Respetar a los que piensan distinto, pero no ceder en sostener la verdad

Mons. Juan Ignacio González E. | Sección: Política, Religión, Sociedad

Frente a diversas opiniones e interrogantes que se han suscitado en la agenda nacional, tanto por la promulgación de la nueva ley de no discriminación como por la discusión de algunos proyectos que intentaban aprobar el aborto en ciertos casos, conversamos con Monseñor Juan Ignacio González.

 

Monseñor, ¿cómo ve la situación por la que está atravesando el país, de un cierto descontento social, movilizaciones y cuestionamientos de los principios valóricos fundamentales?

Como un tiempo de efervescencia social. No hay duda de que en nuestra sociedad hay injusticias y debemos trabajar para corregirlas. Eso implica a todas las instancias sociales y particularmente a las autoridades. La Iglesia hace lo suyo, que no es sólo denunciarlas, sino identificarlas, aportar la luz de la razón iluminada por la fe y ayudar a las personas que son tratadas injustamente. Pero los cambios deben hacerse dentro de un orden que nosotros mismos hemos establecido, atendiendo a la moral natural y a un recto sentido común. Hay en esto una gran responsabilidad para los líderes. Eso es lo propio de un régimen democrático y republicano.

 

Entonces, ¿cuál debiera ser la actitud del cristiano ante las desigualdades sociales?

En el fondo, el tema central es la virtud, es decir, el hábito arraigado de buscar y hacer el bien y vivir para el servicio a los demás. Estamos en un tiempo de escasas virtudes, no sólo en el ámbito religioso, sino también social. Esta decadencia tiene que ver con el vivir cada uno para sí mismo, instancia que caracteriza nuestro tiempo. San Agustín decía que quien vive para sí mismo está muerto a sí mismo. Un cristiano frente a las desigualdades debe saber que ellas no se terminan sólo con una mayor justicia, es necesaria la caridad y, como decía San Alberto Hurtado, hasta que duela. Noto que crece la dureza de corazón en ciertos ambientes cristianos, especialmente en los que tienen más medios o han accedido a ellos y noto que en ambientes menos cristianos se ataca a la Iglesia y a sus ministros sin piedad, sin valorar su aporte evidente al bien común del país.

 

Dentro de este mismo clima efervescente que atraviesa el país en el ámbito del tema de la discriminación, se habla de una discriminación justa e injusta, ¿podría usted distinguir la diferencia entre ambas? ¿Y en qué casos se puede hablar de discriminación?

Todos somos iguales en dignidad. En cuanto a las cualidades somos diferentes. Entonces, si dos cosas son diferentes, ¿qué trato es el correcto? Si son distintas, es correcto tratarlas de modo diferente. El problema surge cuando son en parte iguales, en parte distintas. Entonces se deben hacer equilibrios tratando igual lo igual, y diferente lo diferente. Por ejemplo, una persona sin conocimientos de astronomía no debe ser profesor de esta asignatura, pero esto no afecta su dignidad como persona y estamos de acuerdo que sea así´.

 

Pero entonces ¿cuándo hay discriminación?

Hay discriminación si se hace distinción donde hay igualdad, y si esa diferenciación es injusta. No hay discriminación si se distingue lo que realmente es distinto. Tampoco hay discriminación si no se falta a la justicia.

 

¿Podría dar algunos ejemplos de situaciones de discriminación?

La mujer es diferente del hombre, pero ambos son seres humanos con los derechos y deberes correspondientes. Si estos derechos fundamentales no se respetan, estamos ante una discriminación injusta. Un embrión humano es distinto a un niño y a un adulto, pero son personas humanas con todo lo que esto significa; hay diferencias en deberes y capacidades, pero no debe haber discriminación en cuanto que son seres humanos. Un enfermo es diferente a un hombre sano, y tendrá´ distinciones laborales, pues realmente cambia su capacidad de trabajo. Pero no son distintos en cuanto personas, y si no reciben un trato humano, estamos ante una discriminación injusta. ¿Quién de nosotros se opone a que una persona minusválida pueda importar un auto especial para poder desplazarse? Nadie. Ahí no hay discriminación por parte de la ley que se lo permite. Sería discriminatorio que una empresa tenga baños comunes para hombres y mujeres. Todos entendemos por qué: porque hay una diferencia justa, es decir, verdadera.

 

¿Pero usted cree que hay casos reales de discriminación injusta, y que ocurran en Chile?

Claro que se dan y no son necesariamente de ámbito sexual. Hemos de luchar seriamente para que no existan, pero con fundamentos verdaderos. Por ejemplo, conocemos que a personas de ciertas villas de la Diócesis se les ha llegado a negar un trabajo por vivir ahí, como suponiendo que los que viven en ese lugar son personas de malas costumbres Eso es una discriminación injusta frente a otros, o el lenguaje de la Constitución, una diferencia arbitraria.

