DC

P. Raúl Hasbún | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Recibiendo al Comité Ejecutivo de la Internacional Demócrata Cristiana el 22 de setiembre de 2012, el Papa Benedicto XVI propuso diversas claves para el compromiso político de quienes profesan la fe en Jesucristo. La primera es que ese compromiso, “fermento vital” para una mejora de las relaciones humanas y condiciones de vida, no debe experimentar “pausas o repliegues” sino, al contrario, “prodigarse con renovada vitalidad”. La segunda es que ante la gravedad y complejidad de la actual situación económica el cristiano está “llamado a actuar y expresarse con espíritu profético”. Ese espíritu profético le permite y obliga a asumir “con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades emergentes”. Así la crisis “se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo”.

Esta clave de confianza y no de resignación impulsa, al político cristiano, a buscar “un sólido fundamento ético, cuya ausencia en el campo económico ha contribuido a crear la actual crisis financiera global”. El aporte político e institucional del cristiano no se limitará a responder a las urgencias de una lógica de mercado, sino que pondrá como fundamento central e imprescindible la “promoción y tutela de la dignidad inalienable de la persona humana”; en “constante atención a la Palabra de Dios y al magisterio de la iglesia”. Por desgracia, abundan los “ofrecimientos de respuestas rápidas, superficiales y de poco alcance, haciendo tristemente actual la advertencia de Pablo a Timoteo: no soportarán la doctrina sana y se harán de un montón de maestros por el prurito de oír novedades”.

Este decisivo discernimiento, en el que se corre el riesgo de “apartar los oídos de la verdad y volverse a las fábulas” tiene lugar en las opciones fundamentales de la persona humana: “el respeto de la vida en todas sus fases, con el consiguiente rechazo del aborto procurado, de la eutanasia y de toda práctica eugenésica; y el respeto del matrimonio, como unión indisoluble entre un varón y una mujer y como fundamento a su vez de la comunidad de vida familiar”. De ahí que un auténtico progreso social “no podrá prescindir de políticas de tutela y promoción del matrimonio”, y así “invertir la tendencia de un creciente aislamiento del individuo, causa de sufrimiento y aridez”. Estas responsabilidades “conciernen de modo particular a quienes están llamados a desempeñar un papel de representación; especialmente si están animados por la fe cristiana”. Resuena, en efecto y con provecho, la amonestación del Libro de la Sabiduría: “un juicio implacable espera a los que están en lo alto”.

DC significa al mismo tiempo Democracia Cristiana y “después de Cristo”. Un político cristiano se pronuncia sobre la vida y sobre el matrimonio con la mente de Cristo, único Señor de la Vida, Autor del matrimonio y Defensor de la familia. Severo examinador de quienes están en el poder.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.