Bienvenido el Niño, los niños
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Familia, Religión, Sociedad, Vida
Una noche buena de diciembre llega el Niño, y otro día –algo triste– ya en enero, lo sacamos visiblemente de nuestras vidas, porque se guardan los pesebres.
Pero nos quedan los niños. Están ahí, revoloteando en sus vacaciones, preguntones, inquietos, creativos, pero también con sus rabietas y caprichos.
¿Qué queremos para los niños? Lo que pide el Niño.
Primero, que en Chile sean engendrados, que disminuya y termine desapareciendo el conjunto de políticas antinatalistas que nos han privado de millones de niños desde los años 60 hasta hoy. Más niños, menos perros: ya está bueno de tanta caca en calles por las que apenas pasa un niño a la hora.
Y que los ya concebidos, por cierto, puedan nacer. Todos, todos. Los que vienen con éste o aquel defecto, los no deseados por sus padres, los que son productos de una criminal violación: todos.
Y que puedan crecer. Para eso necesitan una familia, tremenda novedad. Familias, no vidas de parejas. Familia, es decir maridos y mujeres comprometidos con ellos, complementarios en su formación. Si no, no crecerán, y el Niño del tambor, sí aquél, el de Gunther Grass, se seguirá multiplicando y una multitud de enanos del alma llegarán a la adolescencia y a la madurez para replicar en sus vidas de adultos las carencias que padecieron.
Y que puedan jugar. O sea, esta Navidad hay que regalarles pensando en el aire libre, en los parques y en las pichangas, en las montañas y en las piscinas. Bote un play station, ame a un niño; apague un televisor, proteja a un niño.
Y que aprendan a amar. Sólo si son amados y no consentidos lo lograrán; sólo si aprenden del límite, del sacrificio y de la generosidad, podrán.
Total, que la Navidad no es asunto de niños, sino de adultos que aprendan del Niño.




