Concentración

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Política, Sociedad

La concentración que se da en numerosos rubros constituye una realidad inadecuada. Se afirma que ella se origina en la presión del mercado, que exige eficiencia y bajos precios en beneficio de los consumidores; que mientras no existan barreras de entrada, hay que descartar la posibilidad de caer en manos de monopolios. Todo indica que desde el punto de vista de la ciencia económica no hay objeciones.

Sin embargo, hay otra dimensión que normalmente se elude. Se trata de la potencia y de la estabilidad que le confiere a la vida del país la multiplicidad de empresas en cada rubro. La sinergia que deriva de grupos amplios y variados es más provechosa y creativa para la nación que la genialidad y productividad de unos pocos.

La concentración actual dificulta el proceso natural de renovación de las empresas. En previsión, comunicaciones, bancos, tiendas, supermercados, forestal y farmacias, por nombrar sólo algunos, hay tres o cuatro prestadores que superan el 75 por ciento del mercado. Ni hablar del Estado, que constituye el principal grupo económico y empleador del país, a la vez que el menos eficiente, el más caro y normalmente monopólico.

El exceso de regulaciones que dirige todas las manifestaciones de la vida constituye una gigantesca barrera que disuade las iniciativas y estrecha el horizonte de las oportunidades. La vida se torna gris y rutinaria: ser empleado es el único destino posible y deseable. El audaz que osa ser microempresario no apunta más allá de la peluquería o de las mermeladas caseras.

Sólo las grandes empresas pueden enfrentar las marañas administrativas. Y como las regulaciones encarecen los procesos, los beneficios en precios y eficiencia sólo restituyen en parte los niveles previos. Enredados por ellas, nunca seremos verdaderamente competitivos, porque tendemos a olvidar el mundo y a no desarrollar todas nuestras posibilidades. Así quedamos expuestos a efectos más acusados por las contingencias propias de la vida económica: sube el cobre, baja el dólar y se arruinan los agricultores. Un país más ágil tendría más compradores de divisas y la repercusión del cobre sería más acotada.

El mensaje presidencial que se avecina es el momento para exponer ideas y acciones que rectifiquen esta pesada herencia del socialismo. El Gobierno debe superar su adicción a mostrarse ejecutivo realizando las ideas falaces de sus antecesores, y presentar a la población desafíos que la conquisten con mística.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.