Pedir perdón

Gastón Escudero Poblete | Sección: Historia, Política, Sociedad

El 7 de junio recién pasado se publicó en El Mercurio una carta del profesor de filosofía Santiago Orrego comentado la columna de Gonzalo Rojas de miércoles 6 de junio. El punto que Orrego somete a la consideración de Rojas es la omisión de Pinochet en pedir perdón por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante su gobierno. La carta mencionada me despertó algunas reflexiones sobre el tema, las que le hice llegar a Orrego vía correo electrónico:

  1. Orrego afirma que Pinochet nunca ha pedido perdón, dando a entender que es algo negativo. En mi opinión no tenía que pedir perdón, al menos públicamente, pues ello podría reforzar la reescritura de la historia efectuada por la izquierda de que el golpe militar nunca se justificó.
  2. La frase de Pinochet “nunca he querido la muerte de nadie”, contenido en su “Carta a los Chilenos” no debe entenderse, como lo hace Orrego, en el sentido de que no reconoce los crímenes ocurrido bajo su gobierno, sino en el sentido de que él hubiese preferido que todo lo ocurrido, y de lo cual no fue causante, nunca hubiese ocurrido.
  3. No concuerdo con Orrego en cuanto a las razones por las que la gente de izquierda, en general, no ha querido perdonar. En mi opinión ello se debe a dos razones: (1) odian, de acuerdo con su ideología, y el odio no permite perdonar; (2) perdonar requiere reconocer que los militares actuaron por un quiebre que ellos causaron, y no lo reconocen.
  4. Que algunos políticos de derecha hayan pedido perdón puede deberse al afán de distanciarse de un Pinochet que ya no les resulta rentable políticamente o por un afán sincero de aliviar un cargo de conciencia, o por ambas razones. Sin personalizar, me inclino más por lo primero. Además, esa petición de perdón no ha servido para que los políticos de izquierda reconozcan sus culpas. En todo caso, creo que la frase de Pinochet es muy explicativa: “En el peligro la gente invoca a Dios y al soldado; pasado el peligro, Dios es olvidado y el soldado despreciado”.
  5. En diciembre pasado asistí al homenaje a Miguel Krassnoff realizado en el “Club Providencia”. Antes de llegar fui insultado por personas que nunca me habían visto y vi cómo otras personas, algunas de ellas mujeres y hombres ancianos, fueron escupidas, golpeadas e insultadas. Durante el acto fuimos objeto de intentos de apedreamiento que pudieron haber causado la muerte de alguien, y después del acto estuvimos retenidos en el lugar por la fuerza por más de dos horas. Es la misma actitud de la gente de izquierda que siempre vi en la universidad: odio irracional, supremacía moral autoatribuida, intolerancia con el que piensa distinto.
  6. Quienes primero tienen que pedir perdón son quienes propugnaron la lucha armada (entiéndase “matar gente”) para llegar al poder y perpetuarse en él (declaración del Partido Socialista en el “Congreso de Chillán” de 1967, cuando era presidido por Ricardo Núñez, posterior senador de la Concertación); amenazaron con llevar a los momios “al paredón y sus mujeres al colchón” (creo que por eso Carlos Larraín y Joaquín Lavín no tuvieron voluntad para ver la posterior represión de los amenazantes); expropiaron campos y empresas llegando a asesinar a sus dueños, como ocurrió con don Raúl Vásquez Béquer, quien fue quemado vivo en su dormitorio por una turba de izquierdistas en 1972 por oponerse a la expropiación de su campo y cuya familia jamás ha recibido petición de perdón; organizaron guerrillas con el afán de levantar una revolución para lo cual había matar “por lo menos a un millón de chilenos” (declaración del Comandante Pepe, segundo del MIR, a la periodista Nena Ossa en 1970); imprimieron cartillas de lucha callejera explicando, por ejemplo, que al contrincante había que herirlo con arma blanca en los antebrazos porque a la vista de su propia sangre se descompone sicológicamente (cartilla elaborada por el MAPU cuando era liderado por Enrique Correa, posteriormente ministro del primer gobierno de la Concertación); aquellos que durante la dictadura apoyaban o realizaban la insurrección poniendo bombas en las calles asesinando a carabineros y poniendo en peligro a cualquier civil que pasara cerca, como me ocurrió a mí en tres ocasiones, dos en la universidad y en la calle una noche de mayo de 1986; en fin, aquellos que guiados por una ideología de odio destruyeron la convivencia nacional  y obligaron a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas a liderar una rebelión con el fin de deponer al régimen marxista por la fuerza.
  7. Como chileno no perdono a quienes todo eso hicieron hasta ver que ellos pidan perdón y reconozcan sus culpas, pero sé que nunca lo harán. Hace tiempo que llegué al convencimiento de que con la gente de izquierda no cabe la dinámica de la buena voluntad. Por lo mismo estoy convencido de que no cabe esperar que nadie pida perdón, sino asumir lo hecho y ser coherente con las posiciones adoptadas en el pasado.