Emociona redescubrir la fe

Ricardo Benjumea | Sección: Religión

Afrontó su primer encuentro con el cardenal Ratzinger con cierta pereza. Sin embargo, de ahí nació el libro La sal de la tierra, que le impulsó a regresar a la Iglesia…

No fue “pereza”. Aunque estuviera alejado de la Iglesia, veía a Joseph Ratzinger como un pensador muy original, bien informado, con gran sentido poético y gran capacidad de iluminar las cosas con una luz nueva. En cuanto a mi conversión, fue un proceso de casi 25 años. La razón fundamental fue la confrontación con los problemas de nuestro tiempo, tras comprender que una sociedad se derrumba si se separa de sus raíces. En esa situación, fue importante para mí encontrarme con alguien capaz de dar una respuesta tan inteligente y comprehensiva a los grandes problemas, y en particular, a las preguntas religiosas del hombre moderno.

 ¿Espera que experimente esa “sacudida” algún lector de “Luz del mundo”?

Absolutamente. Pero esto ya lo percibí con “La sal de la tierra”. Quedaron al descubierto muchas muestras del gran pensador y del hombre piadoso que es Joseph Ratzinger. Las cuestiones que se plantea y las respuestas que da son de enorme importancia e incidencia en la vida de cada uno; tiene una gran comprensión analítica de este tiempo.

 Pese a su timidez, uno extrae la conclusión de que al Papa le gusta recurrir a la ironía e incluso a cierta provocación intelectual a su interlocutor…

Sí, esto le gusta. Él siempre busca el diálogo, la comunicación abierta. No le gusta que se esconda nada debajo de la alfombra o se deje a un lado.

 La presentación del libro en el Vaticano contó con monseñor Fisichella, el Presidente del nuevo Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. ¿Qué significado atribuye a esto?

Creo que el gran atractivo de este libro es, por un lado, el amplio espectro de temas que aborda, no sólo de actualidad, sino también problemáticas nucleares que afectan al hombre moderno, y esto hace que se dirija a un público muy amplio. El texto es muy comprensible, y puede interesar a personas fuera de la Iglesia, pero creo que va a interesar, sobre todo, a los creyentes. Veo el libro como un ejemplo de la nueva evangelización, y de la disposición de la Iglesia a confrontarse abiertamente con todo tipo de asuntos. Creo que es una bella coincidencia histórica que se publique en el momento en que se impulsa con nuevas fuerzas la nueva evangelización, y creo que la utilidad que puede esperarse de “Luz del mundo” va en esa línea. Benedicto XVI nos ofrece la ocasión de volver a conocer los fundamentos de la fe y del pensamiento católico. En Europa, la fe se oscurece; muchas personas están en la Iglesia, y no saben qué significa eso. Pero también es emocionante volver a recibir esta enseñanza, y replantearnos qué concepción del cristianismo debemos transmitir al mundo.

El Papa no da Europa por perdida.

Sí, cree en Europa. Aunque veamos una caída dramática de la fe cristiana en Europa, este continente es de una importancia decisiva para la Iglesia. Es interesante ver qué misiones han planteado a Europa Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ambos son luchadores por la libertad, cada uno a su manera. La lucha de Wojtyla estaba marcada por el comunismo; Benedicto XVI defiende los valores fundamentales que sostienen la vida del hombre y la libertad religiosa, en una situación en que la cristiandad se ha visto empujada a una actitud defensiva, caracterizada casi como una fuerza enemiga del progreso.

¿Con qué ánimo habla el Papa de estos temas?

Me ha impresionado su optimismo. Ve con gran precisión los signos de los tiempos, dice con claridad que no podemos seguir como hasta ahora, sin poner en peligro la vida en el planeta y el desarrollo de la Humanidad. Pero no es enemigo de la modernidad. Dice que debemos valorar lo que hay de bueno en ella, tanto como percibir dónde están sus peligros. Y nos anima a volver a aprender el significado de la palabra “libertad”, que no puede ser -como la experiencia demuestra- hacer todo lo que es posible hacer, sino que tiene que vincularse al concepto de bien.

Usted consiguió que el Papa grabara un mensaje para el contestador automático, de parte de sus hijos.

(Ríe) Es una historia muy bonita. El Papa tiene gran sentido del humor, uno ríe mucho con él. Le pedí que grabara el mensaje, y accedió de inmediato.

Pero también responde al estereotipo de rigidez alemana, al menos en la puntualidad. Intentó usted sin éxito prolongar la entrevista…

(Ríe) ¡No hubo manera! El Papa sabe medir perfectamente sus fuerzas y organiza muy bien su tiempo. Si hay una hora pactada, es una hora. Además, en la entrevista me delató una de las cuatro grabadoras que llevé, por precaución: la cinta saltó justo a la hora. El Papa se interrumpió y dijo: “Hoy nos hemos ganado el almuerzo”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Alfa y Omega, www.alfayomega.es