Vive la Resistance!

P. José-Fernando Rey Ballesteros | Sección: Religión, Sociedad

El problema con un personaje tan obeso como Papá Noel es que puedes pasar años disparándole sin que apenas se entere; todas las balas son amortiguadas por sus reservas adiposas, y no acabas de llegar a la chicha por más que te empeñes. Un servidor lleva años practicando el “tiro al gordo” cada vez que llegan estas fechas, y el insultante personaje sigue haciéndose con el santo y la limosna, sin otra respuesta que su estúpido “¡Jo, jo, jo!” a cualquier provocación.

No obstante, me alegra comprobar que mis disparos cuentan con un respaldo episcopal. Monseñor Fabriciano Sigampa, obispo, por más señas, de Resistencia, en Argentina, ha recordado a los niños de su diócesis que el tal Papá Noel no es sino “un señor gordo vestido de rojo”. Le ha faltado una oportuna alusión a las barbas, y a su parecido con una botella de Coca-Cola, porque, así dicho, lo de “un señor gordo vestido de rojo” puede ser utilizado maliciosamente por alguno de los renos del obeso para dispararlo contra un cardenal entrado en kilos que pasaba por allí. Pero, en todo caso, me alegran las palabras del obispo, y me alegra que se trate, precisamente, del obispo de una diócesis llamada “Resistencia”. Como los franceses leales a su patria durante la invasión nazi, Monseñor Sigampa y yo somos “la Resistance”.

Del charco para acá, la situación es más que delicada, aunque, a juzgar por las palabras del obispo, las cosas no deben andar mejor del charco para allá. El pasado martes me acerqué a un grupo de escolares de siete años, y lancé la obvia pero fatídica pregunta: “¡A ver, niños! ¿A quién esperamos el próximo 25 de diciembre?”. La respuesta fue sonora, unánime, deprimente, aterradora, demoledora y tumbativa: “¡A Papá Noel!”. Un servidor abandonó inmediatamente la compañía de los infantes y se dirigió a la farmacia más próxima en busca de un bocadillo de prozac. Aunque ya lo supiera, comprobarlo de nuevo me deprimió hasta la desesperación: nos están robando las navidades. Ése es el verdadero rostro del gordo de las barbas: Papá Noel es el hombre que robó la Navidad. Dentro de 30 años, si Dios, Mons. Sigampa, algunos francotiradores más y mi humilde persona no lo remediamos, en España el 25 de diciembre será el día de Papá Noel… Si es que no lo es ya.

La Navidad verdadera, ésa que unos pocos aún celebramos, es la Navidad de Dios y del hombre, la del encuentro redentor entre un hombre pobre y necesitado y un Dios amante y generoso que se entrega a Sí mismo para rescatar a su criatura de la muerte y del pecado. Es la Navidad de la vida, del amor y de la libertad. Su gozo es el gozo de quien se siente amado, acompañado y redimido. Sin embargo, la navidad del gordo de las barbas es la fiesta de la muerte, porque arroja al hombre en manos de las cosas: comida, bebida y regalos; dinero, dinero y dinero. Las cosas no redimen al hombre; las cosas, a la larga, matan porque esclavizan. Y cuando se alimenta la esperanza de los niños con cosas, cosas traídas por un fantoche venido de Groenlandia, se está condenando a los pequeños al materialismo más cruel y letal. Los niños de España ya no saben quién es Jesús; pero todos esperan su Nintendo DS, su muñequito que hace caca, y su mp4. ¡He ahí su redentor! ¡Pobres niños! ¡Pobre España!

No se canse, Mons. Sigampa. Siga disparando, y, aunque este año no logremos abatirlo, con unos cuantos disparos más quizá al cabo de unos lustros hayamos logrado perforar esa capa adiposa forrada de billetes y alguna de nuestras balas derribe al fantoche. ¡Papá Noel, ríndete! ¡Te tenemos rodeado! Vive la Resistance!

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.com.