Vergüenza nacional
Guillermo Ramírez Diez | Sección: Educación, Política
¿Se leyó usted la acusación constitucional contra Harald Beyer? De no ser así, no se sienta mal. Ud. —en su calidad de dueña de casa, jubilado, empleado, estudiante, empresario, simple ciudadano o párroco— no tiene la obligación de hacerlo. Al final, muchas cosas relevantes pasan todos los días en Chile y el mundo, pero las obligaciones de cada uno están primero. ¿No cree Ud.?
Los que sí estaban obligados a hacerlo, porque es propio de la pega que les corresponde, son los señores diputados. Ellos, que debían votar a favor o en contra de las acusaciones contenidas en el libelo, tenían como deber mínimo leérselo.
Pero muchos no lo hicieron. Algunos diputados —ante la pregunta de periodistas incisivos— no eran capaces de explicar los contenidos de la acusación. Vimos contorsiones (lingüísticas, claro) de diputados que intentaban zafar sin dejar en evidencia su total ignorancia frente al tema.
Pero el asunto se pone más feo aún. Fíjese usted que al ministro Beyer se le acusa de “dejar sin aplicación el artículo 3 letra b de la ley 20.502”, es decir —y aquí cito la mencionada norma— de “velar por la mantención del orden público en el territorio nacional”, obligación que esa ley y ese artículo depositan expresamente en el Ministerio del Interior. ¿No le parece genial? Pero esto no para: los implacables acusadores dicen además que el ministro Beyer infringió, “abusando de sus facultades legales, los artículos 19 Nº 1 y Nº 5 de la Constitución”. ¿Está listo para saber qué dicen esos artículos? Aquí vamos: el Nº 1 habla del derecho a la vida y el Nº 5 de la inviolabilidad del hogar y de toda forma de comunicación privada. De acuerdo al libelo, este Beyer es un verdadero monstruo.
Así están las cosas. Los redactores del documento hacen copy-paste de acusaciones pasadas; los diputados que la aprueban, ni siquiera leen el libelo; algunos estudiantes, ¡el futuro de Chile!, rasgan vestiduras por la seriedad de las acusaciones. Ud. me va a perdonar, pero el único personaje serio en esta historia es el hombre sentado en el banquillo.
Un dato adicional: el candidato presidencial de la DC originalmente rechazaba la acusación, pero, según él, después de leerla llegó a la conclusión opuesta. ¿En verdad, señor candidato, fue eso lo que ocurrió?
Me permito una teoría diferente: el candidato y los diputados –algunos contra su voluntad, como Pilatos– se allanaron a la posición de quienes este año van a leer todo en clave electoral: “¿Le hace daño a la derecha? Hagámoslo. ¿Beneficia a la derecha? No lo hagamos”.
¿Y el bien del país dónde queda en esa ecuación? No aparece. El bien del país tendrá que esperar a que pasen las elecciones.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.




