Tsunami y oportunidades

José Luis Widow Lira | Sección: Política

El 11 de marzo pasado, como todos sabemos, un fortísimo terremoto sacudió a Japón y causó un tsunami que azotó de manera terrible a ese mismo país, pero que también cruzó todo el Océano Pacífico, poniendo en riesgo a las poblaciones ribereñas de todas las naciones cuyas costas son bañadas por esa gran –y poco pacífica– masa de agua. Chile estaba entre ellas. Esto generó oportunidades que han vuelto a poner a prueba la calidad de personajes de la política nacional. A esto quiero referirme.

Oportunidad para las autoridades

Las autoridades de Chile se vieron enfrentados a la disyuntiva entre, por un lado, tomarse en serio la alarma de tsunami y actuar en orden a disminuir las posibilidades de daño entre la población y, sobre todo, a evitar la pérdida de vidas y, por otro, la de dejar que las cosas siguieran su curso normal, esperando que, como tantas veces antes, nada sucediese. El gobierno decidió tomarse en serio la alarma. Aparte de que el Presidente y los ministros se reunieron ese día en la ONEMI, desde donde se controló toda la operación, se montó una gigantesca maniobra que significó evacuar la población ribereña hacia territorio de mayor altura, de manera de evitar cualquier riesgo para ella. Todo esto, hacia la noche del día 11 de marzo y las primeras horas del 12 en Chile continental y más temprano en el insular. Eso implicó, por supuesto, afectar la actividad económica: puertos, transporte, y toda empresa productiva de bienes o servicios que estuviera ubicada a pocos metros de la costa, debieron detener su actividad. Ese largo día, que para los chilenos fue de “atenta espera”, los medios de comunicación se llenaron elucubraciones acerca de lo que finalmente ocurriría. Muchas personas de a pie y otros tantos periodistas expresaron lo que muchos creían: que no pasaría nada y que todo el operativo era innecesario. Algunos llegaron a sugerir que se trataba de un despilfarro de recursos.

El gobierno se mantuvo en su decisión, no obstante las críticas que recibió ya antes del desenlace de toda la situación. Bien por el gobierno, que hizo lo que tenía que hacer. Oportunidad aprovechada para bien.

Oportunidad para Piñera

Hace un tiempo, el Presidente demuestra estar preocupado de comparar su gobierno con el anterior y así destacar la diferencia que existiría entre ambos dada la eficiencia del suyo. La operación por el tsunami fue una nueva oportunidad para hacer la comparación. Aunque también era una buena oportunidad para guardar silencio. Nadie dice que los gobiernos no se puedan comparar, sobre todo si se trata de diferenciarse de uno como el de la Presidente Bachellet y su conjunto de ineptitudes y desatinos. Pero la comparación debe ser justa. Es evidente que la situación tras el terremoto no es la misma que ante una alarma de tsunami que es anticipado por varias horas. En el primer caso, además, está todo afectado: comunicaciones, vías de transporte, logística, etc. En el segundo no. Más allá de los errores que se cometieron el 27 de Febrero de 2010, la comparación que realizó Piñera estaba demás. Por otro lado, cuando la costumbre de comparar se acerca a la manía, pareciera perder su objetivo y su eficacia. Mal por Piñera. Oportunidad de guardar silencio desaprovechada.

Oportunidad para la oposición de mostrar claridad y grandeza respecto de los objetivos de la política

La oposición, ante las comparaciones del Presidente, tuvo la oportunidad de simplemente mostrar lo desatinadas que eran o de, a propósito de ellas, intentar mostrar que, en situación de emergencia, los errores corrían por cuenta de Piñera y no de Bachellet. Como sabemos, esta segunda opción es la que tomaron significativos políticos de la oposición. Criticaron la operación ante la alarma de tsunami como exagerada, como despilfarro de recursos, como una jugarreta del gobierno para parecer eficiente ante la población y otras de la misma índole. Incluso, y no obstante la evidencia en contrario, algunos dijeron que los hechos demostraron que todo el operativo había sido exagerado.

Ya dijimos que el gobierno de Piñera hizo lo que tenía que hacer. Aun si no hubiese pasado nada de nada, se hizo lo que se debía. Los generales, por lo demás, tienen que tomar sus decisiones durante la batalla, no después. Por eso, aun si no hubiese pasado nada, no significaba que la reacción fue exagerada. Fue la que debía, pues no se podía ignorar la alarma generada tanto en Chile como  internacionalmente. No se podía jugar a que esta vez, también, sería una “olita”, una “pequeña deferencia de mareas”. Simplemente en el momento de tomar las decisiones no se sabía cómo sería.

En consecuencia, al gustito que se dio el Presidente de hacer la comparación con el gobierno de Bachellet, algunas figuras de la oposición replicaron con algo peor: jugando con fuego. Criticar lo que criticaron es crear la ocasión para que la próxima vez, sea quien sea que gobierne –quizá alguien de su propio sector político–, tome las decisiones haciendo cálculos egoístas relativos a imagen y votos más que a lo que es necesario para el bien de los chilenos. Una vez más, la política pequeña, hecha a ras de piso. Mal por la oposición. Oportunidad desaprovechada.