 

¿Habría entonces discriminaciones justas?

Se da una discriminación justa cuando hay diferencias reales, y es correcto y necesario distinguir. Por ejemplo, para ser Presidente del país es necesario ser chileno. Es decir, el que no cumple con esa condición no puede ser presidente. Hay casos en que uno puede elegir opciones igualmente válidas y cuando hay libertad de elección, es justo escoger lo que se desee o se considere más apropiado, prudente y razonable, y eso no va contra la otra opción. Por ejemplo, quien se compra un auto elige el que quiere, sin que esto sea una discriminación para las demás marcas, aunque sean mejores. Esto lo entendemos todos. Lo entiende una mamá que trata a cada hijo según su situación, porque siendo de igual dignidad son distintos y necesitan afectos y atenciones distintas.

 

¿Pero entonces, cómo se puede originar una discriminación injusta?

Puede haber varios motivos para discriminar. La esencia es que esos motivos no sean fundados en diferencias arbitrarias, o sea sin un fundamento verdadero. Tal vez una causa de discriminación injusta sea la exageración de un aspecto accidental, como la discriminación racial, en que se exagera la importancia del color de la piel para los efectos de reconocer derechos. O una discriminación nacionalista, en que se acentúa la importancia de haber nacido en un determinado lugar para conceder un derecho o beneficio. Discriminación cualitativa, es decir, entre un recién nacido y un embrión hay diferencias, pero no son tales como para ser exigible el derecho a la vida al primero y poder quitársela al segundo. Entre un enfermo y un sano hay distinciones, pero no se puede exagerar hasta llegar a la eutanasia.

 

Lo que ha estado ahora en discusión es el tema de la orientación sexual. ¿Se puede dar allí una discriminación injusta?

Sí se puede dar. Pero primero hay que saber qué significa la orientación sexual. Es un término no completamente precisado ni por el derecho ni por la ciencia. Se dice que hay muchas orientaciones sexuales, pero para la tradición judeo-cristiana y para la Iglesia, la verdadera naturaleza de la orientación sexual del ser humano es la heterosexualidad.

Pero la realidad es que existen personas homosexuales…

No sabemos las causas por las cuales en algunas personas aparece esta tendencia, que el Catecismo dice que en ciertos casos está “profundamente arraigada”, pero sí sabemos que ella constituye un desorden objetivo (Cat. 2358). Los estudiosos no tienen una respuesta a esto y es su competencia buscarla. Un estudioso de los más reconocidos en el mundo, Van den Aardwed, holandés, señala que “la idea de que haya factores hereditarios que simplemente predispongan a la inclinación homosexual es puramente especulativa”.

 

Algunas personas se sienten juzgadas cuando la Iglesia da juicios morales sobre estas materias, creen que están siendo ellos juzgados, ¿Qué decirles?

Es muy importante comprender esto. Sabemos que mientras se puede decir que una acción o comportamiento es en sí mismo moralmente reprochable, muy distinto es el juicio acerca de la persona concreta que realiza la acción que en teoría es moralmente reprochable y donde hay que tomar en cuenta otros elementos. La Iglesia busca estar cerca de toda persona con dificultades, y especialmente en el caso de las personas homosexuales, para ayudarlas, porque cree que mediante las virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. Pero, lógicamente, para esto es necesario aceptar que se está en una dificultad y aceptar la ayuda.

 

¿Ud. habla de tendencia, pero cuál es entonces el pensamiento de la Iglesia sobre los actos homosexuales?

Una cosa son los actos homosexuales y otra la tendencia homosexual como hemos dicho. Hay personas que sienten esta tendencia, sin practicar la homosexualidad. La enseñanza católica distingue entre actos homosexuales, que implican una culpabilidad personal, mayor o menor según la libertad y otras circunstancias de la persona, y la tendencia homosexual, que es sólo una inclinación desordenada que puede ser o no consentida. Discriminar a una persona por su tendencia homosexual, sin un motivo razonable y justo, es un acto odioso y reprochable.

 

En una reciente carta suya hablaba de la ideología homosexual, ¿puede señalar a qué se refiere?

