Newtown
P. Raúl Hasbún | Sección: Política, Sociedad, Vida
La matanza de niños en una escuela de Newtown sigue conmoviendo al mundo. El presidente Obama no ocultó sus lágrimas. Y muy pronto, cediendo al clamor nacional, auspició restringir la comercialización de fusiles de asalto y municiones de guerra. En síntesis fría: que en un solo día mueran 20 niños a manos de un desquiciado mental es una tragedia devastadora, para cuya prevención urge limitar el acceso ciudadano a ciertas armas capaces de provocarla.
En Nueva York, el 41% de los embarazos termina en aborto inducido. Más de un millón 600 mil abortos quirúrgicos se practican cada año en los Estados Unidos. Por cada 3 niños concebidos, uno muere abortado. El 92% de estos abortos no tiene relación alguna con incesto, violación o salud de la madre. Desde 1973, más de 30 millones de vidas concebidas han sido allí violentamente sacrificadas: 20 veces más que las víctimas de guerras internas y externas de los Estados Unidos en toda su historia.
Las edades de las víctimas de esta guerra intrauterina no superan los 9 meses. Su tamaño es menor que el de los niños masacrados en Newton. El escenario de su ejecución (por un crimen que no cometieron) permaneció clausurado al escrutinio y reproche público: ni siquiera fue noticia. Y el autor de estos crímenes no fue una persona síquicamente desestructurada. Para estos crímenes no hubo conmoción nacional ni lágrimas presidenciales: estaban, los crímenes y sus autores, amparados por la Corte Suprema y un “derecho constitucional” en que la libertad para matar prevalece sobre la víctima inocente. Sus padres no corrieron, angustiados, a preguntar por la suerte de estas vidas mínimas: prestaron su consentimiento a que fueran sacrificadas. Los médicos no acudieron a salvarlas: pusieron su destreza “terapéutica” al servicio de su directa eliminación. Y a los ciudadanos que osaron protestar, en silencio y oración, cerca de esas clínicas de la muerte se les arrestó y multó onerosamente, por estorbar el ejercicio de un derecho constitucional.
¿Cuál es la diferencia entre los 20 niños de la escuela de Newtown y los centenares de miles de víctimas que cada año cobra el aborto en los Estados Unidos? ¿Los primeros son humanos y las segundas no? Si no son humanos desde el primer momento de su concepción ¿cómo y en virtud de qué salto mágico o alquimia celular podrían llegar a serlo por el mero transcurso de semanas y meses? ¿De manera que el respeto a la inviolabilidad de toda vida humana inocente viene ya hipotecado, condicionado por una simple cuestión de edad, tamaño y visibilidad de la escena del crimen? ¿No estamos en presencia de la más horrenda e hipócrita forma de discriminación?
Obama lamenta, llora: la violencia provocada por las armas cobra la vida de más de 10.000 personas en EE.UU. ¿Por qué sigue entregando armas legales para matar a millones?
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.




