Octavio Paz: Un intelectual nada orgánico

Rafael Gómez Pérez | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política

#11-foto-1 El 31 de marzo se cumplieron cien años del nacimiento de Octavio Paz. Fallecido el 19 de abril de 1998, fue premio Cervantes en 1981 y Nobel de Literatura en 1990. Octavio Paz, se interesó siempre por los asuntos políticos y sociales, y no le importó ir a contracorriente.

Junto a su aportación literaria, demostró siempre un interés apasionado y crítico por los asuntos políticos y sociales de la época. Y en la evolución de su pensamiento no le importó ir a contracorriente, si se trataba de mirar la realidad sin cristales ideológicos.

Sus obras como poeta y ensayista han dado lugar a una amplia literatura. Fue el principal escritor latinoamericano del siglo XX (con permiso de Borges, Neruda, Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa) por la amplitud de sus intereses y conocimientos. Estuvo siempre atento a los fenómenos literarios, sociales y políticos y los comentó con asiduidad, con análisis finos y con una prosa excelente, aunque a veces algo críptica y, por eso, no muy accesible al gran público.

 

La obra ensayística

Octavio Paz es más valorado como poeta, pero sus primeras obras fueron ensayos, algo que no abandonó nunca. De hecho, de los trece volúmenes de sus obras completas, solo dos son de poesía. El resto es ensayo. En ensayo publicó treinta libros entre 1950 y 1994. Algunos son de crítica literaria, de filosofía o de sociología del arte: Marcel Duchamp o el castillo de la pureza; Apariencia desnuda, también sobre Duchamp; La otra voz. Poesía y fin de siglo; El arco y la lira; Las peras del olmo; Cuadrivio; Puertas al campo; Los hijos del limo; In-mediaciones; Hombres de su siglo; La búsqueda del comienzo (escritos sobre el surrealismo). El conjunto de estos ensayos son una valiosa fuente para el conocimiento de la literatura española, latinoamericana, francesa e inglesa, además de un preciso comentario sobre las vanguardias artísticas.

Ensayos de una temática más amplia son El laberinto de la soledad, de 1950, continuado en Postdata, de 1969, sobre la identidad mexicana y la conveniencia de superarla por la universalidad; Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, con su discutible hipótesis de que sor Juana Inés dejó de escribir por culpa de la Inquisición; Corriente alterna (sobre revolución y rebelión); Conjunciones y disyunciones (un estudio sobre el barroco y la naturaleza humana); El signo y el garabato (miscelánea sobre la modernidad y sus desenlaces, teoría y práctica de la traducción, formación de la disidencia, etc.); Tiempo nublado (sobre totalitarismo y democracia); Pequeña crónica de grandes días (sobre la caída de los regímenes comunistas); Convergencias (con el discurso que pronunció al recibir el Nobel, “La búsqueda del presente”, otra vuelta de tuerca sobre Modernidad y Posmodernidad); La llama doble (sobre el amor), Vislumbres de la India, o el último, Itinerario, autobiográfico. Entre todos destaca El ogro filantrópico, lo mejor de su pensamiento político.

 

Intelectual crítico

#11-foto-2Ni él lo pretendió ni es posible encontrar en su obra ensayística algo parecido a un sistema. Su obra es miscelánea, aunque, además de la crítica literaria y artística, escribió mucho y bien sobre el lenguaje, el tiempo, la historia, la modernidad, el mito, la libertad y la necesaria crítica al monstruoso crecimiento del Estado.

De tradición revolucionaria mexicana, por su familia, en su juventud colaboró durante un breve tiempo con los intelectuales antifranquistas, cuando fue invitado por Pablo Neruda a ir a España durante los primeros tiempos de la guerra civil española. La experiencia le llevó paradójicamente a declararse cada vez con más fuerza anticomunista y fue de los no muchos intelectuales que denunciaron, ya en los años cincuenta, los crímenes de Stalin. Quedó impactado por la represión que el Partido Comunista Español hizo del POUM, un partido minoritario comunista, pero no estalinista.

