Aniversarios

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Política

Un año del terremoto, un año del Gobierno. Estos aniversarios se han prestado para mostrar una Concertación atacando afanosamente en lo pequeño, y un Gobierno metido en ese juego de minucias, si es que no enredándose entre sus propios miembros acerca de cuánta realidad y cuánta ficción hay en sus explicaciones, como si presentara un justificativo por las tareas incompletas.

No es éste el juego. Gobernar un país es como pilotar una nave. Y su timonel debe ser un buen técnico, y también un caudillo convincente, para inculcar confianza a tripulantes y pasajeros sobre la bondad del rumbo a seguir, aun en medio de los temporales y las borrascas. El terremoto ha sido un obstáculo formidable, pero no sirve para explicar si la dirección elegida es inadecuada y, menos aún, para justificar una ausencia de norte. Estos 12 meses muestran a un gobierno eficiente, pero aplicado a tapar los hoyos superficiales que encontró en el mal camino dejado por los anteriores.

Se esperaba de él una rectificación significativa: implementar los numerosos ajustes microeconómicos que se fueron acumulando por miedo y por cálculo de los anteriores gobernantes. Se ha olvidado de que el país nunca superó la mal llamada crisis asiática de 1997. Desde entonces sólo ha ocurrido que subió el precio del cobre a niveles impensados. Ese chorro de dinero ha permitido eludir las reformas necesarias para retomar nuestro camino y ha incrementado el predominio y las imposiciones de poderosos grupos sindicales, empresariales y gremiales, reñidas con la libertad y la vigencia del derecho.

Se buscaba también una conducción que potenciara nuestras capacidades. Que abriera un campo grande para fortalecer el espíritu de los chilenos, con toda nuestra variada creatividad. Que se nos permitiera caminar impulsados por nosotros mismos, a nuestro ritmo y con nuestro modo; en esto consiste la fortaleza cultural. En vez de eso, un poco mareados y pretenciosos, nos meneamos entre el G-3 o el G-5, los emergentes, la OCDE y el Unasur. El Asia Pacífico y otros ya pasaron de moda. Y seguimos creyendo que la riqueza externa y circunstancial continuará impulsándonos indefinidamente en este baile de segunda división, tan cómodo y tan grato para la burocracia reglamentista que reduce el alma y prohíbe proyectarse al futuro.

La polémica de los aniversarios ha expresado la chatura y la fatuidad que nos hacen creernos hermosos. Necesitamos voces vigorosas que nos orienten hacia metas altas y amplias.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.