¿Un país bananero?

Max Silva Abbott | Sección: Historia, Política, Sociedad

#04-foto-1Hoy se cumplen 40 años de uno de los acontecimientos más tristes de nuestra historia, pues al margen de la postura que uno tenga, a nadie le gusta que en su país se produzca un golpe de Estado. Es por eso que me referiré sólo a este acontecimiento, no a lo que ocurrió después, tema sobre el cual se ha debatido mucho.

Una cosa que siempre me ha llamado profundamente la atención, es que en un país como el nuestro, que posee una notable y prolongada tradición democrática –que ya se quisieran varios países europeos– y que además, es famoso por su apego a la legalidad (si bien esto último hoy comienza a decaer), haya podido producirse un suceso como éste.

En efecto, nuestra historia democrática desde 1830, muestra una continuidad verdaderamente asombrosa, si se la compara con la de nuestros vecinos, al punto que ya en el siglo XIX, Chile se distinguía notoriamente de ellos, de una manera análoga a como ocurre hoy. Y salvo los sucesos de 1851, 1859, 1891 (este fue el más grave), 1924 y 1932, al menos en sus aspectos formales, nuestra democracia funcionó como un reloj.

En consecuencia, si uno contempla desde esta perspectiva el golpe de Estado de 1973, no puede menos que quedar perplejo por su ocurrencia.

Dicho de otra manera: si fuéramos una república bananera, en que cualquier oficial advenedizo se hiciera con el poder para beneficio personal, se trataría de un acontecimiento más, dentro de un cúmulo de hechos desastrosos. Por lo mismo, si hoy algún alto oficial diera un golpe de Estado, la reacción no sólo sería de condena total y unánime –no pasando de ser una revuelta prontamente sofocada–, sino que de manera más profunda, resultaría muy difícil de creer; lo cual es lógico, porque para que un acontecimiento así “prenda”, se requiere de “combustible”, esto es, de un clima de total efervescencia y polarización.

Lo anterior quiere decir, por simple lógica, que algo muy grave tiene que haber pasado en nuestro país para que se hayan dado los tristes acontecimientos que hoy se conmemoran, sucesos que deben ser objetivamente analizados para aprender de ellos. No pueden olvidarse, por tanto, algunos, como la moción de la Cámara de Diputados que declaró al gobierno fuera de la Constitución y las leyes, o los constantes altercados entre la Corte Suprema y ese mismo gobierno. Si un país llega a tal extremo de confrontación entre sus poderes públicos, ello es señal inequívoca de que algo muy malo está ocurriendo.

A lo anterior hay que sumar el clima de la calle, con tomas, protestas, paros, peleas, una inflación estratosférica, escasez de productos básicos, colas y un largo etcétera. De hecho, a menudo me he preguntado qué pasaría hoy si escasearan algunos productos, incluso no tan importantes.

Es por eso que debe meditarse más respecto del clima que existía en ese entonces, para que un suceso como el que hoy se conmemora, no ocurra nunca más.