviales: “Todos los chilenos”, y “no, no podemos garantizarlo porque hay solo un cupo”. Esas preguntas ponen el foco en el individuo. Hay otra, más importante, que atañe al “nosotros”. Chile tiene derecho (¿la obligación?) a tener en su selección al mejor arquero posible (porque si no los rivales nos llenan la canasta, no clasificamos al Mundial, o no pasamos la primera ronda, etcétera).

¿Cómo garantizar el derecho de Chile a tener el mejor arquero posible? Hay dos respuestas que surgen habitualmente en los debates. La que a mí me parece razonable es: garantizando la oportunidad de todos los niños a desarrollar su potencial. Haciendo que sus padres tengan trabajo, casa y comida digna, y que puedan dormir tranquilos. Haciendo que puedan acceder a una educación inicial, básica y media que les permita desarrollar sus condiciones psicofísicas. Hecho eso, garantizando que el acceso a los clubes de fútbol sea transparente, que los jóvenes sean escogidos solo en función de su potencial, y que quienes necesiten apoyo económico lo tengan. Los jóvenes talentosos, puestos en sitios donde progresar y desarrollarse, llegarán a destacarse entre sus pares y serán reconocidos como opciones indiscutibles para la selección.

Hay una línea de pensamiento diferente, que cuestiono, y que supuestamente se orienta por la búsqueda de justicia. Sostiene que en el marco de una sociedad injusta, seleccionar a los jóvenes en base a sus condiciones psicofísicas es una forma de discriminación. Que los niños de origen humilde tuvieron menos chances de desarrollarse bien, y que por lo tanto hay que abrir las puertas de los clubes para que entren todos los que creen que quieren ser arqueros. Así, todos podrán luchar para tratar de llegar, cueste lo que cueste y se tarde lo que se tarde. Mantener una férrea voluntad política tras ese objetivo, sostienen, garantizará el derecho de todos a ser arquero de la selección y a la vez nos permitirá tener la mejor calidad de arqueros.

¿Es así? ¿Adónde nos llevaría eso? ¿Cuántos entrenadores de arqueros harían falta? ¿Cuántos serían realmente buenos? ¿Cuántos posibles futuros arqueros tendrían a cargo? ¿Cuántos equipos habría que armar para que cada futuro arquero practique? ¿Cuántos minutos de práctica real en partido tendría cada uno por semana? Y, lo más serio, ¿cuál sería el nivel de exigencia que el posible futuro arquero promedio impondría a los compañeros que juegan con él, y sobre todo contra él? ¿Sería fácil coordinar una buena defensa? ¿Difícil hacer un gol?

A poco de experimentar, goles en contra mediante, concluiríamos que el sistema no favorece a la Roja. Que diluye el impacto que los pocos buenos entrenadores podrían tener en los pocos buenos futuros arqueros y que los que tienen talento superlativo ven su crecimiento frustrado. Hallaríamos que es una forma cara de sobreproducir arqueros promedio.

Sucede que, salvo la excepción que brinda argumento a los mitos, no puede construirse un deportista top comenzando a los 18 años. Hace falta un camino de desarrollo y experiencias formadoras que arranca mucho antes. Asegurar que todos los jóvenes tengan la oportunidad de entrar en ese camino y seguirlo hasta donde su talento los lleve soluciona la inequidad de origen y garantiza nuestro derecho a tener los mejores arqueros.

¿Por qué hablo acá de futbolistas destacados? Porque no hay grandes diferencias conceptuales entre lo que lleva desarrollar un deportista top y lo que lleva desarrollar un académico o un profesional top . Cambiemos clubes de fútbol por universidades, condiciones psicofísicas por talento académico, y la metáfora se completa. Los egresados de nuestra educación superior son nuestra selección académica. Y la tribu (nosotros) tiene la obligación de tener los mejores médicos, ingenieros, profesores, científicos, humanistas, etcétera.

#05-foto-2Lo que hay que garantizar es el camino de experiencias formadoras que arranca cuando somos niños pequeños. Si queremos “nivelar la cancha” hay que hacerlo antes de que empiece el partido. No conseguiremos mucho arrancando a los 70 minutos cuando vamos perdiendo por goleada.

La inversión hay que hacerla en los niños comenzando ya, porque cada año que pasa es una frustración ganada y una generación perdida. Si ha recibido los estímulos y la formación adecuada desde pequeño, ningún hijo del pueblo necesita que la condescendencia de nadie le abra las puertas de un club o de una universidad. Ella, o él, se las abrirán solos.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago