Pesimismo y adhesión
Axel Buchheister | Sección: Política, Sociedad
Al cumplirse tres años de la victoria electoral que lo llevó al poder, el Presidente Piñera hizo una enérgica defensa de su gobierno. Enumeró los logros que considera haber obtenido su gobierno y demandó recorrer el país, comunicándolos para lograr un nuevo mandato de la centroderecha, sobreponiéndose al pesimismo endémico que afectaría a ésta cada vez que surge una dificultad. Agregó que las críticas que provienen del oficialismo, de abandonar los principios por proteger –según él– a los vulnerables, son una visión pobre del sueño y del ideario de la centroderecha.
La prensa y el mundo político entendieron que esas reflexiones son una respuesta a lo que sostiene el senador Jovino Novoa en su reciente libro “Con la fuerza de la libertad”, en el cual critica al gobierno de “no reafirmar los principios defendidos hasta ahora por su sector, sino hacer lo posible por camuflarse con la Concertación”.
Lo que no explican las palabras del Presidente es por qué si hay tanto logro cunde el desaliento y el pesimismo en las bases naturales de su gobierno. Y la respuesta es, porque no ven reflejados sus “sueños e ideales” en la acción del gobierno. Porque más allá de si las iniciativas como el posnatal extendido, Sernac financiero o la reforma tributaria son un acierto, los adherentes (esos que estarán siempre) no las comparten –por múltiples y fundadas razones–, aunque pueden, no obstante, aceptarlas como una necesidad política. Pero a cambio, jamás han visto una iniciativa o un proyecto de ley que los represente plenamente, que lo sientan como auténticamente propio. Advierten que todo se hace para tranquilizar a la Concertación y a los que critican y no a los que apoyan. Que como fruto de todo ello, las grandes ideas, como la iniciativa individual y el control del poder estatal, la libertad de enseñanza o la relevancia de la familia (la de siempre) pierden cada vez más respaldo en la sociedad, a pesar de que han probado ser la clave para que Chile sea lo que es hoy. Y lo peor es que con esa receta ni siquiera se ha logrado la adhesión ciudadana y las encuestas parecen augurar una derrota.
Entonces, el pesimismo será endémico, pero obedece a causas muy concretas. Y por lo mismo, no es fácil que los adherentes salgan a la calle a vocear la buena nueva del gobierno, porque no se sienten identificados con ella. Las cifras citadas con agudeza no bastan para construir una realidad; la gente tiene que creer en ella y sentir que la representa.
Los candidatos de centroderecha en los últimos años han cometido un reiterado error: abrazar las banderas de la Concertación para lograr el poder y menospreciar a las propias huestes (“no les queda otra cosa que apoyarnos”). Pues bien, nada más importante que el fervor y el apoyo de los propios para conquistar los terrenos ajenos. Lo prueba la situación actual, que habiendo muchas cifras buenas, el futuro político está ominoso. Una cosa es cierta: no hay que ser tan pesimistas, porque los adversarios viven su propia crisis y existe la posibilidad de revertir los pronósticos motivando a las bases, aunque no parece que eso lo pueda lograr el gobierno, sino que es tarea de los candidatos en las primarias, haciendo propuestas que logren reencantarlas.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.




