Aborto: más argumentos accidentales

Federico García Larraín | Sección: Política, Sociedad, Vida

Una manera para llegar a comprender ciertas realidades difíciles es la comparación. Ver en qué se parecen dos cosas y en qué difieren ayuda a entender qué es lo propio de cada una. Si se entiende lo que es esencial se pueden evitar las cuestiones periféricas que no conducen a ningún lado.

Menciono esto a propósito de un argumento a favor de la legalización del aborto que he visto usarse alguna vez. Quizás el ejercicio de mostrar cómo se separa lo accidental de lo importante no sea de lo más productivo: los argumentos accidentales, como no van a lo fundamental de un asunto, pueden ser infinitos. El ejemplo en cuestión, en todo caso, puede servir para ilustrar esto y, sobre todo, para ayudar a crear hábitos de pensamiento.

Se ha dicho que el hecho que el aborto sea ilegal implica –como ocurre con todas las actividades ilegales– que el gobierno no tenga ningún control sobre cómo y dónde se lleva a cabo, quién lo practica, etc. (además de que no genera recaudación tributaria). La legalización del aborto, se argumenta, traería a esta práctica todos los beneficios del control y la regulación estatal: registro de los proveedores, fiscalización, etc.

Pareciera que regular una realidad inevitable sólo traería cosas buenas, sacándola de las sombras de la ilegalidad. Pero esto no es un argumento a favor de nada, porque elude el tema de fondo. Una comparación lo deja muy claro. Tomemos otra actividad ilegal, como el robo a mano armada. Al estar fuera de la ley, como el aborto, no hay ningún control sobre quiénes lo practican y cómo. Por supuesto que esta actividad no paga impuestos.

Con esta comparación queda claro que lo que importa a la hora de legalizar algo, o de mantenerlo fuera de la ley, es el bien que se busca proteger. Ese bien que se busca proteger es lo que constituye lo esencial de la cuestión. En el caso del aborto el tema de fondo es la vida humana. Si el no-nacido es un ser humano vivo, con derecho a la protección de su vida, consideraciones accidentales sobre la conveniencia de legalizar el aborto para el Estado sepa quién, cómo y cuándo lo realiza, son intrascendentes.

Por lo demás la función pedagógica y social de la ley –bien la conocen los partidarios de la ley antidiscriminación– implica que sean declaradas ilegales algunas actividades aunque sea imposible suprimirlas del todo, por la señal que eso manda sobre los derechos que se busca proteger. Además, la experiencia muestra que una actividad ilegal que se legaliza tiende a hacerse más común, por lo que la simple regulación no es una vía para contenerla. (Pero esto último es en sí accidental, si es que no hay una razón para desear que se evite.)

Finalmente, no dejan de ser elocuentes las últimas palabras de los senadores cuyos proyectos para legislar sobre el aborto fueron rechazados. Muestran que lo último que tenían en mente eran cuestiones sobre el inicio y valor de la vida humana, lo que explica la gran cantidad de argumentos accidentales que circularon mientras se “debatía” la ley de aborto.