Los modernos anatemas del progreso

Manuel Cruz | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Para nadie es un secreto que el principal tópico que repite hasta la saciedad el pensamiento progresista, es el de llamar “conservador” y de “derechas” todo aquello que signifique defender la vida, la maternidad y el matrimonio natural. Por supuesto, todo lo que es conservador y de derechas, es anatema para esta progresía intelectual, refugiada en los partidos de la izquierda.

Al emplear la palabra “anatema” soy consciente de su connotación religiosa en el sentido que se utiliza para designar una herejía o una amputación de una parte de la sociedad. Anatema, por tanto, sería al lenguaje políticamente correcto utilizado por la izquierda como expresión de lo que se ha dado en llamar “pensamiento único” –es decir, el que debe prevalecer por encima de cualquier diferencia ideológica- lo que una herejía supone a cualquier religión. Así, lo “conservador” o de “derechas”, es todo un anatema para la hegemonía mundial a la que aspira la izquierda intelectual y política que ha abrazado sin reservas la ideología-religión de género como instrumento para difundir sus teorías.

Este prólogo viene a cuento de un inefable artículo que acabo de leer en “El País”, ese periódico que se ha erigido en portavoz de la progresía española, esa que suele dar carnet de demócrata a quien es de izquierdas y se lo quita a quien es de derechas. ¿Qué dice este artículo? En sustancia, lo siguiente: que  “la marea conservadora avanza” en toda Europa y Estados Unidos “contra el aborto, la educación sexual, la contracepción, el matrimonio homosexual…” Y añade el portavoz: “Los grupos que se oponen abiertamente a estos derechos ganan terreno en Europa y Estados Unidos. Muy organizados y bien financiados, buscan contrarrestar los avances en salud sexual y reproductiva que se han logrado durante décadas. Su discurso, gracias a sistemas políticos cada vez más a la derecha, resurge y ocupa un espacio creciente en la agenda política…

Dejemos las cosas en su sitio: por un lado, que la defensa de la vida es el fruto de una política “conservadora” y, por tanto, anatema; por otro, que el aborto, la educación sexual –según parámetros que el articulista no desvela pero que ya hemos probado en España con la “Educación para la Ciudadanía”… – la contracepción y el matrimonio homosexual, son “derechos”. Y lo son por obra y gracia de lo que el pensamiento único ha añadido unilateralmente a la Declaración Universal de Derechos Humanos que, por cierto, considera la vida como uno de los principales.

Pero vayamos al meollo del artículo. Lo que pretende demostrar es que esa supuesta “marea” se apoya en políticas de “derechas” –¡anatema! – que se “muestran sin complejos” con iniciativas para introducir en las leyes ideas como que la vida empieza con la concepción o que las escuelas deben enseñar la importancia de la abstinencia sexual. Y así, el articulista llega a la conclusión de que “poco a poco, sus apoyos crecen”, sobre todo en la lucha contra el aborto que, a su juicio, es el caballo de batalla, el “aglutinador de posturas” al que empiezan a unirse –¡oh, escándalo!– ciudadanos y políticos menos conservadores y más independientes… como ocurre en Estados Unidos donde la “laboriosa presión de los autodenominados grupos provida, en el Capitolio y fuera de él, ha logrado una inversión notable de las tornas en las opiniones sobre el aborto con respecto a los años noventa”.

Para no seguir con la teoría de la “marea conservadora” denostada por el articulista y una vez aclarado que todo el peso del artículo gravita sobre el avance de la oposición al aborto, considerado como la punta de lanza del pensamiento conservador, me encantaría conocer la reacción que su autor tendría si leyese su propio trabajo con una leve inversión de la terminología utilizada. Por ejemplo, si en lugar de afirmar que “la marea conservadora avanza” dijese todo lo contrario: que lo que avanza es la “marea progresista”, lo cual nos llevaría a dejar bien claro que el progreso reside en la defensa de la vida y en la educación en la castidad.

