¿Calidad de la Educación?
Pedro Ramírez Peradotto | Sección: Educación, Política, Sociedad
Toda la gente, ilustrada o no ilustrada, utiliza el término educación para referirse a los estudios que siguen sus hijos, o familiares, en colegios, liceos, centros de formación técnica, institutos o universidades; sin embargo, parece que, ni los unos ni los otros, conocen y comprenden el significado del concepto.
En estos últimos meses, dado el conflicto estudiantil en curso, esa misma gente asoció al término educación el término calidad.
La mayor parte de los ilustrados que hablan del tema, lo más probable es que puedan describir que es, para ellos, una vacación de calidad en la Costa Azul o en el Caribe. Entre los menos ilustrados, que también pueden llegar a la Costa Azul o al Caribe de vacaciones, su relato de una vacación de calidad, en una de esas zonas, probablemente será diametralmente opuesto al relato del vacacionista ilustrado.
Ahora bien, si solicitamos a ambas clases de personas, al ilustrado y al no ilustrado, una declaración con relación a una educación de calidad. Ambos relatos serán disímiles y, probablemente, ambos serán erróneos.
¿Ha pensado usted por qué podrían ser erróneos?
Salvo situaciones patológicas, todos los organismos vivos aprenden. Un organismo de alta complejidad como lo es el hombre, además de aprender de manera individual, gracias a su continua y permanente interacción con su medio ambiente, ha organizado algunos medios de formación, con el propósito de garantizar ciertos aprendizajes esenciales para la apropiada integración de cada persona en la cultura a la que se pertenece. Situación que no ocurre en Chile desde hace muchos años, como lo demuestran los resultados de las pruebas nacionales e internacionales que se aplican en nuestro país.
Esos medios de formación hoy los reconocemos asociados a los establecimientos que conforman el sistema educativo pre-escolar, escolar, medio y superior.
En los primeros años del sistema escolar chileno se esperaba, preferentemente, que los niños aprendiesen a leer, de manera fluida, con ritmo y entonación; a escribir, usando estructuras gramaticales correctas, sin faltas ortográficas; que lograsen, a su vez, el concepto de número y dominasen las operaciones básicas. No era mucho para seis años de estudio conducidos por profesores normalistas; pero, bastaba para iniciar los siguientes seis años de humanidades, bajo la tutela de profesores especialistas en las materias que enseñaban.
Lo indicado ocurría en la década de los años 50 y 60, una época en que un porcentaje relativamente menor de la población infantil y juvenil accedía a la escolaridad formal, tanto en colegios fiscales como particulares supervisados por el estado, en los cursos de humanidades, a través de un sistema de examinación, al término de cada año escolar.
Calidad
La primera caída profunda y significativa en el nivel de calidad del sistema escolar se produce con la reforma instalada en el gobierno de Frei M. En esa reforma se extiende la escolaridad básica de6 a8 años obligatorios y se le quita a los profesores especialistas la formación de 7º y 8º años, los antiguos 1º y 2º años de humanidades.
En otras palabras, los profesores normalistas, a los que se agregan los “profesores marmicoc” sin preparación para abordar la enseñanza que se daba en los antiguos primer y segundo año de humanidades, asumen una tarea que los supera. Nadie puede enseñar lo que no sabe.
Tampoco es posible esperar que un niño o un joven aprenda aquello que no tiene la oportunidad de percibir, procesar, grabar e integrar en sus estructuras cognitivas y emocionales con significación.
Las primeras víctimas de la reforma de Frei M. fueron los alumnos que empiezan a egresar de la enseñanza básica, con déficit en comprensión lectora, fallas en las operaciones matemáticas, con pensamiento preferentemente concreto, sin capacidad de análisis y sin capacidad de síntesis, entre otras carencias relevantes.
Si, en esa época, la decisión del aumento de los años de escolaridad básica obligatoria hubiese sido tomada por personas con visión de estado, capaces de intuir el tremendo efecto de las variables asociadas al cambio, la formación de 7º y 8º año se habría instalado de manera gradual y se habría mantenido bajo la responsabilidad de profesores formados en las universidades. Decisión que hubiese controlado, a lo menos parcialmente, la dramática pérdida de calidad que se instala en todo el sistema educativo con la puesta en marcha de la reforma realizada por los democristianos de la época y que, luego, se profundiza con la municipalización de la enseñanza fiscal que potencia la ampliación de la relación profesor alumno, aglomerando a éstos en la sala de clase, ya que a mayor número de alumnos mayor subvención. Cuestión que produce, anualmente, un porcentaje no inferior al 35% de los niños que ingresan a primer año básico y egresan de cuarto básico sin saber leer ni escribir. Un nivel de analfabetismo real que los políticos no son capaces de reconocer, ocultándose éste en las estadísticas de escolaridad que sólo indican cantidad y no calidad del producto esperado.
Este breve relato nos ayuda a fijar tres de las características asociadas a la calidad de la educación escolar:
1. La docencia exige, simultáneamente, dominio de lo que se enseña y de las técnicas asociadas a ello.
2. Las decisiones del ámbito educativo nunca deben ser tomadas por quienes en sus análisis dejan de considerar los efectos de largo plazo, privilegiando los efectos mediáticos de sus decisiones.
3. El número de alumnos por aula, especialmente en los 4 primeros años de escolaridad, no debe superar los 25 alumnos por sala.
Educación
La formación sistemática, organizada con el propósito de garantizar ciertos aprendizajes esenciales para la apropiada integración de cada persona en la cultura a la que se pertenece sin duda no tiene que ver con el concepto de educación, a pesar que la educación se da en la relación del hombre en su hábitat y con su hábitat.
Alcanzar un estado educado en esa relación, durante esa relación y después de ella, es más que tener formación escolar, media o superior. Esa formación sistemática, primariamente es instrumental y tiene que ver con un fin extrínseco. La educación propiamente tal es algo intangible que es valioso por sí mismo, algo que vale la pena tener, que tiene un fin intrínseco, algo que permite referir una parte del conocimiento a otra y relacionar lo aprendido con el modo de ver el mundo y de actuar en él.
Desde ese punto de vista, para que en la relación se produzca educación, el alumno debe llegar a apreciar el valor de lo que aprende y ejercer su voluntad para lograrlo.
En otros términos, educarse es lograr una experiencia valiosa que retroalimenta el progreso personal en función de la retribución que tiene para cada persona el darse cuenta del valor de su saber para su entorno de vida personal, familiar y social.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Gestión Educativa, http://autoestimaescolar.blogspot.com.




