El cónclave de los “desconcertados”

Matías Petersen | Sección: Política

La Concertación está en una grave crisis que bien podría ser terminal. No hay que ser muy agudo para darse cuenta de que la tradicional –y electoralmente exitosa– coalición política que gobernó por tantos años, se ha vuelto una marca devaluada. De hecho, algunos de sus líderes preferirían renegar de la Concertación, si no fuera por el duro castigo que el sistema binominal infringe a los descolgados de los dos grandes bloques.

Es en este contexto de decadencia en el que se debe evaluar la participación de líderes progresistas de la Concertación en el encuentro “Ciudadanía y política” que, según la convocatoria oficial, tenía como finalidad entablar un diálogo entre dirigentes políticos y sociales para “aportar ala construcción de un nuevo proyecto que pueda ofrecer desde el progresismo una alternativa viable para nuestro pueblo y, en particular, para los que más sufren las consecuencias del modelo neoliberal”. Con justa razón, los medios de comunicación aludieron a esta reunión como el primer intento de un cónclave amplio de la izquierda. Entre los convocantes al evento figuraban el PPD, oficialmente representado por su presidente, el PC, el MAS, el PR y una amplia gama de dirigentes sociales que incluyó gente de la CUT, del Movhil, la presidenta de la Agrupación contra el cheque en garantía, la coalición por el control ético de la fauna urbana, el presidente de la Unión Nacional de ciegos de Chile, y un largo etcétera.

Pero una cosa fue la convocatoria, y otra muy distinta la asistencia efectiva. Como consecuencia de los reclamos de Ignacio Walker, de la DC sólo asistió el diputado Gabriel Silber; el presidente del PS tampoco se presentó. Pero hubo ausencias más significativas, como las de Camila Vallejos e Iván Fuentes. Algunos señalaron que los mentados dirigentes querían evitar la instrumentalización de sus movimientos por parte de los partidos políticos y por esta razón decidieron no asistir, aunque figuraban entre los convocantes.

Quizás lo más relevante de este cónclave es que muestra la decadencia de la Concertación, la cual tiene varias causas, obviamente complejas, pero entre las que cabe destacar la falta de principios claros y la falta de unidad, no sólo de mentes, sino de “corazones”. Ejemplo de esto último son las variadas ocasiones en las que hemos visto a miembros de esta coalición “mirar para el lado”. La consecuencia de esta falta de unidad es la total ausencia de un proyecto político serio que permita renovar las ideas de un gigante en declive.

Por otra parte, el cónclave puso de manifiesto la desorientación de los partidos políticos supuestamente progresistas, los que en vez de ofrecer un liderazgo para el sector al que pretenden representar, muestran una especie de servilismo irreflexivo respecto de los movimientos sociales, como si éstos, por su sola capacidad de convocatoria, fueran capaces de ofrecer un proyecto político serio para Chile. Por esta razón, no es de extrañar que cuando algunos políticos progresistas entablan diálogo con los dirigentes sociales, salgan bien heridos. Un ejemplo de lo anterior es la crítica de Camilo Ballesteros al “neoliberalismo de la Concertación”.

Así las cosas, el sector dialogante de la Concertación se remite a preguntar a los movimientos sociales: ¿Cuáles son sus demandas? ¿Qué podemos hacer por ustedes? La respuesta, muchas veces, termina siendo más dura de lo que esperan: ¡Queremos que se vayan!

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.