Así, podríamos desmontar, pieza a pieza, toda la tesis envenenada del artículo y dejar en ridículo la fantasía de que lo progre es el matrimonio homosexual, la contracepción, la incitación a todas las desviaciones sexuales en nombre del “derecho” a ser o parecer del sexo contrario al que se tiene por naturaleza, el aborto y, acaso también, la poligamia o la zoofilia pongamos por caso extremo aunque no tan lejano…

Cierto que el anónimo articulista se congratula de que esos “avances conservadores” que se registran en Estados Unidos a propósito de la crítica al aborto, a la contracepción y a la educación sexual –¡menos mal que ahí está el candidato Obama para atajarlos!– no avanzan del mismo modo en Europa, para regocijo del pensamiento “avanzado”. Con ello, la pretensión que subyace en el artículo de referencia, es una crítica a la decisión del Gobierno de Rajoy de modificar la actual ley del aborto, que permite a la mujer abortar sin dar explicaciones hasta la semana 14 de gestación, todo un anatema en la medida que es la iniciativa que más lejos ha llegado en nuestro viejo continente… aunque no está solo en este camino. Para denostar a Rajoy, “El País” pone a su lado –lo que sería un honor…– al “ultraderechista” presidente de Hungría, Viktor Orban, que fue capaz de modificar la Constitución para introducir en un artículo que la vida debe protegerse “desde su concepción”, es decir, el anatema de los anatemas progresistas. También lamenta el portavoz del progresismo español que en Rusia se haya dispuesto una ley que exige la escucha de los latidos del corazón del hijo en gestación antes de tomar la decisión definitiva de abortar, así como la execrable decisión del Gobierno suizo de someter a referéndum la eliminación de la financiación pública del aborto. “El País”, en realidad, se queda corto en su crítica, porque podría haber añadido algo así como:  “¡Hasta ahí podíamos llegar, que sean los ciudadanos los que decidan libremente si el Estado debe pagar o no, los gastos de la operación quirúrgica destinada a impedir el nacimiento de un hijo!” En realidad no era necesario: la exclamación ya está implícita en el contexto…

Lo que más parece haber escandalizado a “El País” es la reciente iniciativa ciudadana impulsada por el Grupo Popular Europeo, –con Jaime Mayor Oreja a la cabeza– para eliminar de los programas de cooperación internacional la financiación de cualquier proyecto que haga referencia al aborto, lo que, para escándalo de la progresía, podría conducir nada menos que a la retirada de fondos públicos a las asociaciones que se ocupan de la planificación familiar… Curioso que el articulista venga a confirmar lo que todo el mundo sabe: que bajo el señuelo de “planificación familiar” lo que se oculta es todo un programa sistemático para inducir al aborto. Y, cómo no, lo que al final denuncia “El País” es que todas estas iniciativas “consevadoras” están alineadas con las posturas del Vaticano. ¡Eso sí que es anatema y pura herejía política!

La nueva inquisición progresista queda así desvelada sin tapujos. Su objetivo –perseguido desde hace tiempo, bien es verdad, aunque nunca lo han querido proclamar con claridad para no evidenciar su hipocresía– es marginar, erradicar, impedir la presencia de los cristianos de la vida pública. Para que pueda avanzar el progresismo es evidente que la primera medida que debe adoptarse –ya se ensayó con el famoso “caso Butiglione”– es exigir a todo candidato a diputado o cualquier otra actividad política, que revele en un documento público sus creencias religiosas. Todo aquel que se declare cristiano, será desechado por la Junta electoral de turno. Y si alguno oculta su fe y con sus hechos la revela con posterioridad, será condenado al destierro y, en casos extremos, a la hoguera. Bastaría para ello con que se declarase favorable a la vida, a la maternidad y la familia… ¿Quiénes son los Torquemadas de la modernidad?  “El País” da la respuesta.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.org.