Fe, zapatos, periodismo

Augusto Merino | Sección: Religión, Sociedad

Chesterton decía que, cuando se deja de creer en Dios, se comienza a creer en cualquier cosa.

Las legiones de descreídos contemporáneos, de los cuales la mayor parte lo son porque ignoran aquello en que dicen no creer, necesitan, como seres humanos, creer en algo, y han terminado, llevados por la velocidad y frivolidad con que hoy se vive, por creer en lo que dicen los periodistas, sin darse, naturalmente, el trabajo de criticar, comparar, investigar.

Bastó con que un avispado y, seguramente, mal intencionado periodista europeo vinculara el color rojo de los zapatos que han usado desde hace mucho los Papas con la modista española Prada, para que el mundo entero, regocijado, ridiculizara a Benedicto XVI, aprovechando la oportunidad, que la pintaban calva, para dejar caer sobre él, que es hombre sencillo y auténticamente humilde, un diluvio de imputaciones sobre el lujo y la ostentación y la falta de sensibilidad hacia los pobres que manifiesta a cada instante esa babilonia, el Vaticano.

El Papa actual ha rehusado seguir la tradición de los zapatos rojos. Está en su pleno derecho. Hubo algún Papa en el pasado –se dice que fue San Pío V– que comenzó a usar vestiduras cotidianas de color blanco, en lugar de la púrpura cardenalicia. Este tipo de cosas van y vienen en la Iglesia, y aunque muchas veces son portadoras de simbolismos en absoluto despreciables, cuyo cambio o manipulación es siempre peligroso (no es necesario saber mucha antropología para apreciarlo), al cabo no tienen demasiada importancia.

Sí la tiene la influencia que cualquier plumario, escribiendo desde su ignorancia y malignidad, puede tener en la vida de la Iglesia. El episodio de los zapatos carece, como hemos dicho, de excesiva importancia. Pero hay otros aspectos en que los periodistas y, en general, los llamados “mass media”, víctimas irrecuperables, la mayor parte de las veces, de la ignorancia y malignidad que hemos mencionado, han tenido una influencia desastrosa.

El mismo Benedicto XVI ha comentado, en una larga entrevista que le hizo Peter Seewald, que del Concilio Vaticano II los católicos (fieles laicos y, para qué abundar en materia tan dolorosa, clérigos) no tienen más idea que la versión periodística que circula en medios tan dignos de fe y tan respetables como The Economist, o el New York Times, o Paris Match… Son una ínfima minoría los católicos (laicos y clérigos) que han leído los textos del Concilio –no diremos todos ellos, sino ni siquiera alguna parte– en su versión original.

Sin embargo, no existe punto de referencia más citado que el Concilio cuando se quiere descalificar cualquier cosa que hayan hecho los papas posteriores a él, cosa que le sucederá –no habrá que esperar mucho– al Papa actual, no obstante usar zapatos negros.

Tan necesario como predicar la verdadera fe de Jesucristo es desacreditar la fe en las agencias internacionales de noticias, en la “tele”, en el noventa por ciento de los periodistas que, a partir de su sólida ignorancia, se transforman en sólidos enemigos de la Iglesia. Si Ud. quiere enterarse de lo que verdaderamente ha dicho el Concilio Vaticano II o los Papas, dése la molestia de leer los textos originales mismos y divulgarlos por los medios que Dios haya sido servido de poner a su alcance. No se transforme en caja de resonancia de las idioteces que congestionan el espacio cibernético por donde circulan las noticias.