La PSU, ahora y siempre, presente
Pedro Vial | Sección: Educación
Mucho se ha escrito en estos días. Mucho se ha dicho sobre los avances y retrocesos. Mucho más se dirá, por encumbrados analistas, sesudos expertos en estadística, bienintencionados periodistas, dueñas de casa, usuarios del Metro, rectores y así, sin fin, hasta aburrirse.
Pero la realidad, la porfiada realidad, seguirá golpeando sin pausa a la mayoría de nuestros estudiantes.
Ud. simplemente observe. No se distraiga y observe. Mire lo que sucedió en los colegios pagados y mire lo que sigue sucediendo en los colegios municipales. No se entretenga con las excepciones, como el Instituto Nacional. Son sólo eso: excepciones.
Ahí está la verdad. La de la educación que damos a la mayoría de los chilenos, que es muy mala. Y no se equivoque: se la damos nosotros, cada uno de nosotros.
No hay mucho más que decir, pues en general está todo dicho. Pero hay que insistir en los cambios que son relevantes:
El financiamiento de la educación básica y media públicas, muy insuficiente.
En este punto es extraño cómo algunos se solazan en haber obtenido algún resultado mejor a la regla general, con pocos recursos. Parece ser un deporte nacional lograr resultados mediocres con escaso financiamiento.
Jenaro Prieto, hace ya casi 100 años, se reía de esta costumbre nacional, a propósito de la hazaña de cruzar la cordillera de los Andes con zapatos de charol. Decía Prieto que el héroe lograba cruzar, pero allende los Andes debían amputarle los dedos de los pies, congelados.
Esto es obtener resultados no buenos, con extremo sacrificio.
Para educar un niño con calidad, Ud., lector, si tiene a sus hijos en colegios pagados, sabe cuánto cuesta. Chile ni siquiera logra colocar la mitad del valor necesario para un mínimo.
El Estatuto Docente y los CMO
La enseñanza en los colegios públicos es muy mala, porque los colegios tienen escasa libertad, gracias a dos entelequias: El Estatuto Docente, un lastre espantoso, que ahoga a directores y docentes, y los CMO (Contenidos Mínimos Obligatorios), de una extensión e insensatez intolerables.
Me ha tocado ver colegios exitosos. Y sin excepción han seguido la siguiente ruta:
Han conseguido dinero extra de benefactores generosos. Básicamente entre el 55% y 65% del presupuesto operacional y el 100% de la infraestructura. Eso les permite pagar sueldos al menos razonables a los profesores y bonificar los resultados concretos.
Han logrado despegarse de la mayor maldición del Estatuto Docente: los malos profesores son cambiados. No crea que es fácil.
Han olvidado en la práctica los CMO, enseñando a los niños a leer y el gusto por la lectura, las operaciones aritméticas básicas en profundidad, las ciencias y la historia. Los galimatías de los expertos que no conocen a los niños ni en pintura las han archivado y, si tienen suerte, no se les aparecen en algún día de insomnio.
Esa es la receta. Difícil, larga, que cuesta años construir y segundos destruir. Pero infalible y probada.
Dejo a los expertos que revisen la calidad de la PSU, pero recomiendo que cambien a los autores, al menos en castellano, pues en su última versión (y en las anteriores) han demostrado una ignorancia angustiante. Si no me cree, hable, como yo, con alumnos con puntajes superiores a 700 puntos en la PSU y verá, como ya lo vi, que, en comprensión de lectura, las respuestas correctas son múltiples o ninguna de las alternativas que se presentan es aceptable.
Vendrá, desgraciadamente, el coro de protestas, los análisis técnicos y políticos, pero nada cambiará. Porque las protestas se usan para que los dirigentes estudiantiles adquieran notoriedad, para que el oficialismo se defienda y la oposición ataque. Eso, en cualquier tiempo.
Es verdad que es decepcionante, porque las soluciones son arduas, pero muy claras. Y nadie empieza, salvo muchos quijotes que se desangran la mitad del tiempo en la maraña de burócratas. Señor ministro de Educación: Tiene la oportunidad de hacer historia, iniciando el camino. ¿Tiene la voluntad y las ganas?
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.




