Radiografía de la juventud católica francesa más comprometida

Aceprensa | Sección: Religión, Sociedad

El veterano diario católico La Croix ha preparado una encuesta exclusiva (cfr. www.la-croix.com del 21-1-2011) sobre los católicos de las jornadas mundiales de la juventud, la iniciativa lanzada hace años por Juan Pablo II y secundada desde el primer momento por Benedicto XVI. La cita en Madrid, el próximo mes de agosto, está cada vez más cercana. Y el diario ha hecho un amplio estudio sobre la fe entre los 16 a los 30 años, en estrecha colaboración con el Servicio nacional para la evangelización de los jóvenes y las vocaciones.

Espiritualidad y sacramentos

Han respondido al cuestionario más de tres mil jóvenes. Sorprende, en conjunto, la coherencia con que viven su fe, también en lugares y situaciones en parte descontextualizadas. Prevalece una fidelidad generosa y abierta. Aunque los resultados del estudio deberían quizá matizarse porque la encuesta fue respaldada abrumadoramente por personas que forman parte de movimientos y redes sociales: corresponde, por tanto, a la franja más comprometida de los jóvenes católicos.

El primer punto que subraya la encuesta es el atractivo de los jóvenes por la espiritualidad y la participación en los sacramentos. Su prioridad está ahí, y no en un conjunto de valores morales. Para el 15% de los encuestados, un católico es ante todo alguien “que reza, que piensa en Dios” y “que ha sido bautizado”. Para el 11%, la asistencia a misa y el testimonio son dos otros marcadores de la identidad católica, muy por delante del compromiso humanitario (4%) o de la participación en movimientos (6%). De hecho, la misa vuelve a estar en el corazón de la práctica religiosa de los jóvenes. La Eucaristía es “esencial” para el 59%. Lógicamente, el 81% estima que, para acercarse a Dios, la Misa se impone.

El 72% van a misa cada semana

El 72% de los encuestados acude a misa semanalmente. El porcentaje precede a los tiempos de oración (69%), al canto y la música (59%), que también dicen mucho a los jóvenes, que ven en el arte y en la belleza de la liturgia una puerta de acceso privilegiada hacia la fe. El 63% afirma practicar diariamente la oración; y el 24%, la lectura de la Biblia.

La parroquia sigue ocupando un lugar central, aunque no está necesariamente asociada con la misa. Muchos van de una parroquia a otra, en función de sus afinidades o sus expectativas. Pero las cifras muestran que este interés está especialmente presente en la edad de los primeros compromisos. A la vez, las capellanías, en los establecimientos educativos, siguen jugando un papel importante para el 42% de los jóvenes, antes que los grupos de oración (34%).

En cuanto a movimientos como la JOC o MRJC, se mencionan junto con los grupos surgidos de la renovación carismática (10%), comenzando por la Comunidad del Emmanuel. Esta fragmentación confirmaría la aparición de redes dentro de la Iglesia, con cierta volatilidad. Pero nunca al margen de la Jerarquía, porque el 69% dice que ha participado ya en algún evento diocesano.

La familia y la transmisión de la fe

A pesar de los tópicos sobre la globalización o la invasión de la cultura digital, se descubre que la fe de esta primera generación del siglo XXI sigue dependiendo de círculos de proximidad. La familia continúa siendo el lugar de transmisión de la fe: los padres (88%) o los abuelos (40%).

Las conversiones no son muy numerosas, aunque muchos jóvenes afirman que redescubrieron la fe de su infancia después de un tiempo de alejamiento. Otros lugares de experiencias de fe son los diversos movimientos Scouts.

Además, la fe depende más de lo que parece de figuras de autoridad, como el sacerdote (62%), el papa (53%) o religiosos (34%). Entre sus modelos, Madre Teresa (34%), Sor Emmanuelle (30%) y Juan Pablo II (23%).

Servicios en la Iglesia y en la sociedad

En contra también de tópicos extendidos, la encuesta descubre que muy pocos piensan que Roma debería autorizar la ordenación de mujeres o cambiar por completo la jerarquía. De modo semejante, la liberalización de la moral sexual les parece una cuestión menor. Esperan que la iglesia promueva el papel de la espiritualidad en la sociedad (47%) y defienda la vida (44%).

El 42% de los encuestados admite dificultades para vivir su fe en el mundo actual, que muestra una profunda brecha en aspectos importantes. Por eso, la Iglesia tiene que ser amigable, lugar de maduración y de ayuda mutua.

Ávida de peregrinaciones y retiros, esta generación no está replegada sobre sí misma: más de la mitad de los jóvenes presta algún servicio dentro de la Iglesia. El 55% están comprometidos en alguna actividad solidaria en la sociedad, proporción muy por encima de la media nacional: asociaciones (66%), ayuda económica (44%), servicios concretos (27%), sindicatos o partidos (8%).

Además, se esfuerzan por vivir y difundir su fe de modo coherente en los lugares en que desarrollan su vida: el 91% estima capital dar testimonio de la fe a través de discusiones (92%), acciones concretas (59%) o iniciativas en lugares públicos (26%). Una tercera parte ha participado ya en actividades de evangelización. No parecen interesarles los debates institucionales o políticos sobre la Iglesia, nada extraño en una época que desconfía de lo ideológico. El compromiso en nombre de su fe se traduce en oración y acción, con una estrecha unidad entre vida espiritual y militancia.

Como concluye Isabelle de Gaulmyn en su comentario editorial, “ese deseo de coherencia inspira respeto. Desmiente el mito de que los jóvenes, una vez pasado el entusiasmo de las grandes asambleas y de las JMJ dejan de asistir a las celebraciones ordinarias. Al contrario, para esta generación de Internet y de amistades virtuales, resulta esencial comunicarse juntos físicamente en un mismo lugar. Crecidos en el mundo de la imagen y la emoción, sienten necesidad de la belleza. La liturgia es, sin duda, una puerta de entrada para ellos en el misterio de la fe”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Aceprensa, www.aceprensa.com.