En 1962, después de trabajar varios años en la carrera diplomática, Octavio Paz fue nombrado embajador de México en India. En 1968, en protesta contra la violenta represión de su gobierno contra los estudiantes de Tlatelolco durante los Juegos Olímpicos de México, renuncia a su cargo. A partir de entonces Octavio Paz defiende cada vez más la independencia política del intelectual, porque es lo que permite la crítica sin condicionamientos ideológicos. Hasta finales de los noventa, gente de la izquierda marxista a la que él seguía dirigiéndose, porque procedía de ella, no empezó a entender, aunque muy parcialmente, el fraude histórico del comunismo. Paz siguió su camino solo, hasta el final, a veces atacado a izquierda y a derecha.

Le chirriaba la expresión “intelectual orgánico”, en la terminología de Antonio Gramsci, es decir, el intelectual al servicio de una ideología. Entendió bien que si la inteligencia se supeditaba a la ideología, lo que se pierde es lo plural, la libertad individual.

 

Modernidad y posmodernidad

Atraído por la modernidad, aunque consciente de la equivocidad del término, se dio cuenta de que esa modernidad había ya pasado, cosa hoy generalmente admitida. Pero no llegó a una reflexión profunda sobre la posmodernidad. “Los hombres nunca han sabido mucho del tiempo en que viven y nosotros no somos una excepción a esta regla universal. Llamarnos posmodernos es una manera más bien ingenua de decir que somos muy modernos”.

En realidad, la producción ensayística de Octavio Paz, sobre todo a partir de los años setenta, es ella misma muy posmoderna, fragmentaria, ecléctica. Hombre de una vasta erudición, deseoso de beber en todas las fuentes –occidentales y orientales–, sus conclusiones suelen ser, en este tema de la modernidad, ambiguas.

La insuficiente crítica de Paz a la modernidad y la ausencia en su obra de un análisis en profundidad de la posmodernidad se deben quizá a la carencia de un pensamiento filosófico de fondo. Sus apreciaciones son, con frecuencia, acertadas pero volátiles, cambiantes. Atraen de entrada porque Paz, escriba lo que escriba, lo hace con lenguaje bello y, a la vez, enigmático. Pero, en ocasiones, cuando se trata de resumir qué ha dicho, apenas puede saberse.

Octavio Paz, desengañado por la cerrazón de la izquierda clásica, se acerca a un cierto liberalismo, pero no económico –es muy crítico con el capitalismo–, sino de actitud, en lo que el liberalismo tiene de defensa de la libertad personal y de irreductibilidad de lo individual frente a todos los colectivismos.

 

La Otredad

#11-foto-3A lo largo de su extensa obra, Octavio Paz mencionó muchas veces temas trascendentales, como el de la religión, pero casi siempre desde un punto de vista exterior, como fenómeno cultural. Sus años de juventud, en los que adopta el marxismo, le dejaron la secuela, cuando lo abandona, de un ateísmo implícito, aunque no militante.

En los últimos años, después de un efímero acercamiento al budismo, empezó a intuir que, al menos, la preocupación por la trascendencia no solo no está superada, sino que es una constante humana. Escribió: “Debe haber otras formas de ser y quizá morir sea solo un tránsito”. Y en otra ocasión: “Hay en el hombre una parte abierta al infinito, hacia la Otredad”. Aunque en la interpretación de Octavio Paz nada se puede dar como definitivo, porque él mismo es fragmentario, hay quienes han visto una evocación de esa Otredad en el que es quizá su más famoso poema: Hermandad.

Soy hombre, duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas me escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
Alguien me deletrea.

En cualquier caso, ya en el temprano El laberinto de la soledad, Paz había entendido la trascendencia como “las manos de otros solitarios”. La otredad son también los otros. Las críticas de Paz a las deformaciones de las ideologías y al extrapoder del Estado tenían como objetivo la defensa y custodia del ser humano.

 

Posteridad

Durante años, las publicaciones de izquierda le hicieron un cierto vacío. Desde posiciones más conservadoras tampoco se entendía mucho el juego de Paz, que parecía equívoco. Sin embargo, él tuvo siempre, hasta el día de hoy, un público no muy amplio, pero que disfruta con la calidad de su prosa y con su asombrosa erudición.

Lo más importante de Paz, en el centenario de su nacimiento, sigue siendo su vasto interés por todo, su atención a la evolución de los tiempos y su preferencia por esa tríada que forman la poesía, la libertad y el amor.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Diario Exterior, www.eldiarioexterior.com.