Dudas sobre la educación

Manfred Svensson | Sección: Educación, Política, Sociedad

Me pregunto si los que dicen que no se puede resolver temas como la crisis de la familia con marchas y slogans, piensan lo mismo sobre la crisis de la educación.

Me pregunto (aunque todos sabemos la respuesta) por qué la discusión del estatuto docente no está en la lista de peticiones de nadie.

Me pregunto si alguien en esta discusión ha dicho algo sobre los contenidos, sobre la orientación de la educación. Los que en privado, o en una conversación por Facebook, reconocen que no existe la educación neutral, que siempre se está transmitiendo una cosmovisión determinada, etc., ¿no les importa que eso sea un tema ausente de este debate?

Me pregunto cuántos de los que van con entusiasmo a las protestas, van con el mismo entusiasmo a las clases, en particular a las clases exigentes. Me pregunto (y me lo pregunto en serio) cuántos de ellos alguna vez han leído un libro, cuántos de los que reclaman por la educación son de los mismos que siempre reclaman para cambiar la fecha de una prueba (no estoy haciendo generalizaciones indebidas, sólo me pregunto cuántos).

Me pregunto cuántos se cuidarán de no lucrar con su título universitario, cuántos de los que hablan contra los intereses privados en esta área piensan en la educación como algo más que trampolín social.

Me pregunto por qué están ausentes de la discusión todos los problemas de la pedagogía moderna (“Lo curioso de los famosos pedagogos del siglo XX es que la mayoría son románticos y no son amigos de la escuela, de la lectura o de los profesores. Tampoco tienen mucho que decir sobre por qué se debe aprender algo. En lugar de esto, hablan de qué método se debe usar para aprender”. Inger Enkvist, Repensar la Educación).

Me pregunto si tras haber gozado del favor de las cámaras y de la fama, los dirigentes estudiantiles serán capaces de retomar la humildad de ser un alumno común y corriente, al que todavía le queda mucho por aprender.

Me pregunto si los que hablan y escriben en Facebook describiendo la “represión” que están sufriendo, tienen alguna idea de lo que es una represión en serio. ¿No habrán crecido escuchando historias al respecto, y se aferran ahora a la primera lacrimógena que les permita sentir que también ellos han sido ultrajados por los poderosos?

Me pregunto cuántos están dispuestos a discutir sobre la incidencia de factores externos (televisión, divorcio, etc.) sobre la educación.

Me pregunto por qué las causas que se presentan a sí mismas como “movimiento ciudadano” aparecen revestidas de tal aura de santidad. No tenemos muy buenos gobernantes, pero tampoco hay muy buenos ciudadanos. ¿Por qué no sentarse entonces a trabajar en conjunto con menos intransigencia y abiertos a la crítica por ambos lados?

Y tengo muchas preguntas sobre el discurso respecto del “derecho a la educación de calidad” (vengan tales palabras de los estudiantes o del ministro):

Me pregunto si alguien imagina a Alexander von Humboldt o a Juan Commenius hablando del “derecho a la educación”, o si acaso las grandes reformas educacionales de la humanidad no han nacido de un espíritu distinto que el reclamo de presuntos derechos (intento ser consecuente en esto: cuando hablo contra el aborto no lo hago defendiendo un “derecho a la vida”, y aunque soy creyente no creo nunca haber hablado de un “derecho a la libertad religiosa”. El lenguaje con que abordamos los problemas sí importa).

Me pregunto: ¿hay un “derecho” a aprender latín? Algunos creemos que una “educación de calidad” incluye lenguas clásicas. Nos dirán que no, que en el mundo actual basta el inglés, o al menos un buen castellano, que sólo eso se puede considerar un derecho. Lo concedo, pero eso significa precisamente que el discurso de los derechos sólo sirve para defender mínimos básicos (como el derecho a la educación que ya está constitucionalmente garantizado), y no para elevar estándares. ¿Por qué autoengañarnos creyendo lo contrario?

Me pregunto si el discurso de los “derechos” no se presta precisamente para fortalecer los intereses de los que son suficientemente fuertes para hacer lobby reclamando tales derechos (y que por tanto siempre aparecerán como más graves los problemas de la educación universitaria que los de la escolar, siendo que en Chile muy probablemente sea al revés).

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Hay una cosa que no me pregunto, sino que reconozco con todos: que en la educación chilena hay muchos problemas de suma gravedad, tanto en el contenido como en las desigualdades sociales que refleja y perpetúa. Pero lo que estas preguntas me hacen pensar es que el actual movimiento –si tiene algún éxito– sólo agravará varios de esos problemas, y que con toda la preocupación que uno pueda tener por la educación, no hay motivo alguno para ser optimista respecto de lo que está ocurriendo. Y eso sin siquiera haber entrado a hablar de los actos de violencia…

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el Blog del autor,  http://manfredsvensson.blogspot.com.