Los pibes de la Cámpora

Joaquín García Huidobro | Sección: Historia, Política, Sociedad

#05-foto-1¿Qué es la Cámpora, esa palabra mágica que está detrás de los problemas de Lan en Argentina y de muchas otras operaciones que para nosotros los chilenos resultan incomprensibles?

Héctor J. Cámpora fue un político peronista de segunda fila que se hizo famoso porque, en 1973, fue elegido Presidente de la República en unas elecciones en las que el viejo líder, exiliado en Madrid, no podía participar. Bajo el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, permaneció 49 días en la presidencia hasta que se arreglaron las cosas para que hubiera nuevas elecciones, donde Juan Domingo Perón alcanzó la primera magistratura por tercera vez en su vida.

¿Por qué haber llamado “Cámpora” a una agrupación particularmente temible, cuando el verdadero Cámpora era un hombre más bien inofensivo? Al menos dos razones explican esa denominación: la primera es que el ex Presidente fue un representante del ala izquierda del peronismo, la misma que fue repudiada por Perón en 1974 pero que hoy, empleando todavía el nombre del difunto, está instalada en la Casa Rosada. Aparte de esta afinidad ideológica, hay una segunda razón, de carácter psicológico, para emplear ese nombre: Cámpora se caracterizó por su docilidad a Perón, lo mismo que la actual agrupación representa el núcleo más duro de fidelidad al kirchnerismo.

Pero los tiempos han cambiado, porque mientras la recompensa a Héctor Cámpora en su tiempo fue una modesta embajada, los jóvenes de la Cámpora han recibido un premio más que generoso a su lealtad. En efecto, cuando el gobierno de Kirchner expropió las administradoras de fondos de pensiones, AFJP (en una operación en que la retórica venció por paliza al sentido común), el régimen quedó en condiciones de nombrar a gente de su confianza en los directorios de casi todas las principales empresas argentinas, donde las AFJP tenían invertidos sus fondos. ¿Y a quién se nombró? Obviamente a los muchachos de la Cámpora. De este modo, sin haber destacado en los estudios y sin haber trabajado demasiado en la vida, de un día para otro empezaron a recibir las mismas dietas que persiguen personas que son puestas en los directorios en virtud de su experiencia y capacidad. Así, de un día para otro, esos jóvenes kirchneristas comenzaron a vivir muy bien, y a tener voz y voto en unas empresas a las que odian o al menos desprecian: el zorro al cuidado de las gallinas.

En otros casos, la recompensa no ha consistido en la participación en los directorios de las empresas privadas, sino en la conducción de empresas públicas, como es el caso de Aerolíneas Argentinas, expropiada a los españoles cuando éstos habían conseguido sanearlas. ¿Y cuál ha sido el resultado? Que Aerolíneas le cuesta hoy al Estado argentino nada menos que dos millones de dólares diarios. Una empresa así, obviamente, no puede competir con ninguna empresa medianamente administrada, y mucho menos con Lan. Pero en el mundo de la Cámpora funcionan otras reglas, y la lógica económica ha sido desplazada por el matonaje, como se ha visto en el episodio del hangar en Aeroparque.

Un sistema así supone un enorme perjuicio para los argentinos, que tienen que sufrir estoicamente las consecuencias y ven con impotencia cómo se dilapidan sus impuestos. Pero nada de esto parece importarle a Cristina, porque un régimen como el suyo sólo puede funcionar a fuerza de Cámpora.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Chile B, www.chileb.cl.