¿La “nueva” política?

Matías Petersen | Sección: Política, Sociedad

¿Necesita Chile de una renovación política? ¿Hay acuerdo entre los chilenos sobre cómo lo están haciendo nuestros políticos? Que la ciudadanía está pidiendo una renovación, es un dato de la causa; el descontento prácticamente generalizado de los chilenos respecto de la clase política es algo que no se puede negar si le damos crédito a las encuestas. No faltan quienes insisten en negar este hecho, aduciendo que la ciudadanía se equivoca, que las manifestaciones sociales y la falta de aprobación ciudadana no son indicadores serios que apunten a una crisis de la política, o bien, que no reflejan el esfuerzo de muchos de nuestros políticos por hacer bien su trabajo. Esta actitud es bastante miope respecto de la realidad. Además, nadie niega el esfuerzo que hacen muchos políticos chilenos por hacer bien su trabajo, pero el esfuerzo no garantiza que lo hagan bien.

Por lo tanto, si el descontento ciudadano respecto de la política es real, entonces habrá que insistir con la pregunta: ¿Necesita Chile de una renovación política? En caso afirmativo, ¿en qué consiste dicha renovación? Una posible respuesta sería señalar que tiene que ver con un cambio de los rostros políticos. Quienes así piensan, señalan que lo que necesitamos los chilenos, para volver a confiar en la clase política, es un recambio generacional. Necesitaríamos políticos libres de los prejuicios que en el pasado han dividido a nuestro país. Si esta respuesta es verdadera, entonces ya deberíamos haber visto, o comenzado a ver, algunos cambios en el modo de hacer política.

En efecto, si miramos con detención, por ejemplo, a algunos presidenciables, podemos observar que buena parte de ellos son “gente nueva”, como Enríquez-Ominami, Velasco, Golborne o Parisi. Cada uno a su modo, ¿no representan acaso la anhelada renovación generacional de la política chilena? Al parecer, sí. Pero ¿han contribuido estos nuevos rostros a un mayor aprecio hacia la política por parte de la ciudadanía? Parece que no. Las estadísticas son contundentes en este punto.

Sin embargo, existe otra posibilidad de renovación. Y es que la reforma política que Chile necesita no pasa sólo por un cambio de rostros, ya que el problema radica en algo más profundo, a saber, la forma en la que estamos entendiendo esta actividad. A este respecto, si hay algo en lo que concuerdan Aristóteles y Max Weber es en que la política es una vocación, y, como tal, requiere convicciones profundas y un cierto desapego de la voluntad de poder.

A la luz de lo anterior, podríamos preguntarnos, ¿cuantos de nuestros políticos se caracterizan por tener altos ideales y convicciones profundas? O bien, ¿cuántos de nuestros políticos defienden sus ideas, convencidos de que son lo mejor para el país? ¿Cuántos efectivamente tienen un discurso ético con pretensiones de verdad? ¿Cuántos de ellos son explícitos respecto de la visión del hombre y de la sociedad que hay detrás de sus ideas? ¿Cuántos de los que son de inspiración cristiana se presentan como tales y no tienen miedo a la supuesta impopularidad de algunas de sus convicciones?

La renovación de cualquier actividad humana implica revisar los supuestos en los que se basa. Por tanto, la renovación de la política chilena parece requerir que la clase dirigente revise los motores de su acción y examine la coherencia de dichos motores con sus convicciones más profundas e irrenunciables. Siempre que las tengan, claro está.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.