Sobre el FUT y su eliminación

Gastón Escudero Poblete | Sección: Política, Sociedad

#04-foto-1“…aquí primero hay un asunto de justicia. No es sano un sistema tributario que a igual nivel de ingresos discrimine en un caso para las rentas del trabajo con el rigor de las retenciones y para las rentas asociadas a la función empresarial con la relatividad de los impuestos diferidos para el día del níspero” (Héctor Soto, La Tercera, 5 de abril de 2014).

Esta frase refleja la confusión a que ha dado lugar la reforma tributaria, y específicamente la eliminación del FUT (Fondo de Utilidades Tributables), propuesta por el gobierno de la presidenta Bachelet. Me propongo en este artículo echar luces sobre este tema ofreciendo una explicación desde mi perspectiva como empresario.

El punto de partida es que el FUT es un mecanismo justo y su eliminación es primeramente una medida inmoral por injusta, y porque es injusta afectará la economía. Abordaré ambos aspectos en este orden.

 

¿Por qué la eliminación del FUT es injusta?
#04-foto-2En esencia, el FUT se inspira en el siguiente hecho: una cosa son las ganancias de las empresas y otra las ganancias de sus dueños; en efecto, una empresa puede haber obtenido en un año altas ganancias y al mismo tiempo sus dueños obtener pocos ingresos. Luego, en términos operativos, el FUT consiste en que el empresario paga impuesto sólo por las utilidades de la empresa que retira para su uso personal; por el resto pagará impuesto a medida que las vaya retirando.

Veamos un ejemplo comparativo entre un empleado y un empresario. Ambos pagan un impuesto de acuerdo con una tabla conformada por tramos según nivel de ingresos, de modo que mientras mayor sea el tramo mayor es la tasa. En el caso del empleado el esquema se llama Impuesto Único de Segunda Categoría y en el caso del empresario el esquema se llama Global Complementario. Por el lado del empleado, si gana un sueldo de 3 millones de pesos al mes (36 millones al año), en la tabla del Impuesto de Segunda Categoría corresponde al tramo de la una tasa de 23%, que se aplica sobre sus 36 millones, aunque finalmente por un tecnicismo (que no explicaré para no enredar más la cosa), opera un descuento y termina pagando un impuesto de de 2,8 millones.

Por el lado del empresario, supongamos que su empresa generó 50 millones anuales pero él retiró 3 millones al mes o 36 millones al año (que viene a ser el equivalente al sueldo del empleado de arriba). La empresa paga un impuesto ‒que se llama de Primera Categoría‒ consistente en una tasa fija de 20%; resultado: 10 millones, que se pagan mes a mes en forma anticipada. Pero el ingreso del empresario fueron los 36 millones que retiró. Su impuesto se determina según la tabla del Global Complementario, que es similar a la del Impuesto de Segunda Categoría, por lo que cae en el tramo del 23%. Luego de aplicar un descuento (debido al mismo tecnicismo que opera en el caso del empleado) su impuesto queda en alrededor de 2,8 millones, es decir, lo mismo que el empleado, pero como todos los impuestos a los ingresos los pagan siempre las personas naturales (principio fundamental de nuestro sistema tributario) y la empresa ya pagó 10 millones, el Estado le devuelve al empresario la diferencia: 8,2 millones. Si no existiera el FUT, el empresario pagaría impuesto por las utilidades de la empresa (50 millones) que de acuerdo con la tabla del Global Complementario lleva asociada una tasa de 30,4%, y menos la cantidad a rebajar queda en 6,5 millones.

En consecuencia, el FUT permite que un empresario reciba el mismo trato que un empleado, al contrario de lo que afirma el Sr. Soto y de lo que han pregonado las autoridades de gobierno. En cambio, con la eliminación del FUT, se institucionalizará una discriminación arbitraria en contra de los empresarios. Un sistema tributario sin FUT no distingue sino que asume erróneamente que empresa y empresario son lo mismo, lo que se traducirá en que el empresario tendrá que pagar impuestos no por sus ganancias (o retiros) sino por las ganancias de su empresa, resultando en una injusticia magna.

Para entender por qué las platas de la empresa no son necesariamente del empresario, veamos qué pasa con las utilidades de la empresa que no fueron retiradas. Mientras el empresario no las retire, hay dos opciones:

–          Inversión directa: el empresario las usa para hacer crecer su negocio o crear otro nuevo. Por ejemplo, si tiene una tienda construirá otra, para lo cual contratará un arquitecto, un constructor, obreros, comprará materiales de construcción y, cuando abra la tienda, contratará empleados y comprará más mercaderías. Todo esto conlleva creación de empleos y aumento de ventas para los proveedores, posibilitando que éstos a su vez aumenten sus ventas, contraten más empleados, suban sueldos y hagan crecer su empresa. Así toma forma el ciclo virtuoso del crecimiento económico, el cual, de paso, permite al Estado aumentar la recaudación tributaria porque se genera más IVA y aumenta las ganancias sobre las que se calculan los impuestos.

–          Inversión indirecta: el empresario ingresa las utilidades al mercado financiero (depósitos a plazo, fondos mutuos), quedando disponibles para que otros empresarios las adquieran vía crédito y las inviertan, dando lugar al mismo círculo descrito arriba.

