Un problema intergeneracional
Max Silva Abbott | Sección: Sociedad
Pese a la encarnizada oposición que han presentado sindicatos y estudiantes, se debiera aprobarse en Francia, la polémica reforma impulsada por el presidente Sarcozy, que eleva progresivamente la edad mínima de jubilación desde los 60 a los 62 años, de aquí al 2018.
La medida ha sido criticada por muchos sectores, tanto por ser impopular como inoportuna y además, por atentar contra los derechos de los trabajadores adquiridos a lo largo de los años; todo lo cual ha ocasionado que la aprobación al mandatario galo haya descendido hasta su nivel más bajo desde que fuera elegido.
Sin embargo, Francia posee hoy la edad más baja de la Unión Europea para jubilar, y reformas parecidas ya han sido aprobadas en diversos países, como Bélgica, España, Noruega, Dinamarca, Alemania, Austria y Portugal, y se han anunciado en otros, como Inglaterra y Holanda.
Pese a los aspectos técnicos opinables de esta iniciativa, la verdad es que se trata de una reforma necesaria y dolorosa, que por ello, siempre resultará “inoportuna”. Y lo es, porque los números no mienten, y la economía impone sus crudas reglas: ante la sostenida baja de la natalidad y el aumento de las expectativas de vida, cada vez hay más ancianos que mantener y menos población activa que produzca, lo que hace que el actual déficit de las pensiones no pueda sostenerse mucho tiempo más.
Situaciones como la descrita muestran claramente cómo muchos problemas de una sociedad son intergeneracionales, esto es, que engloban a varias generaciones y muchas décadas, lo que exige una mirada global y de largo plazo, para no estar apagando incendios a última hora. Porque claramente el problema no se solucionará con esta medida, puesto que lo que realmente se requiere es aumentar la tasa de natalidad.
Sin embargo, muchos parecen no querer ver el problema. Estamos claros que varios de los afectados no tienen culpa del mismo (a diferencia de los que no quisieron tener hijos, por ejemplo); mas se percibe claramente que se trata de un asunto de bien común, y que por mucho que incomode, no desaparece por el simple hecho de que algunos no quieran verlo o no estén dispuestos a enfrentarlo.
Lo anterior también vuelve a mostrar una importante falla de nuestras democracias, de la cual pocas veces se habla, pero que resulta fundamental: su usual mirada de corto plazo, que por regla general, suele no ver más allá de las próximas elecciones. Sólo personeros valientes, con un gran amor por su país y dispuestos a la inmolación política son capaces de llevar adelante reformas como esta.
Un dato más que debe servirnos de advertencia a sociedades como la nuestra, para que actuemos correctamente y a tiempo: si ante la sostenida baja de la natalidad no hacemos nada ahora, no nos quejemos después de sus consecuencias.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Análisis Digital, www.analisisdigital.com




