Por qué las tomas nunca pueden ser democráticas

Máximo Pavez | Sección: Educación, Política, Sociedad

Las “tomas” de los colegios se han justificado diciendo que los estudiantes “soberanamente” han votado la paralización o toma de algunos establecimientos. Ante eso, la opinión pública debiera tenerlas por válidas, pues se votaron “democráticamente”. Desde el punto de vista lógico y argumental, esa justificación es insuficiente y falaz.

Decir que el acto es democrático por el solo hecho de haber mediado una votación es simplificar al extremo la concepción democrática. La democracia es más que un acto de votación. Es una forma de adoptar decisiones en una comunidad, que implica resguardar distintos bienes jurídicos: la transparencia, la publicidad, el pluralismo y la posibilidad de exponer visiones disonantes u opuestas. También requiere de instituciones que validen los procedimientos: ¿Quiénes votan en esas elecciones? ¿Quién confecciona el padrón? ¿Quién controla que se respeten los derechos de quienes pierden? Nada de eso parece haber ocurrido.

Si esos presupuestos igual existieran, cabe preguntarse, ¿puede ser legítima una toma? Si en toda institución existe un orden jurídico interno que permite distinguir lo válido de lo inválido, lo ajustado a las reglas de lo que no lo es, ¿son los alumnos titulares del derecho a decidir que un establecimiento no siga su funcionamiento, y “tomárselo”? Porque, si es así, los alumnos bien podrían decidir expulsar a un profesor, eliminar una asignatura de la malla curricular o eliminar el uniforme. ¿La resolución debiese ser acatada sólo por haber mediado una votación de dudosa validez procedimental? Con la lógica de “el que puede lo más puede lo menos”, debiésemos concluir que, si los alumnos pueden decidir “legítimamente” que un establecimiento paralice su actividad por la fuerza, bien podrían modificar todos los aspectos formales de su funcionamiento. Esto atenta contra el sentido común.

¿Existe “derecho a la toma”? Decir que toda actuación, por el solo hecho de mediar una votación, se transforma en lícita es peligroso. ¿Y si los 33 mineros hubiesen votado por dejar al único no chileno sin comida? Con el estándar de argumentación esbozado por ciertos voceros, esa decisión habría sido legítima. La democracia, en cuanto posibilidad de elegir entre alternativas, requiere, además de ciertos resguardos en los procedimientos, que esas alternativas sean legítimas y no lesionen derechos de otros. Así, uno puede optar entre un candidato u otro, entre votar o no hacerlo, entre “huelga” o la “última oferta del empleador”. Pero no parece razonable elegir entre bienes que no son jurídicamente disponibles, como es privar del legítimo ejercicio del derecho a educarse a otros alumnos o impedir el desarrollo de la actividad docente. En suma, una “toma” no puede ser ni democrática ni legítima.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.