Del agnosticismo a la ira intolerante

Pedro Herráiz | Sección: Política, Religión, Sociedad

Palo al cristiano” parece la consigna imperante en la proximidad de las celebraciones más emblemáticas de la fe cristiana. Lo llamativo en esta ocasión es la violencia de las palabras, convertidas en “energumentario”. Lo de argumentario queda muy racional, muy humanista; trasnochado, que ahora se lleva el diseño y la producción de modelos de conducta desmontables, ajustables a las preferencias de cada uno y de cada momento, arquitectónica; y ser cristiano -tradicional, claro- no se aviene a este avance-social-arrollador-histórico. El mejorador de la humanidad –sedicente progresista- se encocora ante las resistencias a su proyecto. Totalitario, no admite enfrente otro proyecto –aunque también se dice multicultural-, y lleva con especial comezón que la sociedad no prefiera el suyo, con lo liberador que es.

Pero no es sólo la violencia verbal desatada. Llama también la atención el que los actos violentos de hostigamiento y burla a los creyentes cristianos estén cada vez más protagonizados por mujeres que han convertido al cristianismo en el espantajo de todas sus frustraciones y las de todas las mujeres de la historia. Abanderadas de una imagen homogeneizada de mujer, desnaturalizada, genérica, indiferente del entorno, mimética.

Está incrementándose en los grupos activistas la violencia contra símbolos, lugares y celebraciones cristianas, y hasta personas. Sabemos que cuando se recurre a la violencia verbal o física es que la tolerancia hace mucho que se dejó atrás y estamos en la etapa de la imposición por la fuerza, la del laicismo militante que se va realimentando ante la falta de respuesta y llega hasta el ensañamiento. ¿No te defiendes? le preguntaban a Jesús en su Pasión, y se les enardecía la saña.

Pero una sociedad se rige por la ley, que hace a los ciudadanos iguales frente a toda diferencia de condición, credo –religioso o no- e intención por mejor que a cada uno le parezca. Por eso es más grave que padres de la ley azucen los desprecios a ella y a quienes ella iguala, la desvaloricen. Desprecian a la ley y por ello a sí mismos, a la igualdad aunque se proclame a los cuatro vientos, y a los ciudadanos, tratados como material de manipulación. Esa es la barbarie en el sentido contemporáneo, el que la enlaza con los totalitarismos, con los campos de exclusión y exterminio. La historia está sujeta a error, y ningún horror está definitivamente superado.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, http://www.analisisdigital.com