Actualidad de la Escuela de Salamanca

Marcos Jaramillo | Sección: Historia, Sociedad

Los grandes trastornos políticos y económicos que estamos presenciando nos invitan a reflexionar sobre los fundamentos socioeconómicos de nuestra sociedad. El fracaso del marxismo llevó a pensar que el capitalismo era el gran vencedor. Pero este sistema también hoy está acosado por serios problemas, lo que lleva a preguntarnos qué hacer ahora. ¿Insistir en soluciones cosméticas y que representan más de lo mismo? ¿Entregarnos a la tentación fácil de regresar a políticas económicas de corte estatista ya fallidas? ¿O de una vez por todas abordamos en profundidad la tarea de averiguar qué falta en nuestro sistema de libertades para enfrentar con justicia, perspectiva moral y decisión el gran cambio?

¿Qué pasó al inicio del capitalismo? Con anterioridad al siglo XVI en Europa fue fraguándose un cúmulo de conocimientos económicos dispersos, que a fines de ese siglo logró un conjunto armónico en España. Schumpeter, en su Historia del Análisis Económico, nos señala que los exponentes de la Escuela de Salamanca son los que están más cerca para ser llamados fundadores de la ciencia económica. Ellos, sobre la base de la ley natural, se refirieron a la propiedad privada, finanzas públicas, teoría monetaria, valor y precios, justicia distributiva, ganancias, intereses, actividad bancaria, sueldos justos, etcétera. ¡Nada de mal para ser el siglo XVI, cerca de 200 años antes que Adam Smith!

Antonio de Escobar y Mendoza (salmantino) fue influyente en Francia, donde Turgot apoyó varios puntos de la propuesta económica basada en la ley natural. En Flandes, Leonardo Lessio (exponente de la Escuela Salmantina) traspasó la misma propuesta de Salamanca a Hugo Grocio. Asimismo, también los salmantinos influyeron sobre Samuel von Pufendorf en Alemania. A través de Grocio, Pufendorf y Turgot muchas de las ideas salmantinas influenciaron el pensamiento económico de la Escuela Escocesa, especialmente a Adam Ferguson, Francis Hutcheson y al mismo Smith. Sin embargo, la gran tragedia de todo esto está en que el pensamiento salmantino fue distorsionado por Grocio y Pufendorf en un lugar esencial: el concepto de ley natural y del hombre, pasando a ser algo erróneo lo que recibe Smith y el inicio de la economía moderna.

Sin una base objetiva que daba la ley natural de la Escuela Salmantina, en el capitalismo se parte de una falsa concepción del hombre y de su entorno, a un nivel inferior: el homo economicus, un actor con un “egoísmo ilustrado”. El capitalismo nos entrega un recetario lógico y eficiente para hacerse rico, pero sin una base moral objetiva, como por ejemplo la falta de realismo de la sociedad salarial, la polución indiscriminada del medio ambiente, la carencia ética de ciertos agentes financieros mundiales, el chantaje sindical, etcétera.

La libertad es “natural” al ser humano, por lo que el sistema de libre mercado fluye “naturalmente” de él. El error del capitalismo en su configuración actual está en no captar la naturaleza moral del género humano, y por ende en no comprender los códigos propios de la ética social y política. Eso explica cierta deformación de la economía en economicismo, de la dimensión individual en individualismo, de lo social en socialismo, etcétera. Distorsiones que en buena medida arrancan de una errada conceptualización y aplicación práctica del bien común político, generando de paso desigualdades socioeconómicas y una concentración casi exponencial de la riqueza. Un dato que respalda el argumento es que el 1% de la población norteamericana es dueña de aproximadamente del 50% de la riqueza de ese país. Es necesario cumplir con una moral común, que haga posible el sano funcionamiento del mercado, y así la confianza, la creatividad, la honestidad, la justicia y el respeto humano e institucional le sea consustancial.

Nuestra impresión es que, más allá de los anarquistas y oportunistas políticos de siempre, el reclamo de fondo de las grandes mayorías no es en pro de derribar el sistema, que tiene cosas muy buenas y que funcionan, sino de corregir las injusticias y distorsiones que con el tiempo han aflorado.

No tan sólo en Chile, sino que en todo el mundo, es necesario repensar el capitalismo desde sus fundamentos, en base a la condición natural del género humano, asumiendo que la economía está para servir al ser humano y no al revés. Ha llegado la hora.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.