Las caretas del aborto

Juan Ignacio Brito | Sección: Política, Sociedad, Vida

#03-foto-1-autorEl programa de Michelle Bachelet señala que su gobierno buscaría legalizar el aborto “en caso de peligro de la vida de la madre, violación o inviabilidad del feto”. No debe extrañar que esas sean justamente las razones menos esgrimidas por las mujeres que se realizan abortos, porque quienes propugnan la despenalización a menudo recurren a los casos emocionalmente más fuertes e infrecuentes para justificar sus propuestas.

Si se observa el ejemplo de Uruguay, cuyo gobierno ha presentado hace unos días un informe luego de que se cumpliera un año de la entrada en vigencia de la ley que autoriza interrumpir voluntariamente el embarazo, se puede apreciar que 60% de las mujeres que abortaron lo hicieron para “preservar su estilo de vida” y 30% mencionó razones económicas. Sólo 3% adujo motivos de salud, mientras que 1% señaló que su embarazo se debía a violencia sexual y 0,3% acusó malformación fetal. Otros motivos mencionados: carecer de pareja estable y tener muchos hijos.

Lo que ocurre en Uruguay es también ilustrativo en otro aspecto. Según los grupos que promovieron allá la legalización, en ese país se registraban unos 33 mil abortos al año, de acuerdo a un estudio realizado en la década de los 90. Sin embargo, en el primer año de vigencia de la ley, el número real llegó sólo a 5.000. En Ciudad de México sucedió algo parecido: antes de la legalización, los grupos pro aborto estimaban en 194 mil los casos anuales en esa ciudad, pero desde que éste fue autorizado, la cifra verdadera no supera los 20 mil por año. En Chile, el lobby abortista dice que se realizan 160 mil abortos al año. Sin embargo, los estudios del profesor Elard Koch, de la Universidad de Chile, los ubican entre ocho mil y 20 mil, y muestran además que la mortalidad materna ha venido cayendo desde 1989, cuando se prohibió el aborto terapéutico.

Sobredimensionar la cantidad de abortos es una estrategia muy recurrente del lobby pro legalización, porque permite pintar el problema como una calamidad sanitaria que requiere atención urgente. Por su parte, aducir razones humanitarias hace mucho más defendible la causa que presentar al público las verdaderas motivaciones que explican la enorme mayoría de los abortos: la comodidad personal o económica de las mujeres que optan por practicárselos.

Los que promueven el aborto saben que lo importante es aprobar una ley que abra la puerta. El sinceramiento de las cifras y las intenciones vendrá después, cuando echar pie atrás resulte muy difícil y eliminar la vida del nonato constituya una práctica legitimada. Por último, aun si la norma que autoriza el aborto es restrictiva, siempre habrá médicos dispuestos a ampararlo, incluso torciendo la legalidad. Es lo que hace un tiempo expuso una investigación del diario británico Daily Telegraph, que demostró que en los hospitales públicos del Reino Unido había médicos que simulaban razones legales para dar curso a la disposición ilegal de algunas madres a abortar considerando el sexo de la guagua.

La falta de voluntad del lobby pro aborto para ir de frente y exponer con transparencia sus motivaciones hace prudente que los opositores al aborto rechacen cualquier tipo de propuesta en esta materia. Actuar de otra manera sería caer en una ingenuidad que bordea la negligencia.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.

relevar�� o����� sensación de no estar realizadas, la angustia, todo aquello que las vincula con los demás, como maridos, compañeros sentimentales, hijos o padres, deben ser modificados por la terapia. Es la búsqueda de la satisfacción y la autorrealización, es ponerlas como centro de una felicidad cada vez más deseada pero, al mismo tiempo, elusiva e inalcanzable. En su versión burda el capitalismo emocional es antimasculino.

 

No son pues ideas progresistas de ninguna clase, aunque cuando la izquierda se sintió derrotada con la extinción de la Unión Soviética y del así llamado socialismo real, se quedó sin banderas (lo que le debió haber ocurrido nunca a la tradición socialdemócrata ni a la izquierda revolucionaria), el feminismo tuvo nuevas banderas que agitar. Aunque ello significara la renuncia a querer transformar el mundo, que es el verdadero objetivo de la izquierda.

Por ello es posible que se ponga como propósito, en nombre de derechos individuales, egoístas y burgueses el homicidio de fetos. Si ser progresista es querer profundizar la democracia y los derechos humanos, el derecho a la vida debe ser respetado siempre. Muchos abortistas argumentan que los ricos y poderos abortan cómo y cuándo quieren; quiero seguir creyendo que los pobres no son envidiosos ni seguidistas de sus adversarios.

La discusión, hay que decirlo, no va por el tema del aborto terapéutico, cuestión aceptable por simple lógica y compasión; lo erróneo es querer meter como aborto terapéutico el aborto resultado de una violación. ¿No será justo no hacer revivir a la niña, al ver a su hijo, la ofensa recibida?, la bondad de las personas es mayor a la maldad de algunos. Pero este aborto por causa de violación es equivalente al aborto a todo evento, al aborto como control natal. Sí, porque hace ya varios años que se ha construido un concepto, la violación intramatrimonial (bueno, quizás haya que incluir la violación intraconvivencial para ser más realistas); legitimada esta figura, se legitima toda clase de aborto.

Así, pues, el abortismo no es más que una concepción reaccionaria; de un progresismo que se rindió al pensamiento ajeno y sin ideales, meramente utilitario, que tiene al ser humano como un medio.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mostrador.