Matrimonio y uniones de hecho

Max Silva Abbott | Sección: Familia, Política, Sociedad

Con el correr del tiempo, finalmente todos los sectores políticos han ido sumándose a la idea de regular las uniones de hecho, tanto hétero como homosexuales, a fin –al menos por ahora– de solucionar una serie de problemas, como herencias, pensiones, salud, vivienda, etc. Ello, pese a que reconocidos civilistas han indicado que nuestro ordenamiento ya cuenta con varios mecanismos que pueden solucionarlos, sin necesidad de hacer modificaciones legales sobre un tema tan importante y de tanta trascendencia para cualquier sociedad, como es la familia.

Con todo, resulta curioso que algunos señalen no sólo que lo anterior no implica atentar contra la familia matrimonial heterosexual, sino además, que con ello se pretenda fortalecerla, al considerar a la familia como el núcleo básico y motor de la sociedad.

En efecto, parece difícil fortalecer una institución cualquiera, si de forma paralela se crea otra que pretende en parte imitarla. No sólo porque con ello se le otorga carta de ciudadanía a esta última, sino además, porque a la postre, existiendo dicha regulación, resulta muy probable que más y mas personas opten por ella. Es como si se estableciera un sistema paralelo para la obtención de títulos profesionales con menos requisitos, pero con resultados muy similares a los que otorga la educación superior formal, con lo cual, lejos de potenciar a esta última, se la erosiona gravemente, al punto que casi podría hablarse de una “competencia desleal” entre ambas.

No sólo eso: con el correr del tiempo, difuminadas cada vez más las diferencias entre ambas situaciones, se tenderá a homologarlas, al punto que al final, casi daría lo mismo optar por una u otra alternativa. Con lo cual, el corolario lógico es ampliar al mismo matrimonio, para incluir en él a las parejas del mismo sexo, en atención a que las uniones de hecho ya lo hacen. En suma, se crea una institución paralela más amplia, que probablemente terminará contagiando a la primera.

Desde nuestra perspectiva, la clave para entender el verdadero sentido y razón de ser del matrimonio y la familia, es la absoluta necesidad que tenemos, como sociedad, de preparar a una generación de reemplazo que nos sustituya cuando nosotros hayamos pasado, porque las sociedades a las cuales pertenecemos y a las que les debemos todo, permanecen. Pero al mismo tiempo, esas sociedades están formadas por personas, por nosotros (por eso somos “antes” que ellas). Y dada nuestra naturaleza sexuada, requerimos de la complementación entre hombre y mujer para engendrar y criar a la prole; tarea que lleva décadas, casi media vida, y que requiere una institucionalidad fuerte, que “amarre” a los padres, al estar en juego no sólo el futuro de los hijos sino de esa misma sociedad.

La pregunta es, pues: ¿qué institución lo consigue mejor?