Las vueltas de la vida

Max Silva Abbott | Sección: Religión, Sociedad, Vida

#05-foto-1El caso Belén parece haberse convertido en el asalto final para quienes quieren despenalizar el aborto en Chile. Ya no sólo se trata del debate en los medios, sino de destrozos en la Catedral de Santiago por parte de manifestantes abortistas, e incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha solicitado medidas cautelares para proteger su salud (dicho de manera clara: procurarle un aborto). En suma, parece que la paciencia de los promotores del aborto se ha agotado.

Cuando uno analiza estos debates, da la impresión que la única opción válida fuera abortar, pues cualquier medida que tienda a proteger la vida del no nacido es rechazada de inmediato. Lo cual no deja de ser curioso, porque una auténtica elección, debiera permitir que ambas posibilidades puedan expresarse legítimamente. Y Belén ya ha decidido: continuar con su embarazo.

Por otro lado, para justificar el aborto, los argumentos han ido haciéndose cada vez más radicales. Así, ya no sólo se dice que antes de la anidación estaríamos en presencia de un “preembrión”; que hasta cierto momento de su desarrollo (variable, por cierto) este ser no sería una persona; en fin, que el feto no es un ser humano (¿será un animal entonces?). Ahora, algunos sostienen que el embarazo es una “tortura” y por tanto, un trato cruel, inhumano y degradante; e incluso, que el embarazo es ¡una enfermedad de transmisión sexual! ¿Cuál será el próximo paso? Simple: la legitimación del infanticidio y la eutanasia infantil, como ya está ocurriendo.

Todo esto no es más que el lógico desenlace de no reconocer la igualdad de todos los miembros de la especie humana. Si, como usualmente se dice, “mi libertad termina donde comienza la de los demás”, ¿de qué libertad se habla, si muchos no están dispuestos a reconocer como existente, como su igual, a quien los estorba, como a veces ocurre con un niño en gestación? A fin de cuentas, la primera “libertad” que debiera reconocerse a todos, es la libertad de poder existir, pues el aborto o el asesinato son, desde esta perspectiva, el máximo atentado contra dicha libertad.

Lo contrario, esto es, buscar el resquicio para no respetar ni considerar a otros cuando no nos conviene (o como se dice también, abogar por una protección “gradual” de la vida de acuerdo a su nivel de desarrollo, o que se trate de un derecho “prima facie” que puede ceder ante otros derechos) es, literalmente, jugar a la ruleta rusa: nadie sabe, cuándo le llegará el turno de estar en el bando de los débiles o de los que estorban. A fin de cuentas, la vida (literalmente) tiene muchas vueltas.