La familia estable no es discurso del pasado o de derecha

Mons. José María Arancedo | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad

El flamante presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, advirtió que son “muchos” los desafíos que se le plantean a la familia hoy y consideró que “una buena política de Estado es fortalecer los vínculos de la familia y que ella sea realmente la primera escuela de vida para sus hijos”.

Muchas familias están como agredidas por ideas ajenas a lo que ellas piensan, y que se introducen dentro de su propia casa. Hay que tener en cuenta la importancia de la estabilidad, del trabajo. Hoy día pareciera que la familia estable fuera un discurso del pasado o de la derecha. Algunos piensan que para ser progresista hay que hablar de ‘otra familia’. No se pondera el amor, la fidelidad, la entrega”, criticó en una entrevista difundida al término de la 102ª Asamblea Plenaria, de carácter electivo, que se realizó del 7 al 12 de noviembre en la casa de ejercicios El Cenáculo – La Montonera, de Pilar.

 

Entrevista

A continuación, un extracto de la entrevista difundida por la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina:

 

¿Su familia tuvo que ver con su fe?

Sí. Una familia cristiana, en especial mi madre que fue una mujer de fe profunda, quedó viuda con 10 hijos, vivíamos en Témperley, provincia de Buenos Aires, y nos llevó a todos adelante sola. Su fe marcó. Y le tengo que agradecer, no solamente el don de la vida y de la fe sino incluso del sacerdocio como valoración de parte de ella.

 

¿Cuál siente usted que es su mayor donación como obispo?

En el lema episcopal yo puse esa frase de Juan: “Padre, que sean uno como nosotros para que el mundo crea”. La unidad es un tema teológico, profundo, eclesial, que me ha movido mucho siempre. En esa línea pensé trabajar y también en el tema misionero con la conciencia de que permanentemente tenemos que dar el Evangelio. El banco de prueba de nuestra fe está en la comunión y en la misión.

 

Rescatando la cuestión de la pluriculturalidad y la globalización, ¿qué puede aportar la Iglesia a nuestro mundo tal como está planteado hoy?

La riqueza de la Iglesia es Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y lo será siempre. Por lo tanto no hay una etapa postcristiana. No hay nostalgia de un pasado que fue sino la esperanza de un mañana que tenemos que construir desde Jesucristo. Él es el centro, se nos ha revelado, y esa revelación llega también a la inteligencia del hombre. La revelación también es verdad que está llamada a iluminar y dar sentido al hombre. No es solamente un sentimiento ocasional o un recetario de fe de respuesta a mis problemas. Es una verdad que da sentido a la vida del hombre. Como ser creado y como ser que camina en el tiempo, y hasta tiene sentido la muerte desde su fe. Por eso creo que para nosotros, en ese diálogo con el mundo, tenemos que compartir mucho de lo que es el centro de nuestra fe: Jesucristo. Él es la verdad revelada para nosotros y es eso lo que tenemos que ofrecerle al mundo.

 

¿Cómo ve ese mundo?

Es un mundo difícil, creo que ha perdido muchas cosas, se construye desde una libertad sin límites. Y es una libertad que debe ser como liberada. Cuántas veces el hombre aparece esclavo de su libertad porque no ha encontrado la verdad que lo haga libre. Es un tema fundamentalmente cultural el que tiene que hacer la Iglesia hoy día. Entendiendo la cultura en este plano.

 

¿Qué desafíos ve que se le plantean a la familia argentina?

Muchos. En el mundo globalizado, la familia no solamente es transmisora de vida también es transmisora de valores en una cultura en un sentido muy amplio. Creo que es de una buena política de estado fortalecer los vínculos de la familia y que ella sea realmente la primera escuela de vida para sus hijos. Eso forma parte de una responsabilidad social. Muchas familias están como agredidas por ideas ajenas a lo que ellas piensan, y que se introducen dentro de su propia casa. Hay que tener en cuenta la importancia de la estabilidad, del trabajo. Hoy día pareciera que la familia estable fuera un discurso del pasado o de la derecha. Algunos piensan que para ser progresista hay que hablar de “otra familia”. No se pondera el amor, la fidelidad, la entrega. Algunas relaciones afectivas entre las personas no tienen horizontes, deseos de trascenderse en hijos. Hay un crecimiento del subjetivismo: “yo necesito hoy esto y mañana esto otro”. Se ha quebrado la donación que implica el amor.

 

¿Qué signos de esperanza detecta en nuestra sociedad actual?

La esperanza es el hombre creado por Dios con inteligencia, con voluntad, con libertad y como ser espiritual. Ese hombre es la esperanza en tanto que busca cosas nobles. A veces también por el absurdo llega a eso, después de un cansancio se da cuenta de que lo que tenía cerca es lo que él no valoró y era lo importante. Al hombre como ser espiritual, trascendente, no lo satisface cualquier cosa y a veces cosas que aparentemente duran poco. La gran riqueza es ese hombre visto en la totalidad. Una inteligencia, una voluntad, una dimensión espiritual. Esto se ve con jóvenes: el deseo de sinceridad, el deseo de la cosa noble y coherente, la transparencia, la ejemplaridad, cómo reclaman el valor de la familia. Estos son signos positivos.

 

¿Cuáles son los temas básicos en los que la Iglesia puede dar un mensaje verdaderamente transformador?

Primero el anuncio del Evangelio. La Iglesia tiene que mirarlo a Jesucristo siempre. Y predicarlo. Y vivirlo. El tema de Jesucristo es central y hay que hacerlo vida. Ahí aparece el tema de la familia, la vida, la educación, la dignidad del hombre y el trabajo, la cultura del trabajo. Estos son los temas que tienen que estar permanentemente en agenda pero desde ese Jesucristo que debe iluminar. Cristo no ocupa el lugar de nadie. Ilumina el lugar de todos: un noviazgo, una familia, un país. No es para ocupar el lugar de otro; hay una autonomía de lo temporal que respetar, pero hay una luz para eso temporal que es Jesucristo. Y la Iglesia tiene que ofrecerlo. El centro es el mensaje de Jesucristo y verlo en la dignidad del hombre, los derechos humanos, en la familia, en la vida, en la educación, en la opción por los pobres. La opción por los pobres no es una estrategia: es una fidelidad al Evangelio. Este Papa, cuando fuimos a Aparecida, dijo: “La opción por los pobres es un tema cristológico”. No se puede obviar este tema. Cristo hizo la opción por los pobres. Él ha escondido su dignidad en el rostro del pobre. Una Iglesia que no esté cerca del pobre no sería fiel a Jesucristo.

 

¿Que le pide puntualmente a Jesús hoy?

Que me acompañe, que esté con nosotros, yo estoy acá como los de Emaús: “Señor, quédate con nosotros que te necesitamos”. Y pedir la gracia de ser fiel a lo que Él me dice en su Evangelio, a través de mis hermanos.