Todos conocemos la expresión “género” y muchos se imaginan que es sólo otra manera de referirse a la división de la humanidad en dos sexos: el femenino y el masculino. Pero detrás del uso de esta palabra se esconde toda una ideología que busca precisamente cambiar el pensamiento respecto de esta estructura natural que hace que seamos hombres y mujeres y que el ejercicio de la sexualidad esté directamente relacionado a esa distinción. Los que proponen esta ideología afirman que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres. Piensan más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a sí mismos son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada grupo de personas una serie de características que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales de dicha sociedad. Quieren rebelarse contra esto y dejar a la libertad de cada cual el tipo de “género” al que quieren pertenecer, porque todos serían igualmente válidos moralmente. Esto hace que hombres y mujeres puedan ser libremente heterosexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales, o con otras orientaciones, pues estos son simplemente modos de comportamiento sexual producto de la elección de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar y reconocer. Si se sostiene la ideología del género, no se puede decir que la poligamia, es decir unirse con varias personas a la vez, esté mal y así otros casos.

 

¿Y por qué es una ideología?

Porque es un sistema cerrado que quiere imponerse a todos los seres humanos y que no admite contradicción. En estos días hemos visto lo intolerante que puede ser al atacar directamente a personas que piensan distinto. Pero esa ideología no tiene un fundamento en la realidad. Es un rechazo a la verdad objetiva sobre el ser humano. “Con la ideología de género, el hombre moderno pretende liberarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo” (Ratzinger) La ideología homosexual es parte esencial de ella. Cada uno hace lo que quiere, como quiere, con quien quiere, sin sujeción a ninguna norma moral, que se rechaza por completo.

 

¿Se pueden compatibilizar la fe y la doctrina católica con ciertas ideologías que se encuentran inmersas en la sociedad, como son la de género, el feminismo y otras?

Si lo que se busca, como de hecho sucede, es rechazar abiertamente –algunas veces con persecución y mentira– a quienes se oponen a la ideología del género, como he explicado, es decir, se trata de una abierta oposición al pensamiento cristiano, entonces hemos de ser realistas y darnos cuenta de que estamos ante incompatibilidades profundas e irremontables. Hay que respetar a los que piensan distinto, pero no hay que ceder en sostener la verdad y también hay que pedir respeto. Las palabras contra algún Obispo últimamente por parte de los defensores de la homosexualidad han sido una muestra clara de discriminación injusta.

 

¿Existe en nuestra Constitución una ley que ampare la no discriminación?

Como todos las constituciones, la nuestra tiene todos los mecanismos legales para que el Estado ampare a los que se sienten injustamente discriminados. La Corte Suprema, en cuatro informes sobre el proyecto de ley de no discriminación, ha expresado que no es necesario una nueva norma al respecto, porque éstos están asegurados en la carta fundamental.

 

¿Qué trasfondo tiene la búsqueda de promulgar una ley anti discriminación? ¿Qué consecuencias traería?

Pienso que ese proyecto es la puerta que abre luego una serie de reformas que forman parte de la ideología del género.

 

Frente al tema de la protección de la Vida y el Aborto terapéutico

¿Es legítimo privilegiar la defensa de la vida de la madre por sobre la del embrión?

¡Cuánta confusión se ha hecho en este tema! Si para salvar la vida de la madre es necesario aplicar procedimientos que sin buscar la muerte del feto, aun incluso sabiendo que existe ese peligro, se pueden hacer y esos procedimientos no constituyen un aborto. Esta es la aplicación general de la ética médica, que los médicos conocen muy bien. Lo que es moralmente reprochable siempre es ir directamente a quitar la vida del embrión. Los que saben de esto señalan que nunca se produce esta disyuntiva. El punto medular que aquí se ha puesto en duda es más filosófico, va en la línea de que el ser humano sería completamente soberano para decidir sobre su vida y en la visión cristiana de la persona, y en la visión de una correcta moral natural, eso no es así; existe siempre la verdad de que no somos completamente dueños de nuestra vida.

 

¿Realmente existe el aborto terapéutico o se quiere introducir este término para legalizar el aborto en su totalidad?

Muchos piensan que ese es el objetivo final, es lo que en los años setenta se llamó el “pequeño aborto”, que luego ha dado lugar al aborto por voluntad de la madre, como en casi todos los países de occidente.

 

Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos (el que está por nacer) de la protección del ordenamiento civil que se debe ¿Le niega el Estado la igualdad ante la ley? ¿Esta ley debe ser obedecida?

Evidente, se trata de una discriminación completamente arbitraria, porque está negando el más fundamental de los derechos a un ser humano y lo hace contra el inocente e indefenso. ¿Qué hacer frente a esas leyes? Le respondo con la enseñanza oficial de la Iglesia: “la legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma a la justicia. En la medida en que se aparta de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no sería una verdadera ley, sería más bien una forma de violencia” (Cat. 1902). Si los llamados a darnos las leyes proclaman leyes injustas se origina una iniquidad espantosa, dice el Catecismo.

 

 

Nota: Esta entrevista fue publicada originalmente por el Departamento de Comunicaciones Obispado de San Bernardo.