Los senadores con tiempo de sobra
Luis Alejandro Silva I. | Sección: Política, Sociedad
A cuatro senadores les sobra el tiempo. Bianchi, Guillier, Horvath y Rossi acaban de ingresar un nuevo proyecto de ley, para prohibir las golosinas en las cajas de los supermercados. ¿Qué mejor ejemplo de la burbuja en la que viven algunos de nuestros parlamentarios? Todo el engranaje institucional diseñado para catalizar la Voluntad Soberana del Pueblo de Chile en movimiento para discutir si se pueden vender “candys” a la salida del supermercado. De más provecho sería que estos señores estuvieran jugando a la pelota en vez.
Este nuevo proyecto de ley (Boletín 9291-11) es un ejemplo brutal de muchas cosas. En primer lugar, como ya dije, de la burbuja en que trabajan algunos de nuestros representantes en Valparaíso. En segundo lugar, de la concepción monstruosa con que algunos entienden el paternalismo estatal. En tercer lugar, del ingenuo optimismo depositado en la eficacia de la ley. En cuarto lugar, de la holgura de tiempo de que gozan Bianchi, Guillier, Horvath y Rossi.
El peligro de vivir en una burbuja es tratar como universal algo que es puramente particular al mundo de uno. Por ejemplo, ciertas personas necesitan educación gratuita. Los que viven en la burbuja creen, en cambio, que todos la necesitan. Otro ejemplo. Un parlamentario experimenta fuertes tentaciones cada vez que, haciendo la cola para pagar las compras de la semana, enfrenta esas bandejas de “candys” importados. “Esto es malo para mí”, dice. Y como vive en una burbuja concluye que es malo para todos.
El Estado es paternalista. Pero hay paternalismos que matan. El proyecto de Bianchi y compañeros es de los que matan. En psicología están bien estudiados los riesgos de la sobreprotección. Sería bueno que nuestros parlamentarios estudiaran un poco de psicología. Dejando intenciones de lado, el mensaje implícito de esta iniciativa legal es: “usted, consumidor y ciudadano, está expuesto a la peligrosa tentación de comprar caramelos que, en exceso, pueden hacerle mal; para ahorrarle eventuales disgustos, y asumiendo que en esas circunstancias su libertad no es del todo libre, nosotros prohibiremos que se vendan ‘dulces’ en las cajas de los supermercados y análogos. No, no es necesario que me lo agradezca: lo hacemos por su propio bien”.
Las parlamentarios se engañan haciendo leyes. Y de pasadita nos engañan a nosotros también. Creen —y nos hacen creer— que el problema se termina porque se legisla. No digo que esto sea siempre falso; digo, en cambio, que no es siempre verdadero. La otra media verdad que se disimula detrás de la ilusión de la ley es que los parlamentarios, porque proponen proyectos de ley (no importa cuál sea la materia), estarían haciendo la pega. De nuevo, no desmiento que esto a veces es así; discuto que no siempre es así.
Bianchi y compañía tienen tiempo de sobra, por eso pueden estar preocupados de una nimiedad como la de este proyecto de ley. Lo penoso del asunto es que podrían estar ocupados en tareas de mucha mayor importancia (¡sin mencionar que se les está pagando por esto!). La otra manera de enfocar el asunto es creer que la iniciativa en cuestión refleja auténticamente la escala de sus intereses como senadores de la República. No sé cuál de las dos me parece peor. Creo que prefiero la primera.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Chile B, www.chileb.cl.




