La salud de la mujer… y del hombre

Luis Fernández Cuervo | Sección: Familia, Sociedad, Vida

Aparecen con frecuencia, en los diarios, noticias de cómo van aumentando los casos de cáncer de mama y de cérvix (cuello del útero) en las mujeres de nuestro país. También ocurre en otros países de América Latina y de Europa. Sin embargo me sorprende que nunca se diga a qué se debe ese aumento. ¿Sólo ignorancia? ¿Complicidad con el negocio? En este tema, como en otros muchos, nunca se quiere llegar al fondo.

Pero los médicos debemos decir la verdad, porque la salud física de las mujeres es importante para toda la sociedad. De ella depende, muy en especial, la salud física y moral de nuestro país, de todo un pueblo.

La experiencia de mis largos años trabajando como patólogo y la bibliografía científica más rigurosa demuestran que hay una estrecha relación entre el uso de anticonceptivos hormonales y el aumento mundial del cáncer de mama. También entre los abortos provocados y ese tipo de cáncer. Una mujer puede padecer de ese cáncer sin haberse provocado abortos ni haber usado anticonceptivos hormonales. Sí, pero el aumento mundial de esta patología se debe en gran medida a los abortos provocados y al uso de esos anticonceptivos. Si no se le da fuerte publicidad es porque el negocio de los anticonceptivos es supermillonario y porque la presión política para instaurar la legalización del aborto en todos los países es cada vez más agobiante.

Algo de esto se entiende si se sabe que la glándula mamaria de las mujeres, cuando no hay un embarazo de por medio, es como un árbol en el invierno europeo. Hay ramas pero no hay ni hojas, ni flores, ni frutos. Cuando se instaura un embarazo, comienza el maravilloso diálogo hormonal y tisular entre madre e hijo y es el hijo el que hace cambiar el cuerpo de la mujer hasta aspectos finos cada vez más conocidos y maravillosos. Uno de ellos es que sea el pequeño embrión quien gobierna el cambio de las mamas de su madre para que ocurra en ellas su primavera y su verano, para que se desarrolle toda la parte secretora, porque él, el pequeño dictador, sabe que va a necesitar alimentarse de la leche que produzcan esas glándulas cuando lleguen a la plenitud de “mamas lactantes”.

Cuando cesa la lactancia, esas glándulas ya han cubierto su función y lentamente vuelven a su situación de reposo, donde solo serán de nuevo una serie de conductos vacíos. Todo eso es lo natural, pura “ecología” humana.

En cambio, toda alteración hormonal, cuando mas brusca y artificial sea –y el aborto provocado y los anticonceptivos hormonales lo son- repercutirá en las glándulas mamarias alterando su desarrollo o involución naturales, produciendo, casi siempre, lesiones de mastopatía fibroquística que son lesiones precancerosas.

Nunca olvidaré un caso. Fue en Córdoba. Mi jefe me pasó unas láminas de una biopsia de mama, de una chica de 14 años. A él le pareció cáncer. Tenía una mastopatía fibroquística con unas atipias celulares muy prominentes. No era cáncer todavía, pero le faltaba poco. –Averigua –le dije– si está tomando algún tipo de anticonceptivos hormonales. ¡Pero si solo tiene catorce años!– me respondió. Yo sonreí e insistí: -El caso es tuyo, averigua. Averiguó y sí, estaba tomando algún tipo de anticonceptivo hormonal. Esa vez se salvó de la extirpación de una de sus mamas. Qué fue de ella después, nunca lo supe.

El cáncer del cuello de la matriz (cérvix uterino) está producida por contagio sexual con un varón que porta el virus del papiloma humano. Cuanto antes comience la relación sexual de una mujer y cuantos más sean sus compañeros sexuales, “mas boletos llevará en la rifa cuyo premio” es desarrollar ese tipo de cáncer. ¡Mala lotería.!

Durante mi trabajo en Chile recibía muchas biopsias de cérvix con cáncer. La edad de esas pacientes oscilaba entre los veintitantos y treinta y tres años. Volví a España poco antes del primer gobierno socialista. Las biopsias con cáncer de cérvix eran pocas y la edad de esas mujeres solía ser de cuarenta y tantos años. Llegó la “modernidad socialista…” y observé con tristeza como dos jóvenes enfermeras de mi servicio, casadas, rompían su matrimonio buscando nuevos amores. Una de ellas estuvo a punto de morirse de una peritonitis aguda por un dispositivo uterino perforado; la otra, padeció pronto una infección sexual de algún tipo. Y en mi trabajo, aumentaron las biopsias de cérvix con cáncer y de mujeres cada vez más jóvenes. Ese fue uno de los precios de esta “liberación sexual”, estúpida y perjudicial.

¿Y la salud de los hombres…? Pues diré que la culpa de que las mujeres contraigan Sida y otras infecciones sexuales graves, muchas veces no es culpa de ellas, sino de la pésima salud sexual y moral de los hombres, de la infidelidad de sus maridos.