Un Santo para la Libertad

José Ignacio Concha Castro | Sección: Política, Religión, Sociedad

#11-foto-1 El pasado domingo 27 de abril fué elevado a los altares S.S. Juan Pablo II, San Juan Pablo II de ahora en adelante. Su vida es un testimonio, una señal, un soplo de fe que ha regalado Dios al mundo.

Sus casi 27 años de pontificado, el tercero más largo de la historia, son elocuentes en logros y eventos, un Papa que en todos sus viajes dió tres veces la vuelta al mundo, que llegó hasta los confines de la tierra, que habló con líderes de todas las naciones, en fin, un Pontífice que llevó a Cristo a todas partes, sin excepciones.

No obstante lo extenso, casi inabarcable, de su legado, los jóvenes nunca debemos olvidar el enorme aporte del Papa polaco en defensa de la libertad, contribución excepcional para buscar una sociedad verdaderamente libre. Como no rememorar sus primeras palabras, en el inicio de su ministerio pastoral, cuando nos decía, “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!” (…) “Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce ‘lo que hay dentro del hombre’. ¡Sólo Él lo conoce!” (Homilía del Papa Juan Pablo II en el comienzo de su pontificado, Plaza de San Pedro Domingo 22 de octubre de 1978).

Él quería exhortar al mundo a romper las cadenas de la esclavitud del marxismo, del materialismo y del relativismo, por medio de la búsqueda constante de Cristo, el único que es la autentica libertad. Invitaba a abrir los sistemas económicos y políticos, en directa alusión a los muros opresores de un mundo temeroso del comunismo y la guerra fría, los mismos muros que Ronald Reagan años después emplazará a derribar en la mismísima puerta de Brandenburgo al perverso imperio del mal.

Aún más, el sabio Padre nos define más adelante la naturaleza de una sociedad libre, la cual en su concepción, debe siempre respetar la naturaleza del ser humano, única manera de fomentar una verdadera sociedad de libertades. Nos señalaba; “Pero la libertad, no es solo un derecho que se reclama para uno mismo, es un deber que se asume cara a los otros. Para servir verdaderamente a la paz, la libertad de cada ser humano y de cada comunidad humana debe respetar las libertades y los derechos de los demás, individuales o colectivos. Ella encuentra en este respeto su límite, pero además su lógica y su dignidad, porque el hombre es por naturaleza un ser social”. (Mensaje de S.S. Juan Pablo II, para la celebración de la XIV Jornada Mundial de la Paz, 1 de Enero de 1981).

Sabía perfectamente que el núcleo de una sociedad libre se encuentra en el respeto a la naturaleza del ser humano, como ser sociable, vinculando la relación insustituible de la libertad con la responsabilidad, clave en una sociedad que se aprecie de tal. En efecto, la sociedad la forman las personas, las cuales por su propia naturaleza son racionales, y por ende libres, por lo tanto, una sociedad que se apellida con la libertad, debe necesariamente estar en relato directo con la naturaleza del hombre, sin lo cual, pierde su esencia.

#11-foto-2Nuestro modesto fin es sólo recordar estas aproximaciones a los consejos de un padre bueno, de un padre que ahora es Santo, un Santo que tanto hizo por la libertad, un Santo que buscó incansablemente liberar al mundo del pecado, de las cadenas, de la opresión, de las injusticias, y sobre todo del miedo. El miedo es incompatible con la libertad, él estaba convencido que el primer paso era perder ese miedo. Entendía que en un mundo libre, no podían existir muros ni divisiones fundadas en el rencor y el odio. Ese Santo podemos decir con propiedad que es San Juan Pablo II.

Su magisterio seguirá alumbrando a quienes creemos que la libertad del hombre debe ser siempre defendida, especialmente, cuando arrecian adversarios que pretenden confundir y conducir al error, porque están empecinados que en el desorden ellos puedan desviar al hombre de la verdad.