Endogamia: la que conocemos y la otra

Enrique Subercaseaux | Sección: Política, Sociedad

#05-foto-1Los célebres vitrales de la Catedral de Chartres (Francia) expresan de forma gráfica una conocida reflexión atribuida al maestro Bernardo de Chartres, quien ya en el siglo XII hablaba de que los hombres “somos como enanos encaramados sobre hombros de gigantes”.

Lo que reflejan los vitrales son, precisamente, los pequeños santos de la cristiandad llevados a horcajadas sobre los enérgicos hombros de los grandes profetas del mundo antiguo. Y lo que quería expresar el erudito tras ese enunciado –en el fondo una lección de profunda humildad– era que quienes están arriba pueden cometer el error de pensar que tienen mayor agudeza visual por haber podido situarse en una posición más elevada. Pero sin los profetas, sin todo el saber y el acervo cultural y filosófico de su tiempo, esa aparente superioridad es simplemente falsa. Inexistente. Una ilusión óptica.

Somos algo, venía a decir el filósofo, gracias a lo que encontramos debajo de nosotros, y ésa es, en realidad, la gran miseria  de la política actual en Chile: se reniega de una musculatura, de una osartura, intelectual en la que apoyarse para dar forma y articular su ideología. Huérfana, al mismo tiempo, de un rigor teórico al que sujetarse en unos momentos especialmente críticos  para el devenir político social en Chile. Y en última instancia, presa  de sus propios demonios familiares que salen a relucir de la botella cada cierto periodo de tiempo por su proverbial endogamia.

Por una parte, la derecha parece presa de un pasado histórico del cual quiere renegar. Pero: ¿es posible renegar de la historia?  La izquierda, o Nueva Mayoría, misma cosa: quieren renegar de sus logros durante los 20 años del pasado reciente en que fueron Gobierno. La pregunta lógica es: ¿con que ideas (como piedra angular) se quiere regenerar  ambos sectores?

Dentro de los cuadros de la política chilena hay muchos que han seguido estudios de post-grado en Universidades extranjeras.  Suponemos que han aprendido mucho y conocido realidades distintas y disimiles, de las cuales se pueden extraer una o más  ideas para el desarrollo del país. Sin embargo, esta “interfaz” cultural no se percibe al momento de establecer comparaciones y delinear modelos: o se trata de imitar algo “ideal” pero que no calza con nuestra idiosincrasia (la educación de Finlandia o Alemania, por ejemplo) o se buscan modelos que ya ha demostrado su baja operatividad (algunos casos de nuestro sub-continente) o simplemente realidades lejanas y disimiles, como ciertos casos asiáticos.

No se opera ni se analiza  dentro del realismo que  debiera acompañar toda propuesta de política pública. Y, de paso, se hace aún más patente la escasa comprensión de nuestra realidad socio-económica.

Resultado de lo anterior es que se apilan las frustraciones, tanto en el  estamento político como de la sociedad toda. Las estadísticas de la OECD son un caso puntual y concreto.  ¿Podemos de verdad comparar nuestra idiosincrasia con la de los países europeos, Japón o América del Norte?

¿No será mejor buscar horizontes intelectuales más amplios que nuestro circulo profesional, de partido o de Universidad para lograr una mejor comprensión y análisis de lo que está pasando? ¿De verdad estamos convencidos que con decir que Chile cambió estamos al otro lado y problema resuelto?

Nuestro país tiene un capital humano importante. Es exitoso en una serie de ámbitos que han logrado plasmar una evolución y desarrollo  muy positivos para el colectivo social.  Ha llegado el momento de comenzar a aplicar el conocimiento de verdad en nuestros problemas prácticos. ¿O es necesario seguir apelando a nuestra historia de los últimos cincuenta años para justificar cambios y evoluciones mal concebidas?  Si nos guiamos por la Reforma Tributaria y su debate, de verdad es que tanto la propuesta como las mejoras planteadas se debaten  en un escenario muy pobre. ¿Dónde están los conocimientos adquiridos en tanta Universidad de relumbrón?

La tan criticada globalización, que es una realidad y criticarla equivale a criticar un automóvil (la maquina) cuando chocamos en la calle, nos da la oportunidad de salir y ampliar horizontes de verdad. Renovar ideas y ver cómo funcionan los países y sociedades exitosas. Seguir pegados en el pasado no va a componer nada, sino que  profundizar nuestro afán endogámico.