El número que aparece en título de este pequeño artículo corresponde al número aproximado de abortos que han sido practicados en Estados Unidos desde que el 22 de enero del año 1973 la Corte Suprema de ese país los autorizó, al dictar sentencia en el caso Roe vs. Wade (http://www.lifenews.com/).

Son cuarenta años en los que se viene practicando esta masacre nunca vista antes en la historia de la humanidad. Los crímenes de Stalin, de Hitler, de los mismos americanos tras el término de la segunda guerra mundial, del Khmer Rouge, todos quedan chicos al lado de éste.

Hoy día, el gobierno de Obama insiste en promover políticas abortistas. La última obliga a cualquier institución del país con cincuenta empleados o más a financiar seguros para que los empleados tengan acceso a métodos contraceptivos, incluyendo los que son abortivos. Esto ha puesto a hospitales, colegios, y universidades católicos y de algunas otras religiones en la disyuntiva de actuar contra algunos de sus principios más fundamentales. El asunto hoy día está en manos de la justicia. Pero no hay noticias buenas. En un caso presentado ante la justicia por una institución evangélica, que alegaba que la medida era contraria a la libertad religiosa al imponer conductas opuestas a la propia fe, la corte indicó que la obligación en cuestión no tenía nada que ver con la religión, y que por lo tanto no procedía la solicitud de inaplicabilidad.

Aparte de eso, Obama ha tomado muchas otras medidas que atentan contra la vida humana inocente. Desde luego suprimió todas las restricciones al aborto que Bush había dispuesto. También ha permitido y facilitado la experimentación científica con embriones. La cuenta es larga y no la vamos a reseñar acá. Hay muchos sitios en Internet  en los que se puede leer esta información.

Es difícil entender cómo un país, que gastando cifras que escapan a la capacidad de imaginación, dice defender a sus ciudadanos alrededor del mundo, los masacra sin compasión en el seno materno.

Es difícil de entender el afán suicida de una nación que liquida a las generaciones venideras.

Es difícil entender por qué el afán de los abortistas de que este crimen se expanda. No les basta siquiera con que existan leyes inicuas que permitan el crimen, sino que no se quedan tranquilos mientras los índices no comienzan a mostrar que el número de abortos crece.

Es difícil de entender por qué se insiste en el aborto cuando, a diferencia de lo que se podría haber alegado años atrás, ya no es una afirmación metafísica, sino absolutamente empírica que el ser que crece en el vientre materno desde su concepción es un ser humano como cualquier otro.

Es difícil entender cómo es que no existe la menor compasión por esos niños masacrados, ni siquiera cuando se contemplan sus movimientos infantiles de manos, pies, cabeza y rostro.

Es cierto. Hay industrias millonarias interesadas en la “materia prima” que son los cadáveres de esos niños. La industria cosmética, la médica. Esto explica en parte esto que es tan difícil de entender. Pero sólo en parte. Al final, no hay razones ni silogismos que nos puedan explicar ese tozudo afán de matar. Sigue siendo inentendible.

Atrás aparece el misterio abismal y tremendo del mal. Atrás está el misterio tremendo de ese hombre que, revelado contra Dios, grita a todo pulmón “Non serviam”. Y por no querer servir a Dios tampoco quiere servir al hombre. ¿Por qué el hombre se revela contra Dios? La respuesta es un misterio. La respuesta que quiera explicar el aborto, también.

Por eso, todo lo que pueda hacerse para salvar vidas de niños debe  ir acompañado de la oración. Sin ella, que es la herramienta de la que disponemos para que Dios mueva corazones, nada se logrará y el misterio de iniquidad seguirá predominando. Dios el único que es Bueno es el único que puede vencer este mal.

Nos queda la esperanza de que los niños asesinados hayan recibido el bautismo de sangre. ¡Que Dios tenga en su reino a estos santos inocentes del siglo XX y XXI y que descansen en paz!