El desquite

Federico García Larraín | Sección: Educación, Sociedad

#08-foto-1El desquite de los alumnos es el día en que deben llenar la “encuesta de evaluación docente”. Anónimamente pueden escribir lo que les dé la gana sobre sus profesores y poner nota a quienes las pusieron durante el semestre. No debería llegar a eso; profesores y alumnos trabajan para lo mismo, pero siempre hay algunos que se resisten ser educados, lo que genera conflictos. “¡No quiero aprender a leer, no me interesa!”, recuerdo que decía uno de mis hermanos pequeños. Pero fue obligado a aceptar las primeras letras, sin derecho a responder una encuesta sobre sus profesores.

Las opiniones varían respecto de esto. En algunas universidades estadounidenses el espíritu de acuerdos (tácitos) ha resultado en beneficios para ambas partes y en un desastre para la educación: el docente ofrece un ramo fácil a cambio de una evaluación positiva. Así, el profesor avanza hacia la obtención de su cátedra con una preocupación menos.

Por lo demás, si el profesor tiene una buena relación con su jefe directo –y si el jefe conoce bien a los alumnos– la evaluación docente pesa poco. Más aún, si hay escasez de profesores, la importancia de la encuesta pasa a ser muy secundaria. Por otra parte, si el jefe y el profesor no se avienen, la evaluación docente es una buena excusa para decirle al profesor que encuentre otro lugar para hacer clases.

En general, los profesores preferimos evaluar a ser evaluados, por algo somos profesores. Además, si uno ha de ser evaluado, espera serlo por alguien superior en conocimientos y experiencia, o al menos por los pares. Tampoco está muy clara la seriedad con la que los alumnos cumplen con esta tarea, o si realmente saben lo que están haciendo. En una de las primeras evaluaciones que recibí, los alumnos calificaron mi asistencia con un 80%. Afortunadamente había un registro firmado que acreditaba el 100% de mi asistencia, por lo que pude contar con un escudo eficaz contra ese tipo de evaluaciones. Nunca supe si no habían entendido la pregunta o si habían contestado al azar.

Ahora, si bien los alumnos pueden intentar desquitarse del profesor (ya que recibir educación puede ser desagradable para el que prefiere vivir al margen de la razón), estaría muy mal que el profesor buscase desquitarse de los estudiantes. El profesor tiene que evaluar con justicia y en lo académico, y la mayoría de los profesores simplemente tiene que aguantarse si un alumno llega a clases desaseado, no pone atención o se instala en la sala como en la playa. Su desahogo está en la sala de profesores. Pero algunos tenemos un espacio en los medios y de vez en cuando advertimos a los alumnos que si se portan mal, o no estudian, pueden merecer alguna mención pública. Es el desquite del profesor. (En todo caso, no pierden el sueño por esto.)

Ejerciendo este ¿derecho? quiero mencionar brevemente una cosa que no deja de llamarme la atención. Si pregunto a mis estudiantes por qué está mal copiar en una prueba (la prevalencia de la copia es una lacra de la educación chilena y se hace poco por impedirla), las repuestas suelen ser alarmantes. Ya me he referido a esto, pero unas originales respuestas recientes me obligan a revisitar el tema. “Está mal porque implica dudar de uno mismo” respondieron varios. Y otro “Está mal porque te pueden pillar”. Que el lector saque sus propias conclusiones.