La necesaria clarificación

Axel Buchheister | Sección: Política

#09-foto-1Siendo un líder fuerte y carismático, Pablo Longueira ha marcado el rumbo en la UDI. Por eso el anuncio de su retiro, más allá que pueda ser una decisión que se revierta una vez plenamente recuperado, ha intensificado la necesidad de definiciones dentro de la colectividad que enfrenta una crisis.

Porque hay una crisis insoslayable: una merma en la votación parlamentaria, con la pérdida de unos 10 diputados y de las dos plazas senatoriales en la Región Metropolitana a manos de RN, además de una potencial derrota en la presidencial de la candidata de sus filas.

Pero la crisis alcanza también a RN: aunque ganó en diputados y se quedó con las codiciadas plazas senatoriales, se siente en el aire que vienen días complejos por el control del partido, con diversos intereses en pugna. Por otra parte, algo mayor tiene que estar sucediendo cuando un senador del partido termina apoyando a Bachelet (aunque eluda expresarlo así), porque dice sentir mayor cercanía con su programa. Asimismo, está el caso del doblaje en la senatorial de Antofagasta, que empezó a gestarse cuando el senador en ejercicio se retiró de la colectividad y remató cuando le importó muy poco hacer daño electoral al sector, amén del grave error de proponer como reemplazante a quien estaba inhabilitado.

Todo lo anterior, cuando los tiempos en teoría eran inmejorables: la centroderecha tiene el gobierno, después de muchas décadas, que ha gozado de buenas cifras económicas: alto crecimiento, baja inflación y pleno empleo. Si las condiciones son buenas, los malos resultados se originan entonces en un problema profundo en el sector y que antes que nada es de identidad: qué somos, en qué creemos y qué proponemos; según eso, cuál es el camino para lograr el triunfo, que de lo contrario será débil y efímero.

En la UDI, pugnarían dos almas, una principista y otra pragmática que quiere un partido popular. Pero los partidos sin principios no van a ninguna parte y son presas del populismo, donde la izquierda siempre será el original y la derecha una mala copia. Los principios tampoco bastan, pues el poder se gana con la mitad más uno de los votos y hay que ser popular, en el sentido de llegar a todos y en todos los niveles. Y como la votación natural de la centroderecha está en los niveles socioeconómicos más altos, la tarea difícil necesariamente se tiene que hacer en los sectores populares. Así lo entendió con singular éxito la UDI en sus inicios, que siendo un partido de principios (“nos temen porque nos saben irreductibles”) se adentró en el mundo popular. Curiosamente, mientras unos dicen que se abandonaron los principios, otros acusan que al insistir en éstos, se ha perdido al mundo popular. Parece que se perdió el norte de conjugar ambas cosas, porque una sin la otra no tienen sentido. Jaime Guzmán preguntaba en clases, “¿de qué sirve ganar con las ideas del otro?; ahí es el otro el que ganó”.

Si el objetivo es el poder por el poder, entonces cualquier camino sirve, pero si se busca para que prevalezca un modelo de sociedad, los principios sí importan. Sin duda, los partidos de centroderecha se enfrascarán en un debate sano y duro en los próximos meses. La clave será que partan por clarificar qué tipo de poder buscan y no cómo alcanzarlo.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.