Bestias

Braulio Fernández Biggs | Sección: Educación, Familia, Sociedad

#10-foto-1En una de esas típicas “graduaciones” de fin de año, que a los padres con hijos en edad escolar nos toca asistir, me contaron de hechos literalmente bestiales y que hablan muy bien –quise y quiero decir muy mal– de cómo están las cosas entre nuestros niños-adolescentes. Sí, en la generación de recambio: en aquellos que “gobernarán” el país en quince o veinte años más (y que, me adelanto a decir, ojalá no lo hagan; aunque no nos quedará otra…).

Érase la graduación de “octavo básico” en un colegio particular pagado de la zona oriente de la capital –es decir, lo mejor de Chile– y la situación fue la siguiente: escolares que no cantaban el himno nacional, tampoco el himno de su colegio y, guinda de la torta –guinda de todas las guindas–, que se burlaban del compañero galardonado con el premio de música, por su participación en el coro del colegio.

Vamos por partes. No cantar el Himno Nacional puede deberse a una de dos posibilidades: a) ya no se les enseña en el colegio (grave); o b) les da lo mismo (más grave aún). El himno patrio es como la misión y la visión de las empresas: aquel texto que enuncia la razón de ser de la misma. Y, de paso, “relata” las bases de su identidad.

No cantar el Himno del Colegio. También dos alternativas, y las mismas que para el caso anterior: a) ya no se les enseña (grave); o b) les da lo mismo (más grave aún). El himno del colegio es como la misión y la visión de las empresas: aquel texto que enuncia la razón de ser de la misma. Y, de paso, “relata” las bases de su identidad.

Pero burlarse del compañero galardonado con el premio de música es, sencillamente, ¡volver a las cavernas! Lo que sirve, lo que es útil, todo aquello que beneficia desde el punto de vista material, pragmático, eso sí que vale. Lo intangible, lo inútil, ese quehacer humano que parece sólo moverse en la esfera de lo feérico (de los cuentos de hadas), es una ridiculez. Tal vez y hasta un engaño. ¡Un insulto! Pero se olvida que, en cuestiones artísticas, la hermenéutica del camino polvoriento (sí, la hermenéutica de la sospecha, la desconfianza y el “realismo”, que necesita a la “ficción” para existir), es, precisamente, una ridiculez, un engaño y, como decía, ¡un insulto!

Claro, para esos enfermos de pragmatismo cuyo único horizonte es “estudiar comercial”, terminar rápido y comenzar a ganar harta plata, les parece sencillamente ridículo un ser humano preocupado de la belleza, la armonía y toda la gama de intangibles que supone la vida espiritual (que eso es la música). Pero como eso no se mide, como no se cuenta, no vale. Es decir: vale el desprecio y el oprobio, la burla.

Sin embargo, esos fabulosos pragmáticos no se van a llevar sus “Audis” ni sus “Mercedes” al Más Allá, y más bien se encontrarán con “Aslan” quien, precisamente, creó Narnia a través de la música (C.S. Lewis, El sobrino del mago, capítulos 8 y 9).

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Chile B, www.chileb.cl.