En definitiva, estimado lector, las utilidades de la empresa que no son retiradas no pertenecen realmente al empresario, puesto que las recibe temporalmente y luego las devuelve a la sociedad con un valor agregado que es su gestión. ¿Es justo entonces que el empresario pague impuesto por ese dinero? No, porque nunca lo usó para él, sino para beneficio de la sociedad y sin costo alguno para ésta ni para el Estado (el empresario no cobra a la sociedad por su gestión de emprendimiento de la cual aquella y éste tanto se benefician). Por eso es que el FUT es un mecanismo justo: porque se ajusta a la realidad de que una cosa son las ganancias de la empresa y otra las ganancias del empresario.

 

¿Por qué la eliminación del FUT hará más ineficiente la economía del país?

#04-foto-3Como ocurre siempre que se desconoce la realidad, se afecta el funcionamiento de ésta. Por esto es que la ética es eficiente y las faltas a la ética suelen generar ineficiencias.

Me explico. ¿Cuánto de las utilidades de su empresa querrá retirar el empresario? Depende, primero, del nivel de vida que quiera tener, y luego de cuánto quiera hacer crecer su empresa. Pero mientras su negocio sea rentable, el incentivo para hacerlo crecer es superior al incentivo para consumir, por lo que muchos empresarios optan por retirar lo preciso para cubrir las necesidades de su familia y el resto lo reinvierten. Es lo que hacía mi padre mientras mi madre le reprochaba que prefiriera remozar su tienda o abrir una nueva en vez de adquirir una casa en la playa para el descanso familiar. Ambos ‒cada uno desde su perspectiva‒ tenían razón, pero: ¿qué es mejor para el país: que el empresario gaste o que invierta? Obviamente que invierta, porque así se refuerza el ciclo del crecimiento económico. No es casualidad que desde que se creó el FUT Chile haya logrado duplicar su ingreso per capita disminuyendo la pobreza de 44% a menos de 10%: el FUT ha sido la principal fuente de financiamiento del crecimiento económico.

Al eliminar el FUT, el dinero que se transferirá al Estado vía mayores impuestos se utilizará menos eficientemente, puesto una parte se utilizará para financiar burocracia ‒que mueve la economía mucho menos que la inversión del empresario‒; otra parte se perderá en el camino (“Chilerecortes”, desmalezamientos, sobresueldos…); y otro resto puede terminar siendo utilizado de buena manera, pero será sólo eso: un resto. Una cosa es segura: ningún funcionario público pondrá tanto empeño en usar bien esos recursos como los empresarios cuando invierten. Y además éstos no le cobran al Estado por la gestión, mientas los funcionarios públicos sí.

Otra razón para la menor eficiencia es que las empresas tendrán menos dinero para reinvertir, lo que se traducirá en que el empresario de nuestro ejemplo no abrirá otra tienda o se demorará más tiempo en juntar el dinero que requiere para ello, “ralentizando” el ciclo virtuoso del crecimiento económico.

Pero las empresas no sólo tendrán menos capital para invertir, sino que muchas de ellas, especialmente las pequeñas y medianas, verán comprometido su capital de trabajo, esto es, el dinero que necesitan para sus operaciones corrientes: pagos a proveedores, de IVA y sueldos. Tendrán que recurrir a los bancos, lo que aumentará sus costos por los intereses que tendrán que pagar, lo que de paso permitirá a los bancos aumentar sus ventas (colocaciones) y ganancias (¿se ha preguntado usted por qué el presidente de la Asociación de Bancos defiende la eliminación del FUT?). Este efecto hará que se encarezcan los proyectos de inversión, pasando a ser algunos de ellos menos atractivos y otros simplemente no rentables. Ello no ocurrirá ‒al menos no en la misma medida‒ en las grandes empresas, las que no suelen tener problemas de “caja” y además disponen de otras alternativas de financiamiento, como emisión de bonos (deuda) o acceso a bancos extranjeros que prestan más barato. Por lo tanto las empresas pequeñas perderán competitividad frentes a las grandes y ello se traducirá en una mayor concentración económica en el país.

Otro efecto, esta vez por el lado del empresario mediano con una situación más holgada, es que aumentará el gasto en “tonteras”. Claro, porque si el monto del impuesto no dependerá de los retiros (o, que es lo mismo, el empresario pagará impuestos no por sus ganancias sino por las de su empresa) habrá menos incentivo para invertir y más para gastar: comprará un auto más caro, una casa más grande, irá de vacaciones a Nueva York en vez de Maitencillo… En el fondo, buena parte del dinero que hoy se destina a la reinversión haciendo crecer las empresas y fructificar el emprendimiento irá a consumo.

Seguramente habrá otros efectos que ahora se me escapan (ojalá no sean muchos). En resumen, la economía crecerá menos, disminuirá la recaudación tributaria (paradojalmente), disminuirá el empleo, disminuirá el emprendimiento y las empresas pequeñas crecerán menos. Y en algunos años más tendré que explicarle a mi hijo ‒hoy pequeño‒ cómo fue que los chilenos, un mal día, desconocieron a sus empresarios y terminaron pegándose un balazo en el pie.