Mucho ruido para muy poco

Michael Cook | Sección: Sociedad, Vida

Retrasemos el reloj a enero de 2003. El actor tetrapléjico Christopher Reeve defendía desde su silla de ruedas la promoción en Australia de una legislación a favor de la clonación terapéutica, como algo absolutamente necesario para evitar la muerte innecesaria de muchos pacientes. El escepticismo acerca de las células madre embrionarias era presentado como un mito sin base científica.

En julio del mismo año la mundialmente prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine publicaba un artículo de revisión acerca de la “esperanza de curación universal” basada en las células madre embrionarias. Su autor llegó a escribir “La perspectiva prometeica de la regeneración perpetua nos espera ante la mirada del buitre del tiempo”.

La expectación era general. Tanto, que muchos países aprobaron legislaciones que permitían la “clonación terapéutica” con fines científicos. El debate resultaba muy intenso. Nancy Reagan, previamente Primera Dama de EE.UU. afirmaba “Hemos perdido mucho tiempo, no podemos perder más”. Los científicos se convirtieron en activistas políticos. Ejercieron como “lobbys” políticos que insistían que la clonación terapéutica conduciría a la curación del Parkinson, el Alzheimer y la diabetes. “Nunca en mi carrera he encontrado una herramienta biológica tan poderosa como las células madre. Tiene solución para todo tipo de enfermedad humana”, dijo el Dr. Hans Keirstead, de la Universidad de California, Irvine.

Los escépticos argüían que las células madre adultas ya ofrecían vías éticas para las curaciones y que las células madre embrionarias nunca serían eficaces. Los embriones eran seres humanos y resultaba una locura tratar las vidas humanas como herramientas de investigación. Además, las mujeres serían víctimas de la clonación terapéutica, ya que requeriría cantidades enormes de óvulos. Y a más, por razones simplemente biológicas, no llegarían a funcionar.

Las presiones fueron inmensas y los escépticos perdieron. La ética tuvo que tomar un asiento en última fila de la ciencia. Ruth Faden, y John Gearhart hablaron en nombre de la bioética, y de los científicos expertos en células madre: “Creemos que la obligación de superar el sufrimiento humano nos urge a todos y justifica el uso instrumental de la vida en sus primeras fases embrionarias”.

 

Pero las curaciones no llegaron

En los diez años que han pasado desde entonces el hecho más memorable ocurrido en la investigación con células madre embrionarias ha sido el record mundial de fraude científico. En 2004 y 2005 la revista Science publicó dos artículos del científico coreano Hwang Woo-suk. Afirmaba que había aislado con éxito células madre embrionarias. Corea imprimió sellos en su honor y fue festejado como una celebridad internacional. Pero resultó ser un charlatán, sus resultados eran falsos y había obtenido óvulos de manera no ética.

En la prensa seguían apareciendo noticias que fluían de los laboratorios citológicos, pero sólo con “desarrollos altamente prometedores” y no con curaciones demostradas. En 2011 la firma biotecnológica californiana Geron, tras muchos intentos fallidos, y un año de ensayos humanos para curar traumas espinales como los de Christopher Reeve, echó por la borda toda la investigación en células madre embrionarias para centrarse en medicamentos para curar el cáncer. No tuvieron más remedio: iban a la ruina.

La razón por la que la investigación en células madre procedentes de embriones ha ido gradualmente desapareciendo de los grandes titulares de la prensa reside en el hecho de que han sido superadas por las “células madre pluripotenciales inducidas”. En 2007 el investigador japonés Shinya Yamanaka mostró que era posible crear células madre a partir de células epiteliales sin necesidad de destruir embriones. Ante este hecho muchos investigadores punteros en células madre abandonaron el uso de los embriones. Yamanaka, que había sido uno de los que había insistido en la falta de ética de la investigación con células madre embrionarias, obtuvo el Premio Nobel de Medicina el año pasado.

Por diversas razones algunos científicos continúan en la causa de las células madre embrionarias. El mes pasado unos investigadores de la Health and Science University de Oregon anunciaron que habían clonado embriones humanos y extraído con éxito células madre embrionarias. El estudio fue publicado en la revista Cell tras una revisión relámpago. Se trataba de un golpe de efecto y un “avance sin precedentes”, como dijo George Daly del Stem Cell Institute de Harvard.

 

Las celebraciones duraron muy poco

El efecto principal de este artículo fue evocar la pesadilla del escándalo de Hwang. Lectores con buena vista notaron que algunas de las imágenes habían sido duplicadas. Los nubarrones empezaron a juntarse sobre los resultados. “Es una chapucería impensable en un trabajo que debía causar tal impacto”, como apareció en la revista Nature. “Resulta preocupante pensar qué hay además detrás de lo que se ve a simple vista”.

Así es el último chasquido en la mayor batalla bioética del siglo XXI: tan sólo otro sonrojo. Como el Boston Globe ha llamado la atención, “La disponibilidad de células madre reprogramadas, las dificultades del método, los obstáculos para conseguir donantes de óvulos necesarios, todo contribuye a que el progreso sea para los científicos de las células madre más un éxito técnico que una apertura a nuevas posibilidades o una plataforma para nuevas terapias”.

¿No resulta ya hora de establecer una Comisión de Verdad y Reconciliación de las Células Madre? Se ha tratado de una batalla en la que la verdad quedó relegada. Como dijo Ronald D.G. McKay, otro científico puntero en células madre, “La gente necesita cuentos de hadas”.

Los contrarios a la investigación con embriones fueron tildados de trogloditas y de fundamentalistas religiosos. Sus credenciales científicas fueron puestas en cuarentena. Fueron acusados de insensibles e indiferentes ante el sufrimiento de los enfermos crónicos.

Y sin embargo ellos tenían razón

¿Hay alguien dispuesto a disculparse?

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por MercatoNet. La versión en castellano reproducida aquí corresponde a la publicada por Temes d’Avui, www.temesdavui.org.