Te Deum
P. Alberto Hurtado | Sección: Historia, Política, Religión, Sociedad
¡A ti, oh Dios te alabamos!, hemos entonado como un himno de acción de gracias al Creador por los beneficios recibidos por nuestra Patria en este nuevo aniversario de vida independiente. ¡Cómo no elevarse hasta el cielo en una ferviente acción de gracias a Aquel de quien desciende todo don al contemplar nuestra hermosa tierra (cf. Sant 1,16), la más bella del universo; nuestras montañas austeras, que invitan a la seriedad de la vida; nuestros campos fértiles; nuestro cielo azul, que invita a la oración; el alma de nuestros hermanos chilenos, inteligente, esforzada, valiente, franca, leal! ¡Cómo no elevarse hasta el cielo al recordar nuestra historia cargada de bendiciones del cielo, que nos han hecho una Nación digna y respetable! ¡Cómo no agradecer a Dios aun aquello que tal vez pudieran algunos lamentar como una desgracia: la resistencia de nuestra tierra a entregar sus riquezas! En el norte, el salitre en medio del desierto; en el centro, la agricultura entre ásperas montañas que ha sido necesario a veces horadar para hacer llegar el agua de regadío; en el sur, los bosques vírgenes que han debido caer para abrir paso a las vías de comunicación, para roturar las tierras; en el sur, en tierras inclementes barridas por los vientos, pacen nuestros ganados; debajo del mar, yace nuestro carbón; y aun allá en el último confín del globo, en las nieves eternas, hay riquezas que pueden traer bienestar al hombre, confiadas por Dios a Chile, y allí montan guardia, junto al Pabellón nacional, un grupo de nuestros compatriotas, que preparan una nueva página de nuestra historia. El patriotismo no debe ser belicoso con otros países. Una Nación, más que por sus fronteras, más que su tierra, sus cordilleras, sus mares, más que su lengua, o sus tradiciones, es una misión que cumplir.
… La misión de Chile queremos cumplirla, nos sacrificaremos por ella. Nuestros Padres nos dieron una Patria libre, a nosotros nos toca hacerla grande, bella, humana, fraternal. Si ellos fueron grandes en el campo de batalla, a nosotros nos toca serlo en el esfuerzo constructor. Pero esta misión ha dejado de cumplirse porque las energías espirituales se han debilitado, porque las virtudes cristianas han decaído, porque la Religión de Jesucristo, en que fuera bautizada nuestra Patria y cada uno de nosotros, no es conservada, porque la juventud, sumida en placeres, ya no tiene generosidad para abrazar la vida dura del sacerdocio, de la enseñanza y de la acción social. Es necesario, antes que nada, producir un reflotamiento de todas las energías morales de la Nación: devolver a la Nación el sentido de responsabilidad, de fraternidad, de sacrificio, que se debilitan en la medida en que se debilita su fe en Dios, en Cristo, en el espíritu del Evangelio. Y estas ideas con qué alegría puede uno pronunciarlas en Chillán, en la Patria de O’Higgins, aquel hombre lleno de valores morales porque lleno de fe; este mismo fue el espíritu de Prat, el más valiente chileno y el más ferviente cristiano con el escapulario de la Virgen al cuello; el espíritu de cada uno de nuestros grandes Padres de la Patria y el espíritu de nuestros humildes y valientes soldados; el espíritu de nuestras madres y de nuestras abuelas que nos formaron en el respeto a Dios, en el amor a Cristo y a su Madre, y en la austeridad, el esfuerzo y la caridad fraternal. ¡A ti, oh Dios, te alabamos!, hemos dicho y ¡A ti, oh Dios, te alabamos!, hemos de repetir a cada instante, pidiendo al cielo que Dios siga protegiendo la Patria querida, bendiciendo a sus gobernantes y esforzando a su Pueblo para ser fieles a la misión que Él nos confiara.
Acción de gracias por la Patria, septiembre de 1948
Nota: Este artículo es parte de una selección de reflexiones de San Alberto Hurtado publicadas por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.




