Lo que falta en la reforma educacional

Sergio Díez Urzúa | Sección: Educación, Familia, Política

La reforma educacional es el proyecto emblemático del gobierno del Presidente Piñera. El apoyo transversal que ha obtenido en su primer trámite demuestra que muchos sectores entienden la urgencia de mejorar la calidad y la equidad de la educación en Chile.

He revisado el proyecto y encuentro en él un inteligente diseño de incentivos destinados a hacer más eficiente el sistema educacional. Pero a la vez me preocupan sus omisiones. No encuentro en él ni una sola mención a la familia, ¿o acaso la familia no tiene nada que ver con la “calidad y equidad de la educación”?

Me temo que un proyecto como este no será capaz de inspirarnos si únicamente apunta a la eficiencia. No se trata sólo de traspasar conocimientos y destrezas, sino también de formar personas. No nos conformamos con que nuestros niños y jóvenes desarrollen habilidades en matemática y lenguaje. Necesitamos sobre todo que adquieran buenos hábitos de conducta, parámetros morales sanos y firmes que les permitan ser felices. ¿Y cómo lograr esto sin la familia?

El ambiente educativo que generan el padre y la madre en el hogar no se puede sustituir con nada. Mucho antes de llegar a la escuela, el niño adquiere en la casa los primeros conocimientos y hábitos. Ayudado por sus padres aprende a comer, a caminar, a hablar, a lavarse. Tan determinantes son los tres primeros años de vida, que constituyen “la edad de oro de la educación”. En el seno de la familia, el niño comenzaría también a respetar a los demás, a obedecer, a decir la verdad, a ser responsable.

Sólo los profesores saben de qué manera se desgastan tratando de inculcar los hábitos que sus alumnos no han adquirido en la casa. Es que la familia es la sede educativa por antonomasia.

¿Cómo puede un proyecto educativo gubernamental incluir a la familia?

Fundamentalmente, promoviendo la integración entre los padres y la escuela. Educar bien es una tarea compleja que requiere la participación activa de todos los agentes educativos, pues sólo cuando se persigue un objetivo común es posible avanzar de verdad. El rol de los padres, en relación con la educación, va mucho más allá del simple hecho de elegir un establecimiento para sus hijos y conocer sus calificaciones y asistencias.

Cuando los niños van al colegio, los padres no dejan de ser los primeros educadores. En tal calidad, están llamados a apoyar la labor de la escuela comprometiéndose en la educación de sus hijos. De hecho, los estudios demuestran que la familia es el factor protector fundamental que previene los problemas conductuales en el colegio y en la calle. Cuando padres y escuela trabajan armónicamente, tanto el comportamiento como el rendimiento de los alumnos se ven beneficiados.

El rol educativo de la familia y su integración con el colegio se pueden fortalecer con muchos medios. Uno de ellos es el establecimiento de Escuelas para Padres. Mediante los adecuados incentivos, la autoridad educativa puede conseguir que los colegios implementen programas de formación para sus apoderados que apunten a integrarlos más en la labor educativa. En primer lugar, los padres deben aprender que su rol como guía y modelo en la formación de sus hijos es irreemplazable, y no depende de que hayan adquirido un nivel cultural determinado. Aunque los hijos lleguen pronto a superar la preparación académica de sus padres, éstos seguirán siendo la referencia fundamental para ellos. La presencia activa de los padres en el establecimiento educativo aumenta su conocimiento y estimula su interés por lo que hacen sus hijos. El efecto final que se logra es estrechar la relación entre padres e hijos.

Un proyecto emblemático debe ser inspirador. Si el objetivo es formar buenas personas -y no sólo mejorar el desempeño en unos cuantos indicadores cuantitativos-, entonces debemos prestar también una especial atención al funcionamiento de la enseñanza de la religión con el sistema pluralista que tenemos.

Chile es un país religioso. Lo hemos visto en la desgracia del terremoto, en el rescate de los mineros, en la multitudinaria peregrinación a Lo Vásquez, y lo vemos cada día. El sentido religioso está vivo, pero hay que alimentarlo, ya que es la principal fuente de la consistencia moral de las personas. La honestidad, la lealtad, la responsabilidad, la solidaridad, son esas “habilidades blandas” que la sociedad valora cada día más, porque son las que fundamentan el buen desempeño no sólo en el trabajo, sino que también en la vida.

El ministro de Educación ha declarado su confianza en que la reforma educacional se verá perfeccionada en el Senado. Nosotros compartimos esa confianza y esperamos por el bien de Chile que la familia encuentre el sitio que le corresponde en ella.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.