¿Hacia la ingobernabilidad?

Max Silva Abbott | Sección: Educación, Política, Sociedad

El conflicto estudiantil se ha radicalizado de tal manera, que ya parece evidente no sólo que se encuentra desenfocado, sino además, que está siendo utilizado como auténtico Caballo de Troya para desestabilizar al actual gobierno.

En efecto: al menos la cúpula estudiantil ha llegado a un grado de intransigencia inaceptable: no quieren que sus demandas se discutan en el Congreso; no quieren participar en las comisiones a las que se los ha invitado; no quieren la mediación de la Iglesia; no quieren tratar de recuperar el año escolar (siendo que varios dirigentes han congelado sus estudios, razón por la cual no tienen nada que perder con las movilizaciones, a diferencia del resto de los estudiantes); no están dispuestos a ceder una coma en sus peticiones; excluyen de sus filas a los que piensan de otra manera, etc. Así las cosas, pareciera que lo que debiéramos hacer es constituir a estos dirigentes en nuestros nuevos gobernantes, puesto que parecen ser los únicos que tienen la razón en este asunto.

Pero además, el presente conflicto está siendo utilizado como excusa para “subirse al carro” del descontento, si así pudiera decirse. No sólo porque se han ido sumando, de manera más esporádica o permanente, diferentes sectores que muchas veces no tienen nada que ver con el problema que supuestamente se pretende solucionar, sino además, porque este tema está siendo utilizado como chivo expiatorio para un conjunto de demandas que en el fondo, quieren alterar, por una vía muchas veces de facto, nuestra institucionalidad. Así, se han propuesto soluciones ilegales (como realizar un plebiscito sobre este tema), o incluso se ha hablado de cambiar la Constitución.

De este modo, si uno mira el asunto con una visión panorámica, parece claro, tal como se han dado las cosas, que el objetivo final de todo esto no es solucionar el problema de la educación (pese a que es necesario hacerle modificaciones), sino simplemente, desestabilizar al gobierno. ¿Cómo? Fomentando el descontento social por los motivos que sea (pese a que nuestra situación como país no es tan mala) y llamando a movilizarse de tal forma de crear un clima de ingobernabilidad que, idealmente para sus promotores, fuerce al actual gobierno a dejar el poder y llamar a elecciones. Ahora bien, ¿se merece Chile esto?

Todo lo anterior atenta contra el Estado de Derecho y la propia institucionalidad, que pese a los problemas, nos ha permitido progresar como país. Pero además, muestra muy a las claras el nulo espíritu tolerante y democrático de sus promotores, que no soportan que los que no piensan como ellos, dirijan los destinos del país.

¿Quiere decir esto que sólo podemos ser gobernados por la izquierda? ¿Dónde ha quedado, pues, el principio de la alternancia en el poder, esencial para toda auténtica democracia?