La misteriosa Rusia y nosotros

José Luis Widow Lira | Sección: Historia, Sociedad

#03-foto-1-autor Probablemente la situación que se vive en Ucrania y que ha tensado las relaciones de Rusia con Europa y Estados Unidos no ha dejado a nadie indiferente. Y no es para menos. Las consecuencias económicas de la tensión ya las estamos padeciendo y la posibilidad de un conflicto mayor entre los colosos en cuestión es simplemente pavorosa. Aunque un desastre mayor probablemente no llegue a ocurrir precisamente por ser mayor: los actores principales saben cuáles serían las consecuencias.

La economía y la guerra parecieran ser los acontecimientos que nos acercan un conflicto lejano. Por eso no es raro que reduzcamos sus causas a un asunto de dominio sobre petróleo, gas y otros recursos o a otro de influencia militar. Sin lugar a dudas ambas cuestiones tienen una importancia clave. Pero creo que hay más. Desde luego está la cuestión histórica –¡y cómo pesa la historia!–, que muestra que Crimea fue anexada a Rusia en 1783. Entonces, aunque la región no tenía toda la importancia geopolítica que tiene ahora, fue igualmente anexada por Rusia como producto de otro conflicto en el cual estaba ella estaba embarcada en Polonia y que la llevó a enfrentarse al imperio otomano al cual pertenecía la península. Son, entonces, más de dos siglos que Rusia considera Crimea, si no como suya, al menos como parte de su área de influencia. Sólo un error de cálculo de Kruschev, a mediados del siglo XX, mientras pensaba en la eternidad de la URSS, condujo a que Crimea fuese traspasada a Ucrania. Este factor, unido, por supuesto, a todos los demás, hace casi imposible que Rusia renuncie a Crimea. Occidente no entiende el problema cuando lo aborda desde la sola perspectiva del actual orden jurídico que rige a las naciones. La verdad es que, en estricto rigor, se trata de un problema que trasciende las posibilidades de ser solucionado desde las categorías de los estados nacionales y sus relaciones mutuas. Hay que incorporar criterios de juicio que tienen que ver con la mentalidad imperial –que por cierto no sólo la sigue teniendo Rusia–, aún cuando hoy no esté permitido asumir que existe como una realidad que hay que contar con ella, más allá de cualquier juicio de valor que se quiera hacer.

#03-foto-2Hay también otro asunto. Rusia, aunque en parte es Europea y aún cuando históricamente estuvo vinculada con las monarquías europeas hasta entrado el siglo XX, nunca llegó a ser una parte más de lo que podríamos llamar el “sistema europeo”, cuya última concreción es la Comunidad. Una de las causas de tal distancia es cultural. En ella entra la cuestión religiosa, que es la más determinante en el carácter de un pueblo. Ella trae aparejada, además, un modo de pararse en el mundo. Modo que, por supuesto es de naturaleza moral. No podemos desarrollar acá el detalle de esto, pero sí podemos resaltar que pareciera que Rusia se ha visto a sí misma como siguiendo un proceso distinto del de Europa. Y esas diferencias en los procesos histórico culturales pareciera estar aumentando la distancia entre Rusia y Europa –y por supuesto con EE.UU.. Es reveladora la reacción de indignación del “mundo occidental” contra Rusia cuando se encarceló a unas mujeres de un grupo “musical” que profanó un templo, o frente a las políticas contra la homosexualidad del gobierno de Putin. Pareciera que no se trata de hechos aislados sino de que unos y otros están caminando en direcciones contrarias. El mismo Putin realizó unas declaraciones interesantísimas cuando afirmó que el problema de occidente era que trataba al bien y al mal de igual manera. Es evidente que quien tiene una visión de esa naturaleza no quiere ver reducido el mundo en el cual históricamente ha ejercido su influencia. Está en juego no “lo que tiene una nación” sino el carácter –lo que es– de un pueblo. Créanme que no estoy haciendo una defensa de Putin ni de su gobierno. Él fue de la KGB y efectivamente tienen un carácter ruso que a cualquier occidental le resulta, al menos y por llamarlo de alguna manera, duro. Pero si me parece que la reacción rusa frente al problema de Ucrania obedece a razones frente a las cuales los occidentales nos hemos hecho sordos por nuestro materialismo economicista y nuestro disolvente relativismo moral. Más allá de lo que pase con Crimea, aquí hay materia que tenemos que aprender por nuestro bien y para entender mejor a Rusia.